MARCOS
SANCHIDRIÁN
@todosalostoros
@todosalostoros
Valdemorillo tiene algo de rito y de
peregrinación. Cuando más largo se hace el invierno para los aficionados a los
toros, el pueblo madrileño se abre como una iluminación. ¡A los toros! Por fin.
Los toros con frío tienen su cosa. El toro sale con el pelo del invierno y con
un comportamiento completamente distinto que si se lidiara en junio. El torero,
sobre todo si la temporada está por hacer, tiene que hacerse valer. Después
están los tendidos: mantas, pañuelos, fulares, chaquetas de cuadros, botos
(¿botos?) y sombreros.
El mundo del sombrero tiene su riesgo. De fieltro,
mil y una variedades. Y gorras camperas. Hay que tener mucho talento para
colocarse bien un sombrero. Los hay bien calados, con su punto justo de
inclinación, que dan a la persona magisterio y cierto misterio si cubre la
mirada como tiene que hacerlo. También hay al que le cae el sombrero grande o
pequeño. Eso es de traca. Un sombrero metido a rosca porque hay que ponérselo.
Y el remate es el sombrero con gafas de sol. Eso sí que no hay por donde
cogerlo.
Precisamente en el arranque de 2020 en
Valdemorillo hizo una temperatura inusitada para lo habitual. Con el frío que
hemos pasado en aquella portátil al lado de las chimeneas de las fábricas de
loza fina, incluso retirando nieve del ruedo, que dotaba a la cita de
personalidad y enjundia. Y llegó a tener una semana de toros, con corridas y
novilladas. La nueva plaza de toros de La Candelaria dio comodidad al
aficionado, cubierta y con calefacción, pero le quitó algo de su esencia. Alejó
al público del ruedo. Este 2020, Valdemorillo comenzaba una nueva etapa de la
mano de Nautalia con una feria que nada tiene que envidiar a carteles que
podrían darse en San Isidro. Y el público respondió en la apertura, pero en mi
fuero interno pensaba, ¿esto es Valdemorillo?
La corrida de Alcurrucén que levantó el telón de
la feria tuvo la honra de un buen toro, Afectuoso-168, bravo, con profundidad
en la embestida y repetidor. El resto, blanda en líneas generales. Y con una
polémica ridícula que surgió en el quinto. El colorado, de buenas hechuras, no
era chico pero era gacho. El público se encorajinó, pero ¿no puede salir un
toro gacho en una plaza de tercera categoría? Por muy de la provincia de Madrid
que sea, por muchos aficionados de Madrid que estén en la plaza, hay que saber
dónde estamos. Se podrán criticar otras cosas, pero era un toro acorde a la
plaza. Ni más ni menos.
La esperanza la puso Juan Ortega que firmó un
inicio de faena al primero, justito de fuerza, tremendo. Doblones enroscándose
al toro, con el mentón hundido. Y un trincheras de cartel. Cuando Ortega torea,
el público no sale a pedir cubatas -¡Que vaya vaivén de gente durante los toros
para tirarse de cabeza por las bocas de acceso a por un chisme!-. Entrar y
salir de la cara del toro también es torear. Y Juan lo borda. Torea cuando va y
cuando viene. Todo despacio. Ortega le da al enjundia al rito de torear. Y le
sale natural. Como quien se toma un café. No de cafetería. Sin prisa. Un café
que te sirven, por ejemplo, en el Café Gijón. Mientras lees la columna de Raúl
del Pozo. Lo remueves tranquilo, sin mirarlo. Sabes dónde está. Y que todavía
está caliente. Lo coges suave y te lo llevas a la boca. Sopla, por si acaso.
Pero suave. Y tomas un trago corto. Y lo dejas. Así torea Juan Ortega. Sin
afección ninguna. Pero la espada. Ay, la espada. El toreo de hoy es
resultadista.
El cuarto fue distinto. Más bruto, que iba con
todo. Como ese café fuerte de bar de pueblo, que es de efecto inmediato. De la
barra a la taza -del váter-. Le costó meterlo pero con paciencia hasta que se
puso con la izquierda, donde dio un poco de orden a aquel desorden. Otra vez
volvió a pinchar con la espada. Y es para preocuparse porque puede llegar ese
toro, en esa plaza… la gente quiere… y no se puede escapar.
José Garrido salió muy dispuesto frente al buen
tercero. Toreó bien con el capote, sobre todo en un quite por chicuelinas, a
las que ha dotado de personalidad propia. Baja la mano y se enrosca el capote y
el toro con gracia. Afectuoso-168 tuvo recorrido y duración. El extremeño, al
que le hace falta volver a ponerse en el disparadero, firmó una faena bien
compuesta aunque quizá le faltó conectar con el público. Por eso, a pesar de
una estocada, todo se quedó en una ovación para el toro en el arrastre y para
el torero.
El trofeo llegó en el quinto. Tras la polémica del
toro gacho, Garrido salió decidido. De rodillas comenzó faena y estuvo
entregado durante toda la labor. Cerró también rodilla en tierra por manoletinas
de muchos arrestos y, junto a la buena estocada, le sirvió para cortar el
primer trofeo del abono.
Cerró el cartel David de Miranda que puso su
tarjeta de visita con un quite milimétrico por saltilleras. Quiere torear el
onubense en un palmo de terreno y eso tiene sus riesgos según con qué toro. Con
el tercero no hubo acople, porque el toro se quedaba debajo de la muleta. De
Miranda tiene su camino. La emoción, como surgió en el sexto, donde la espada
se llevó el premio.
FICHA DEL FESTEJO
Valdemorillo (Madrid). Primera de la Feria
de la Candelaria.
Toros de Alcurrucén, correctos de presentación. Destacó el buen segundo,
ovacionado en el arrastre. El resto, de peor juego.
Juan
Ortega, ovación tras aviso y
palmas tras aviso; José Garrido,
ovación tras petición y oreja; David de
Miranda, ovación en ambos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario