El extremeño continúa su verano
ascendente cortando dos orejas al mejor toro de la corrida de La Palmosilla; el
torero de Granada obtuvo una y una.
Diario EL MUNDO
Puerto de Santa María
(Cádiz)
Miguel Ángel Perera venía de indultar a «Sereno», de Torrealta, en Huelva. Y continuó en El
Puerto su verano ascendente. Volvió a dar muestra de su gran momento ante el
tercero; el mejor toro de la desigual corrida de La Palmosilla.
Dejó como carta de presentación unas ajustadas chicuelinas.
Inició labor con un cambiado por la espada para, acto y seguido, hacer un
desglose de temple y buen hacer en cuanto a toreo fundamental. El bueno de La
Palmosilla se dio con nobleza. Y las tandas a derecha tuvieron majestad, por lo
largo que lo llevó, lo mucho que lo sometió y lo reunido que fue el conjunto.
Al natural también hubo quietud y mando en series esculpidas con tremenda
suavidad. Tras el epílogo en las cercanías, agarró una soberbia estocada, de
impecable ejecución. Dos orejas sin discusión.
Con el imposible sexto, quedó inédito. Silencio.
El Fandi recibió a su primero con una larga cambiada de
rodillas. Un quite por chicuelinas descubrió ya la falta de fuerzas del animal.
En banderillas el granadino volvió a hacer gala de facultades clavando de poder
a poder, al violín y haciendo también la moviola. En el último tercio, alternó
las dos manos en una labor de más cantidad que calidad. La estocada tendida
pero efectiva amarró una oreja.
En el cuarto, volvió a mostrarse explosivo con los
rehiletes. Inició de hinojos, al hilo de las tablas, una labor que discurría
por los mismos derroteros que la anterior. Los desplantes finales prendieron
los tendidos. Un espadazo certero le puso la oreja en la mano. La que abría la
puerta grande.
Sebastián Castella inició por bajo la faena a su primero, un
toro con muchos pies en los primeros tercios al que el francés toreó con
ligazón por el derecho. Con más corrección que lucimiento ante la insulsa
condición del de La Palmosilla. Anduvo hábil con la espada y saludó una
ovación.
El quinto derribó dos veces al caballo de José Doblado. Pero
fue manso y deslucido en el último tercio. Castella intentó buscarle las
vueltas a la embestida descompuesta. Y el esfuerzo fue reconocido con una
ovación.
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