Los dos del mano a mano, Ureña y
Román, se enzarzaron de primeras. Hubo quites, réplicas, respuesta, a una
faena, otra; a un gesto, otro; a una estocada, otra; contra la seriedad,
candela; frente a la apasionante serenidad desbordante, arrojo.
JOSÉ LUIS BENLLOCH
La tarde tuvo su intrahistoria. Las suspicacias previas de
quienes la ubicaban exclusivamente en el lado de los intereses personales o la
descalificaban directamente. Ya se sabe de la suspicacia del mundillo y su
maledicencia de siempre. No importa, si había alguna duda sobre la oportunidad
del mano a mano, sobre si los mano a mano deben ser así o asá, quedó disipada
apenas apareció el primer algarra. Hubo quites, réplicas, respuesta, a una
faena, otra; a un gesto, otro; a una estocada, otra; contra la seriedad,
candela; frente a la apasionante serenidad desbordante, arrojo. Fue un
constante quiero, un vaciarse sin reservas frente a una corrida de toros de
Algarra que resumió lo mejor de lo bravo actual: emoción, toreabilidad,
presencia, importancia… ¡Y los mandones en la inopia! Agotando la veta del
sota, caballo y rey de siempre, perdiendo la oportunidad de abrir el abanico
ganadero. Después de lo sucedido en Valencia, donde Aurora Algarra es
reincidente en el triunfo, apenas tengan un mínimo de ojo volverán a visitar
los cercados de La Capitana sin que esté muy claro que eso vaya en beneficio de
todos.
Gran corrida de Algarra, que
resumió lo mejor de lo bravo actual: emoción, toreabilidad, presencia,
importancia… ¡Y los mandones en la inopia! Agotando la veta del sota, caballo y
rey de siempre, perdiendo la oportunidad de abrir el abanico ganadero
En Valencia, los dos del mano a mano, Ureña y Román, se
enzarzaron de primeras, con educación, eso sí, que no falten las formas, pero
aguerridos, conscientes de lo que se jugaban, sabedores de lo que tienen los
triunfos -también los fracasos- en una plaza de primera, sabedores de que
estamos como quien dice en vísperas de Fallas, la otra feria que tanto apetece
y tanto da a la gente de coleta. Los dos se ganaron un lugar de privilegio en
ese orden que tan a rajatabla llevan los empresarios a la hora de cerrar ferias
de primero llamo a este y luego a este y más tarde a aquel otro… A los del mano
a mano, incluida a la ganadera, ya no tendrían ni que esperar a las Navidades
para decirles que están puestos en día de máximo rango y después de ellos que
pongan el orden de llamadas que les pete o consideren, este, aquel y el otro.
Y si esa ha sido la cumbre de la Fira, la Fira siempre da
cumbres, también hubo otros momentos de gran interés. Los festejos de los
chicos que les comenté; la excelente novillada de Zacarías; la aparición de un
nuevo mejicano, San Román se anuncia, con muchos fundamentos de torero; y/o la
dificultad de una corrida de Cuadri muy dura, poco brava y nada fácil. Más de
uno se ha rasgado por ello las vestiduras pero es lo que tienen las ganaderías
encastadas y duras, que cuando no salen bravas, salen difíciles, muy difíciles,
de ahí que los que exigen en los despachos no pregunten cómo son los buenos
sino cómo salen los malos. Lo que no tiene sentido es pedir que uno de Cuadri
embista como uno de Cuvillo. Aun así tuvo virtudes y los tres matadores
tuvieron un toro de triunfo por coleta, apostando, claro, y nadie se aburrió ni
comió pipas, como se dice ahora. ¿No querían tragos fuertes?
Roca Rey hizo un ejercicio de fe
hasta el último segundo y acabó salvando al toro y la tarde cuando nadie daba
un duro por ello. Fue una faena made in el peruano, explosiva y creativa, de
torero maduro
La tarde del cierre fue otra fiesta, otra Tauromaquia, otro
modelo. No digo en las antípodas, pero casi. Una corrida de Cuvillo deslucida,
muy lejos de lo que esperan los toreros y muy lejos de lo que quiere el
público. La vuelta al ruedo al sexto no pasa del territorio de las anécdotas.
Voluntarismo e hilaridad. Inexplicable. La mejor virtud del toro fue su buena
suerte, la de encontrarse con Roca Rey, que hizo un ejercicio de fe hasta el
último segundo y acabó salvando al toro y la tarde cuando nadie daba un duro
por un final feliz. Fue una faena made in el peruano, explosiva y creativa, de
torero maduro. Hasta ahí, de la tarde solo cabía salvar dos sinfonías
inacabadas de Josemari entre los clamores de un público decidida y
definitivamente manzanarista. No es mal gusto este. Y con lo que les cuento, se
acaba la Feria de Julio y ya sabe que por Julio, en Valencia, la cumbre se
llama Ureña.
(*) Las circunstancias que cercan a la Fira de Juliol son
varias, la mayoría marcadas por un desinterés que genera más desinterés: el de
la Administración, fundamentalmente, de la ciudad, claramente beligerante con
los toros en estos momentos, y el de los profesionales del toreo, infectados de
cortoplacismo, más preocupados del hoy que del mañana, de tal manera que
llegado el momento de dar la cara se ponen de lado. Es verdad que falta el
entorno lúdico de otro tiempo y que los efectos de la segunda residencia son
demoledores, pero viendo el ambientazo turístico de la ciudad y el poco caso
que se les hace, uno no deja de pensar que se está perdiendo una oportunidad de
encontrar nueva compañía. Con un porcentaje mínimo de curiosos se acababan las
excusas de la falta de público. Si no prueban a atraerles nunca se sabrá.
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