sábado, 4 de agosto de 2018

LA PINCELADA DEL DIRECTOR - En Valencia por Julio manda Ureña

Los dos del mano a mano, Ureña y Román, se enzarzaron de primeras. Hubo quites, réplicas, respuesta, a una faena, otra; a un gesto, otro; a una estocada, otra; contra la seriedad, candela; frente a la apasionante serenidad desbordante, arrojo.

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Una tarde de toros. Y toreros. A tomar viento el refrán de Pepe Moros, ya saben, aquel que era tratante en cueros que aseguraba que cuando hay toros no hay toreros y cuando hay toreros no hay toros. Pues el sábado de Fira, esa misma Fira que tienen cercada las circunstancias (*), hubo toros y toreros de tal manera que aficionados y menos aficionados, niños y militares sin graduación, como ofertaban los carteles antiguos, guiris, curiosos y agnósticos se fueron de la plaza toreando. En estado de júbilo. Toreando, agotados, vacíos, aliviados ¡existe el toreo!... Y si alguien se mantuvo en la indiferencia, que se lo haga ver o se suba a un palco. Fue una de esas tardes que surgen de tanto en tanto para quedarse en el imaginario popular, tema de tertulia invernal, referencia para los viejos, Yo estuve el día que Ureña y Román… Y todo seguido bla, bla, bla, con una retahíla de matices y momentos interminables.

La tarde tuvo su intrahistoria. Las suspicacias previas de quienes la ubicaban exclusivamente en el lado de los intereses personales o la descalificaban directamente. Ya se sabe de la suspicacia del mundillo y su maledicencia de siempre. No importa, si había alguna duda sobre la oportunidad del mano a mano, sobre si los mano a mano deben ser así o asá, quedó disipada apenas apareció el primer algarra. Hubo quites, réplicas, respuesta, a una faena, otra; a un gesto, otro; a una estocada, otra; contra la seriedad, candela; frente a la apasionante serenidad desbordante, arrojo. Fue un constante quiero, un vaciarse sin reservas frente a una corrida de toros de Algarra que resumió lo mejor de lo bravo actual: emoción, toreabilidad, presencia, importancia… ¡Y los mandones en la inopia! Agotando la veta del sota, caballo y rey de siempre, perdiendo la oportunidad de abrir el abanico ganadero. Después de lo sucedido en Valencia, donde Aurora Algarra es reincidente en el triunfo, apenas tengan un mínimo de ojo volverán a visitar los cercados de La Capitana sin que esté muy claro que eso vaya en beneficio de todos.

Gran corrida de Algarra, que resumió lo mejor de lo bravo actual: emoción, toreabilidad, presencia, importancia… ¡Y los mandones en la inopia! Agotando la veta del sota, caballo y rey de siempre, perdiendo la oportunidad de abrir el abanico ganadero

En Valencia, los dos del mano a mano, Ureña y Román, se enzarzaron de primeras, con educación, eso sí, que no falten las formas, pero aguerridos, conscientes de lo que se jugaban, sabedores de lo que tienen los triunfos -también los fracasos- en una plaza de primera, sabedores de que estamos como quien dice en vísperas de Fallas, la otra feria que tanto apetece y tanto da a la gente de coleta. Los dos se ganaron un lugar de privilegio en ese orden que tan a rajatabla llevan los empresarios a la hora de cerrar ferias de primero llamo a este y luego a este y más tarde a aquel otro… A los del mano a mano, incluida a la ganadera, ya no tendrían ni que esperar a las Navidades para decirles que están puestos en día de máximo rango y después de ellos que pongan el orden de llamadas que les pete o consideren, este, aquel y el otro.

Y si esa ha sido la cumbre de la Fira, la Fira siempre da cumbres, también hubo otros momentos de gran interés. Los festejos de los chicos que les comenté; la excelente novillada de Zacarías; la aparición de un nuevo mejicano, San Román se anuncia, con muchos fundamentos de torero; y/o la dificultad de una corrida de Cuadri muy dura, poco brava y nada fácil. Más de uno se ha rasgado por ello las vestiduras pero es lo que tienen las ganaderías encastadas y duras, que cuando no salen bravas, salen difíciles, muy difíciles, de ahí que los que exigen en los despachos no pregunten cómo son los buenos sino cómo salen los malos. Lo que no tiene sentido es pedir que uno de Cuadri embista como uno de Cuvillo. Aun así tuvo virtudes y los tres matadores tuvieron un toro de triunfo por coleta, apostando, claro, y nadie se aburrió ni comió pipas, como se dice ahora. ¿No querían tragos fuertes?

Roca Rey hizo un ejercicio de fe hasta el último segundo y acabó salvando al toro y la tarde cuando nadie daba un duro por ello. Fue una faena made in el peruano, explosiva y creativa, de torero maduro

La tarde del cierre fue otra fiesta, otra Tauromaquia, otro modelo. No digo en las antípodas, pero casi. Una corrida de Cuvillo deslucida, muy lejos de lo que esperan los toreros y muy lejos de lo que quiere el público. La vuelta al ruedo al sexto no pasa del territorio de las anécdotas. Voluntarismo e hilaridad. Inexplicable. La mejor virtud del toro fue su buena suerte, la de encontrarse con Roca Rey, que hizo un ejercicio de fe hasta el último segundo y acabó salvando al toro y la tarde cuando nadie daba un duro por un final feliz. Fue una faena made in el peruano, explosiva y creativa, de torero maduro. Hasta ahí, de la tarde solo cabía salvar dos sinfonías inacabadas de Josemari entre los clamores de un público decidida y definitivamente manzanarista. No es mal gusto este. Y con lo que les cuento, se acaba la Feria de Julio y ya sabe que por Julio, en Valencia, la cumbre se llama Ureña.

(*) Las circunstancias que cercan a la Fira de Juliol son varias, la mayoría marcadas por un desinterés que genera más desinterés: el de la Administración, fundamentalmente, de la ciudad, claramente beligerante con los toros en estos momentos, y el de los profesionales del toreo, infectados de cortoplacismo, más preocupados del hoy que del mañana, de tal manera que llegado el momento de dar la cara se ponen de lado. Es verdad que falta el entorno lúdico de otro tiempo y que los efectos de la segunda residencia son demoledores, pero viendo el ambientazo turístico de la ciudad y el poco caso que se les hace, uno no deja de pensar que se está perdiendo una oportunidad de encontrar nueva compañía. Con un porcentaje mínimo de curiosos se acababan las excusas de la falta de público. Si no prueban a atraerles nunca se sabrá.

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