CARLOS RUIZ
VILLASUSO
@CRuizVillasuso
@CRuizVillasuso
Me pregunto por qué México está tan lejos. Lejos
en el sentido más lejano de la palabra. Por qué desde España se vierte una
mirada escéptica y paternalista con el toreo de México que lo desacredita y desautoriza
como un algo menor que jamás va a crecer. Y sin embargo, no es cierto. No lo es
de forma objetiva. Mirando a lo más alto, a La México, analizando esta
Temporada Grande, se percibe un trabajo de cambio. Mirando a lo más bajo, las
novilladas, hay en México un trabajo que en España ni existe, ni se plantea.
Veinticinco años de “herrerismo” en la gestión de
La México, la plaza capitalina fue el patio de una casa en la que el toro era
el toro más aleatorio que se pueda imaginar. Aleatorio en chico porque el
Doctor Herrerías, virtudes ocultas aparte, gestionó la plaza de forma tan
autoritaria como basada en el “amiguismo” con figuras del toreo. Mexicanas y
españolas, derivando esto en un toro disminuido. Esta realidad, televisada al
mundo año tras año, ha ayudado a esa desautorización del toreo mexicano. Pero
ese “Toro de Insurgentes”, jamás fue “El Toro de México”. Sólo era el toro de unos pocos.
Veinticinco años de “herrerismo” en la gestión de La México,
la plaza capitalina fue el patio de una casa en la que el toro era el toro más
aleatorio que se pueda imaginar.
Sucede que, desacreditada la plaza que debería ser
la que marcara las pautas y las
jerarquías sobe el toro y su trapío, se
desacreditó por extensión la tauromaquia mexicana. Desde España, el público
sólo accedía a un contenido mexicano, el Embudo de Insurgentes y se acostumbró
al desánimo del toro del final del “cavacismo”, el toro del “herrerismo” y,
cuidado, el toro del “figurismo· El toro de las figuras españolas que
practicaron eso de billete grande y toro chico.
La Temporada Grande que termina concluye varias
cosas. Que, habiendo salido el ruedo toros de escaso trapío, la norma general
ha sido la subida en dignidad y seriedad del toro. Es innegable. La mayoría de
los toros lidiados incluso en los carteles de las figuras, serían impensables
hace apenas cinco años. Ese cambio del toro que pretende la nueva empresa no se
hace en un año, ni en dos ni en muchos. Un antes de 25 años necesita un después
de unos cuantos.
Este Derecho de Apartado ha animado el cotarro en
los de coleta. Miren. Joselito Adame, casi desaparecido de España, lo tenía
todo para que se anunciara su desinterés público. Dos o tres faenas en la
México lo han aupado. A Luis David se le
ha dado chance para sostenerse, al menos. El Payo sale reforzado como torero de
“culto”. Un veterano que simboliza el toreo mexicano heterodoxo desde el lado
del espectáculo, desgastado en años de presencia, El Zapata, resurge como en
Ave Fénix. A falta de novedades jóvenes, se ha lanzado a una “novedad
veterana”, José Mauricio. Nombres todos tan necesarios para “dar de comer” a la
temporada en los Estados.
De lado Español, Ponce ha vuelto al “todo México”
desde La México. Morante puede ser el próximo consentido y sólo depende de él.
México se ha encontrado con el torero que mejor y más encaja en su tauromaquia,
Ferrera. Tauromaquia que, por cierto, es la más “gallista” de las existentes.
Hablar del toreo de Joselito y no mencionar al toreo mexicano de capa y sobre
las piernas es una “españolada”. ¿Rejones?. Hubo el atrevimiento de anunciar un
mano a mano entre el rey Ventura y el huracán heterodoxo que es Gamero, tan
necesario para reanimar al rejoneo en México, para sacar rejoneadores.
Y todo esto, en un recinto tan decrépito y con
aspiraciones a una insalubridad decimonónica que venía bien la pre y post
visita al doctor. Porque no es un asunto de cuestión menor: porqué ir donde
puedo enfermar o donde no estoy a gusto. La empresa nueva tenía incluso esta
tarea tan aparentemente pueril. Convencer. Que se puede estar bien, que el toro
va a cambiar, que los criterios de carteles son con cabeza, pensados. Porque
los problemas de México ni se ven, ni son los de las redes sociales, tan dadas
al descalificativo de la ceguera censora.
Hacer un mes de toros como Madrid es inviable. Miren, un aficionado de
Tlaplan (a unos 12 kilómetros de la plaza) ha de invertir unas cuatro horas y
media en ida y vuelta de transporte público. Uno de Chimalucán, a 30 km, más de
cinco. Los 200 kilómetros desde Tlaxcala son una pereza frente al paseo que
supone un Valladolid/Madrid. Y, recinto, dicho sea de paso, al que quizá le
sobra esa parte de arriba con escasa razón de ser.
La empresa que más novilladas celebra en el mundo es
mexicana, ETMSA. Organiza casi tantas novilladas como corridas sin obligación y
con un porcentaje muy alto sobre las corridas.
Para este antes y este después, o colaboran los
toreros de arriba o el cambio hacia el toro que desea la empresa y el público,
será más lento. Un cambio necesario porque la meta es lograr que La México,
como Madrid, sea quien ordene y ponga jerarquía lógica en el trapío del toro.
Si lo consiguen, el toreo en México puede dar el giro más importante de su
historia. Eso por arriba. Porque, por abajo, hoy y desde hace años, la empresa
que más novilladas celebra en el mundo es mexicana, ETMSA. Organiza casi tantas
novilladas como corridas sin obligación y con un porcentaje muy alto sobre las
corridas. La México celebra 16 corridas por 12 novilladas. En Aguascalientes se
anuncian 15 corridas por 10 novilladas. Otra cuestión que se obvia, siendo una
realidad irrefutable.
Nunca un cambio fue tan necesario ni nunca hubo
una oportunidad tan real, no para el toreo de “La México” ni para el toro “de
México” sino para la Tauromaquia. Poner en jerarquía al toro es ordenar al toro
y eso ha de hacerse desde el coso de Insurgentes. No. México ni otro país
americano puede seguir siendo el negocio puntual de un contrato de ida y vuelta
para un torero. No puede ser el lugar de una no implicación. Dejemos esa mirada
lejana y escéptica y pidamos que todos se impliquen en este nuevo rumbo que es
real, que existe. Las miradas lejanas dejan al toreo en islas y penínsulas y el
toreo, o tiene futuro todo junto, todos juntos, todos los países juntos, o se
nos lleva la chingada.
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