CARLOS RUIZ VILLASUSO
Más de veintiún millones de personas asisten durante el año
a un festejo popular de Tauromaquia. Alrededor de seis millones acuden a una
plaza de toros. Son muchos millones de gentes y gentes de España, un nominativo
incluyente y solidario, por cierto. Muchos españoles de todas partes, regiones
y comunidades, acentos e ideologías, cuya presencia y participación tienen uno
de los significados sociológicos más peculiares que puedan observarse. La
muestra de la seña de identidad cultural y tradicional, el acto que une,
vertebra e identifica como distinto a los de otros países y culturas.
Los pueblos, sus tradiciones y culturas sufren la mutación
agresiva de lo llamado “global”, una idea de igualar formas de comportamiento,
sentimientos, necesidades y querencias, para dar de comer al mercado, también
“global”. Desde un punto de vista sociológico, la seña de identidad del pueblo
es contraria al interés de lo “global”. No se entiende, entonces, esta caza a
la Tauromaquia desde tanta fuerza política si no es asumiendo la realidad de
que España, como tantos países, sufre una desculturización grave.
En España, los sistemas
educativos han sido tantos y tan malos que un libro de un año incluía a García
Márquez y otro libro, un año después, no estaba. Hay pues, dos agresiones a la
cultura de España, una, la global que hace que se hable mal el español y ya sea
más importante la lengua del lugar y el inglés. Otra, la interior, la de una
clase política que entiende la democracia como un proceso técnico para lograr
poder
Frantz Fanon dijo que la globalización (situación colonial)
paraliza lo cultural nacional, impide, detiene y cierra las puertas a la idea
nacional, a la creatividad de una nación, al desarrollo democrático, solidario
y cultural de una nación. Alejandro Jodorowsky afirmó que cuando un país decae,
la cultura es su única posibilidad de arraigo y futuro identitario. Pérez
Reverte, quizás el español más nacional sin ser nacionalista, dice que solo los
pueblos incultos, sobre todo los deliberadamente incultos, tienen un futuro
problemático.
Yo creo que en España ya no es vital Quevedo, Cervantes o
Lorca, de la misma forma y por la misma causa, por las mismas razones por las
que no son vitales los toros. Por su grado de incultura. La globalidad se basa
en una ciencia y tecnología novedosa y mutante que nos hace afirmar que cinco o
seis empresas tienen el poder comunicativo del mundo, desde Apple hasta
Movistar, pasando por Google y Microsoft. Ellos marcan la pauta y en ellos no
cabe la cultura. Es tan prescindible como un lastre. Pero España, con sus
transferencias educacionales a las comunidades, hizo que en Barcelona se
“culturizara” a un niño de forma distinta que al de Lepe. Y lo distinto no
significa “no igual”, sino sectarismo, frentismo, repudia al otro, superioridad
sobre el otro.
¿Cómo educar a un niño para hacerlo separado de otro niño de
otra parte si no es insistiendo en que ese otro vive allí, en otro país, en un
lugar donde no nos quieren y nos roban? En España, los sistemas educativos han
sido tantos y tan malos que un libro de un año incluía a García Márquez y otro
libro, un año después, no estaba. Hay pues, dos agresiones a la cultura de
España, una, la global que hace que los libros sean piezas de museo, que se
hable mal el español y ya sea más importante la lengua del lugar y el inglés.
Otra, la interior, la de una clase política que entiende la democracia como un
proceso técnico para lograr poder.
No es gratis que la Universidad esté ahora en entredicho,
pues la Universidad, arma de la democracia y la cultura, es un pesebre del
poder político. Y, en medio de esta finca absurda llamada España, en pleno
retroceso de la cultura (cultura no es ARCO ni son las innovaciones
ocurrenciales de perroflautas, sino lo lúcido) los toros, como las novelas, la
poesía, el teatro…, no solo no cuentan ni importan, es que han de desaparecer
porque son el único reducto cultural que puede mandar a la globalidad y su
demoniaco poder a tomar por el culo.
Oscar Wilde dijo que solo hay dos formas de lograr la
civilización, o a través de la cultura o de la corrupción. Genial reflexión que
nos lleva a decir que vivimos la civilización de lo corrupto, pues la cultura
ha sido expulsada. No crean que es una cosa contra la Tauromaquia. No. Es una
operación contra todos los versos del mundo. / Redacción
APLAUSOS
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