Cortó
sendas orejas en la corrida del 74 aniversario del coso.
JUAN
ANTONIO DE LABRA
Fotos: EFE - Mario Guzmán
La tarde tuvo momentos de mucho interés, y al
final Antonio Ferrera volvió a hacer de las suyas y sorprendió a todo mundo con
su toreo, para convertirse en el triunfador de la corrida de aniversario, a la
que llegó por primera vez para salir a hombros.
De esta manera, el torero extremeño aumenta su
cartel en la plaza capitalina, y demostró que la paciencia es una gran virtud
en esto de los toros, pues nunca se desespero ante un lote de pocas
posibilidades al que, a base de entrega, colocación, temple y recursos, terminó
cortándole sendas orejas para abrir la Puerta Grande.
Esa conexión tan particular que tiene con el público
va en aumento, y la gente ya lo siente como suyo. Ello se debe a que Antonio
sale a entregarse sin reserva y, además, torea a placer, poniendo su
sentimiento en cada trazo.
Así fue como metió en la muleta a los dos toros de
su lote, ejemplares que no se empleaban, que embestían con incertidumbre, pero
que tenían delante un torero puesto y dispuesto a hacerles fiestas con ese gran
sentido del espectáculo, piedra angular de su vistosa tauromaquia que hoy
volvió a cautivar al público y en la que sigue fiel a su camino.
De esa puesta en escena de Ferrera al empaque y la
naturalidad de Morante también mantuvo el interés, sobre todo durante la faena
el tercer toro de la tarde, que era dócil, y con el que el torero de la Puebla
se afanó en estar bien, centrado y torero, a lo largo de una faena en la que
brotaron esos destellos de inspiración que caracterizan su toreo.
Tanto los lances de recibo como los muletazos en
redondo, en medio de los que intercaló soberbios molinetes de aire antiguo,
Morante construyó una faena de buen acabado que fue coreada con intensidad por
su legión de partidarios, que no son pocos. Y como mató con eficacia, le
entregaron una oreja de peso, de las que dan gusto pasear en la vuelta al
ruedo.
Lo malo fue que el sexto, un toro de pelo
ensabanado, fue protestado por su falta de bravura y devuelto de inmediato. El
sobrero no valía nada y Morante abrevió, hecho que molestó al público. Pero ya
había dejado ese toreo de aroma que tanto gusta.
Fue una lástima que no pudiera prodigarse, pues
venía con intenciones de dejar una huella más profunda en una temporada a la
que acudió dos tardes y cortó sendas orejas.
El Payo cuajó una faena importante al octavo de la
función, a la postre el toro que dio mejor juego del encierro de Jaral de
Peñas. El queretano ancló las zapatillas a la arena y giró la cintura con
elegancia en redondos y naturales con mando y temple, en los que llevó al toro
sometido con autoridad.
El de Jaral de Peñas embestía con entrega y transmisión
y no desaprovechó Octavio para gustarse en los cites, en los remates, en ese
conjunto de muletazos de los que brillaron con luz propia asolerados desdenes.
Y la mácula de esta obra fue haber pinchado,
porque de otra manera hubiese cortado dos orejas luego del entusiasmo con el
que el público recibió su toreo, el que no pudo ejecutar delante del cuarto, un
toro deslucido que apenas y le permitió mostrarse.
El Zapata dio una aclamada vuelta al ruedo tras el
vibrante tercio de banderillas con el quinto, el toro mejor hacho y serio de la
corrida, al que primero toreó alegremente de capote -ejecutó en un par de
ocasiones la difícil y vistosa “tacita de plata- y más tarde, en la faena de
muleta, comenzó a torear en los medios mediante unos riesgosos péndulos,
sembrado en los mismos medios.
Cuando parecía que la faena iba a ir hacia arriba,
el de Jaral de Peñas se lastimó la mano izquierda y acabó acobardándose en las
tablas, de donde ya resultó muy difícil sacarlo. Aquella alagaría inicial de la
faena, que prometía mucho, se diluyó de inmediato.
Ante el poderoso burraco que abrió plaza también
había estado entregado, y le porfió en banderillas, aguantando fuertes arreones
en los que expuso mucho para solventar la papeleta, sin conseguir lo alcanzado
en su tarde del pasado 12 de enero, cuando le tumbó tres orejas a la buena
corrida de Pozo Hondo.
La gente aclamó a Ferrera en la salida a hombros,
luego de que los miembros de la Porra Libre le entregaron el trofeo
"Carlos Arruza" como triunfador de este festejo en el que se celebró
el aniversario 74 de la inauguración de la Plaza México.
Y ahora volverá el próximo domingo, como segundo
espada de un cartel que encabeza Enrique Ponce, y que complementan el propio
Morante, así como José Mauricio, Joselito Adame y Luis David, con toros de
distintas ganaderías.
FICHA DEL FESTEJO
Decimosexta corrida de la Temporada Grande.
Corrida del Aniversario 74º de la Plaza México. Poco más de media entrada (unas
22 mil personas) en tarde fría, con intermitentes ráfagas de viento, y ligera
llovizna a partir del 6º.
Toros de Jaral de Peñas, desiguales en presentación, de los que el 6º fue
protestado y devuelto, de poco juego en su conjunto, salvo el 8º, que tuvo
transmisión.
Pesos: 539, 492, 483, 501, 497, 533, 481 y
495 kilos.
Uriel
Moreno "El Zapata"
(vainilla y azabache): Silencio y ovación.
Antonio
Ferrera (azul rey y oro): Oreja y
oreja con división.
Morante
de la Puebla (canela y azabache):
Oreja y pitos.
Octavio
García "El Payo" (negro
y plata): Silencio y palmas tras aviso.
Incidencias: Al final de la lidia del 4º, el monosabio
Porfirio Sánchez se despidió tras 60 años en la profesión. *** La Porra Libre
entregó un trofeo a Antonio Ferrera,
como triunfador de la tarde y en homenaje a la memoria de Carlos Arruza, en el centenario de su nacimiento.
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