domingo, 9 de febrero de 2020

Joselito: primera oreja en Sevilla

El primer trofeo que se cortó en la plaza de la Real Maestranza la paseó Gallito el 30 de septiembre de 1915 rompiendo una histórica prohibición.
 
ÁLVARO R. DEL MORAL
@ardelmoral
Diario EL CORREO DE ANDALUCÍA

Sevilla, 30 de septiembre de 1915. La plaza de la Real Maestranza acogía el tercer festejo de la feria de San Miguel. Joselito, que se anunció aquel año en seis de las once corridas que se programaron en el coso del Baratillo, ya había alternado en los dos espectáculos anteriores -los días 28 y 29- con su hermano Rafael y Juan Belmonte estoqueando sendos encierros de Miura y Murube con los que brilló a un nivel extraordinario. Pero aquel día había asumido el reto de despachar en solitario una corrida del conde de Santa Coloma. El compromiso del menor de los Gallo se saldó con un nuevo triunfo pero, sobre todo, supuso la ruptura de un uso inmemorial: la prohibición de cortar orejas en la plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que removió los cimientos del purismo y, de paso, las iras de los partidarios del propio Juan Belmonte.

En 2015 se cumplió un siglo: ese primer trofeo fue cortado al toro «Cantinero», quinto de la tarde, marcado con el mencionado hierro del conde de Santacoloma; de pelo negro pero también listón, lucero y girón, magras carnes y no demasiada leña en la cabeza. La oreja fue concedida por el recordado concejal Antonio Filpo Rojas -que llegaría a ser hermano mayor de San Bernardo y pregonero de la Semana Santa de 1949- ganándose las iras de la crítica, la afición más encopetada y los sectores más rancios de la ciudad sin saber que la nueva costumbre había llegado para quedarse. Los descendientes de Filpo Rojas conservan la cabeza de aquel animal e incluso el vestido violeta y azabache que vistió Joselito en fecha tan emblemática. Pero hay que volver a las crónicas de la época que hablan de “quites grandiosos”, “monumentales pares de banderillas”, “inenarrable faena de muleta...”

Nuevos usos y costumbres

La concesión de orejas había sido un raro privilegio en los tiempos remotos del toreo. Servía de sanguinolento recibo del regalo del animal al matador en tardes de triunfo excepcional. Con la oreja en la mano, podía reclamar su toro en el desolladero para consumir o comercializar sus carnes. Pero la llegada de José y Juan había comenzado a revolucionar muchas costumbres y entre ellas se encontraba la concesión de esos despojos que ya se entregaban sin ningún rubor en otras plazas. Y la de Sevilla, a pesar de los guardianes de sus esencias, no iba a permanecer ajena a esa marea imparable. Pero aquella primera oreja cortada por Joselito implicaba otras rupturas. Hay que recordar un hecho fundamental que refuerza el sentido de transgresión que había tenido la concesión de ese primer trofeo. No sólo se estaba acabando con una tradición secular que había sido aceptada hasta entonces sino que se estaba pulverizando un entonces recentísimo acuerdo que también alertaba que algo estaba cambiando en el toreo y que, de alguna manera, trataba de proteger al coso sevillano de la presunta contaminación que llegaba del exterior. Ese acuerdo había sido firmado por el alcalde accidental, Fernando González Ibarra, junto a otros próceres entre los que se encontraba el conde de Gomara, concejal y maestrante, además del crítico y notario José María del Rey, padre del célebre Selipe que, entre otros medios, firmaría sus crónicas taurinas en El Correo de Andalucía. El documento también fue rubricado por los diestros Emilio Torres ‘Bombita’ y Joaquín Hernández ‘Parrao’. En él se hacía una declaración solemne de no conceder orejas en la plaza de la Maestranza, tal y como se hizo trasladar al gobernardor civil que dio el visto bueno para que dicha medida fuera incorporada al reglamento particular del coso del Baratillo.

La cosa quedaría en papel mojado. A la oreja de José sólo podía seguirle la que cortó Belmonte en la inmediata Feria de Abril. Sólo un día después se entrega la tercera a Vicente Pastor y exactamente un año después, el 30 de septiembre de 1916, era Rafael el Gallo el primero que desorejaba por partida doble a un ejemplar de Gamero Cívico. Ojo al dato: si Joselito había sido el primero en inaugurar este particular marcador, Belmonte fue el primero en cortar un rabo el 1 de mayo de 1919. El juego era entre colosos...

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