El
segundo, Devoto, un fiero colorado en Núñez, peleó de tercio a tercio, siendo
lejos el mejor de lo que va de la temporada bogotana. Escribano al rematar mal
una meritoria faena solo dio una vuelta al ruedo. Colombo saludó y Vargas fue
aplaudido. Dispar encierro de Cediel.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
Fotos: Mauricio Dueñas - EFE
La meteorología se puso contra la corrida. Nomás
empezar, el sol, el cielo azul y el calor de todo el día, quedaron reemplazados
por pesadas nubes gris oscuro, agua y frío. La lluvia constante arreció durante
las lidias intermedias y el ruedo se anegó. La poca concurrencia se apretó bajo
el tejadillo y el húmedo cemento desnudo brillaba lúgubre a la luz de la mitad
de los bombillos porque los otros no encendieron. Los ateridos parroquianos
apenas tenían ánimo de sacar el pañuelo para pedir trofeos. Los que quisieron
lo hicieron apenas con gritos. El palco no tragó y el festejo pasó sin pelo.
Los de El Manzanal, vinieron de tres encastes:
Domecq, Núñez y Santacoloma (los tres últimos). Dispares en todo; hechuras,
talante y romana. Con 495 kilos promedio, exhibieron una diferencia de 121
entre un extremo y el otro. El grandulón primero fue bronco y desrazado. El
segundo bravo, ya dijimos. Manso el tercero. Nobleflojo el cuarto. Encastado el
quinto que renunció al final y desfondado el sexto. Con todo y eso fueron
aplaudidos de salida los dos primeros y de arrastre: 1º, 2º, 4º y 5º. Todos
atacaron los petos con brío y descabalgaron tres veces a los picadores. En tal
escenario la terna de banderilleros también disvarió, no atinaron a redondear
ninguno de los seis tercios que cumplieron alternando entre ellos primero y
luego en solitario cada uno. Menudearon los pares a toro pasado, incompletos,
fallidos, descolocados y desangelados.
Sebastián Vargas, racano en con el gran segundo de
la tarde, lo dejó ir con las orejas puestas. Tuvo su mejor expresión en las
cuatro verónicas y media del saludo que Devoto acometió fiero y fijo. Luego se
arrancó desde los medios dos veces al caballó de Clovis, peleando con celo y
tirándolo de la silla en el primer embite. Gran momento de la tarde. Cuando le
pedían al cucuteño colocarlo para una tercera entrada, pidió el cambio de
tercio y la gesta quedó mocha pero también el bravo con el mucho poder que
desplegó en el último tercio prevaleciendo sobre una muleta intermitente que
trazó algunos dibujos nítidos en medio de otros menos y largos, largos tiempos
muertos. Recibió como mereció una gran estocada, pero la concurrencia estaba ya
tan de su parte que solo hubo unas palmitas corteses para el espada.
Con el endeble cuarto, quiso y pudo ligar series
plausibles por uno y otro pitón pero el toro caía y caía desluciendo la faena.
Otro buen volapié y estoque total capitalizaron leves aplausos. Moraleja, es
mejor apostar por el bueno que por el malo y no al revés.
Manuel Escribano, abrió con un jabonero manso sin
remedio. Tampoco hubo mucho empeño por avivarlo, la verdad sea dicha. Y la
muerte fulminante con solo un pinchazo bajo fue sorpresiva. Diluviaba cuando
saltó el quinto. Regusto en las verónicas. Cal y arena con los palos,
enmendando con un emotivo cuarto al quiebro. Sembrado en el platillo se pasó
tres veces por la espalda y tres por el pecho las embestidas. Impertérrito, sin
ceder, engarzó tandas ligadas y templadas a diestra y siniestra. El
santacolomeño iba y venía fijo en el trapo, hasta que de pronto se rajó sin que
la porfía lograra el milagro. Para peor, un pincho y medio fierrrazo caído y
atravesado ineficaces motivaron el aviso. El agua caía en cascada desde los
tendidos al callejón y el torero sin oposición convirtió el saludo en una
vuelta express.
Jesús Enrique Colombo, confirmó con Despreciado”, número 15,
cinqueño, negro, cornivuelto, de 570 kilos. La ceremonia es la única historia
que queda del hecho. El manzanaleño alto, grandulón, boyancón y bruto fue
descartado rápidamente por el confirmante que tras unos rudos encontronazos
quiso abreviar con un pinchazo cuarteando y una estocada recursiva enojando a
más de uno.
El de cierre, acompañó franco el raudo saludo de cinco
verónicas, dos chicuelinas, media y serpentina. En la tónica de la tarde, los
pares fueron dispares. Pero la primera tanda derecha fue de gran cadencia
calentando, si es que se puede decir así, los corazones. De allí para bajo. Las
siguientes menos aseadas y después el cornúpeta firmó su renuncia irrevocable.
No pasaba y no pasaba. No hubo poder humano, y el ensopado respetable clamaba
que lo matara para poderse ir. Una estocada a cabeza pasada surtió efecto y en
gratitud los liberados pidieron una oreja inexplicable que el buen criterio de
Usía dejó en un saludo, capote de paseo bajo el brazo.
Al público le gusto el asimétrico encierro y
algunas de las lidias, pero la verdad es que la fea tarde no rompió. Para que
vamos a decir que sí, si no.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo 9 de febrero 2020. Plaza de
Santamaría. 2ª de Temporada. Lluvia y frío. Un cuarto de aforo.
Seis toros de El Manzanal, dispares, bien presentados y de juego dispar. Bravo el
ovacionado 2º. Aplaudidos en el arrastre: 1º, 4º y 5º.
Sebastián
Vargas, palmas y palmas.
Manuel
Escribano, silencio y vuelta tras
aviso y petición.
Jesús
Enrique Colombo, Confirmación,
silencio y saludo tras petición.
Incidencias: El toro de la confirmción fue
“Despreciado”, número 15, cinqueño, negro, cornivuelto, de 570 kilos.
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