Superada
una grave sepsis, el torero valenciano relata en ABC su experiencia en la UCI,
donde se casó y recibió la extremaunción.
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
Apenas tres semanas atrás era el arpa de Bécquer
en el ángulo oscuro, dormidas las cuerdas. Clínicamente muerto, El Soro
aguardaba como Lázaro una voz que le dijese «levántate y anda». De rimas y
leyendas es la vida del torero de Foyos, de 57 años: «Tengo el Guinness de
anestesias y operaciones». Ha superado cuarenta intervenciones en su pierna
biónica y otras veinte por cornadas. En enero, hospitalizado dos veces por
varias anginas de pecho y una gravísima sepsis, doblaban ya las campanas. Pero
se obró el milagro: «Estuve muerto y resucité», relata el único superviviente
del cartel maldito de Pozoblanco. Aún le queda «mucho por hacer» hasta la
sagrada cita con Paquirri y Yiyo.
—¿Cómo se
encuentra?
Muy vivo después de estar muerto. Reencontrarme
con la vida después de sufrir la experiencia más difícil de mi existencia ha
sido muy gratificante.
—¿Alguna
vez había sentido tan cerca a la muerte pisándole los talones?
Me he tuteado varias veces con ella, pero esta vez
ha sido la que más de cerca nos hemos hablado, más despacito.
«Me he levantado más veces de la tumba que el Lázaro bíblico»
—Ha vuelto
a burlar a la parca...
Muchas, pero gracias a Dios el indulto existe.
Nuestro Señor Padre ha sacado el pañuelo naranja. Yo soy un hombre de fe y creo
que Dios ha tenido en cuenta mi humanidad: he sido buen hijo, buen padre, buen
amigo, he tenido una humanidad toreable. En definitiva, he tratado de pasar por
la vida haciendo el bien. Le voy a confesar una cosa...
—Adelante.
Solo tenía un uno por ciento de posibilidades de
salvarme y un noventa y nueve de no contarlo más. Todo estaba a la contra. Ni
los médicos del Clínico de Valencia lo entienden, pero aquí nunca se sabe. En
el parte pone: «Resurrección del paciente Vicente Ruiz El Soro». Y yo pedí que
añadieran: «Torero».
—¿Cuántas
vidas tiene El Soro?
He superado al Lázaro bíblico. Yo me he levantado
varias veces de la muerte, en el último instante. Esplá dice que Lázaro no
tiene mérito, que quien lo tengo soy yo, que me he levantado ocho o diez veces
de la tumba.
—¿Cómo
recuerda los días en la UCI?
Fueron muy duros. Me estaba apagando con la
sepsis: se me pararon los riñones, los pulmones, sufrí un paro multiorgánico,
el cerebro fallaba... Me han contado los médicos que el año pasado entraron 47
pacientes con mi cuadro y no salió ni uno, y yo también estuve muerto pero
resucité. Aquí estoy vivo y agradecido a Dios y a mis ángeles de la guarda, los
doctores Silvestre, Arnau y Zaragoza, a todo el equipo, y al doctor Cavadas,
pues él descubrió la sepsis.
«Cuando estaba en tablas aguardando la muerte, Dios enseñó el
pañuelo naranja y me indultó»
—¿Es verdad
que recibió la extremaunción?
Sí, me la dieron y me despedí de todos mis seres
queridos. Desde dentro de la habitación, escuchaba los murmullos y sollozos de
mi mujer, de tantos compañeros y seres queridos. Lloraban a las puertas y yo me
abracé a Dios. Quise hacer las cosas bien y, antes de entrar en coma, me casé
con Eva en una boda civil y organicé mi funeral. Pedí que tocaran mi pasodoble,
que me dieran la vuelta al ruedo en la plaza de Valencia... Yo sería una
estrella que iba a brillar desde el cielo para que la Fiesta resplandeciera siempre.
—Y asomó el
pañuelo naranja.
Sí, cuando ya estaba en las tablas, aguardando la
muerte, el puntillero marró a última hora y Dios enseñó el pañuelo naranja del
indulto. Me desperté con una fuerza tremenda. Lo he pasado muy mal, y al mismo
tiempo diría que muy bien.
—¿Cómo se
siente ahora?
Me retiraron la prótesis de la rodilla izquierda y
tengo extensores, por lo que voy en silla de ruedas. Ya decidirán si se pone
otra prótesis o si hay que amputar. De momento se ha salvado al hombre, ya
veremos qué pasa con la pierna. Aún es pronto para saberlo. Estoy débil y
dolorido por las curas, pero feliz, dando gracias. Si Cavadas no llega a
detectar la enfermedad de la sepsis, llevaría varios días enterrado. Los
milagros existen. He roto los cánones: estaba muerto y estoy vivo.
—¿Qué
encaste sería El Soro?
Uno muy enrazado, Santa Coloma y Saltillo, como
ese toro de Victorino o Adolfo que se crece y embiste por derecho; también
noble como uno de Juan Pedro, Victoriano del Río o Cuvillo, que sigue hasta la
extenuación. Tengo unos principios arraigados. Y a ellos vuelvo.
—¿A cuáles
se refiere?
Terminamos por donde nacemos. Yo empecé siendo el
niño de la huerta, con mis coliflores, mis alcachofas, mis lechugas... Todo
para ayudar en casa. Y ahora vuelvo a la hortaliza para perder peso.
«En el parte médico pone: “Resurrección de Vicente Ruiz El
Soro”. Y yo pedí que añadieran: “Torero”»
—En 2015
tuvo el mérito de prepararse para torear en una Feria de primera como Fallas y
cortó una oreja.
Después de 22 años en una silla de ruedas, fue
maravilloso sentir el traje de luces y a la afición. Volví, peleé y demostré
una capacidad y una escala de valores de los guerreros que nunca mueren. Quise
transmitir un mensaje de esperanza a las nuevas generaciones que no encuentran
el horizonte, enseñarque todo es posible si se lucha.
—¿Qué diría
a aquellos animalistas que celebraban su estado crítico?
Ante todo hay que ser humano. Los animalistas
deberían preocuparse más por la humanidad, por los niños que mueren de hambre y
no por el gatito. Mire, el toreo es una filosofía. Quieren exterminar algo que
se llama Cultura, que ha inspirado a actores, escultores, músicos y pintores.
Yo no voy a decir nada a aquellos que no creen en la gente y en su país. España
es un país muy grande y los toros son una tradición cultural y una forma de
sentir, con mucha fuerza en el pueblo. Solo pido que nos dejen vivir y nos
respeten.
—¿Orgulloso
de su profesión?
Muchísimo. Me siento muy orgulloso de ser lo que
soy, un matador de toros que ha trabajado para dar un sustento a su familia y
para crear obras de arte con un toro. En un mundo animal, yo quisiera ser un
toro bravo y morir luchando. Larga vida a la tauromaquia.
Larga vida a El Soro, el torero para el que no hay
milagro imposible.
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