El diestro lleva la cuenta de las
cornadas que ha sufrido, confirma su retirada y explica: "Ante la
tragedia, el torero salva al hombre".
JESÚS RUIZ MANTILLA
Diario EL PAÍS de
Madrid
La casa del maestro Juan José Padilla en Sanlúcar de
Barrameda (Cádiz) es un santuario con piscina y tentadero. Más de 30 cabezas de
toro nos contemplan. Alguno de ellos le asestó en la plaza parte de sus
cornadas.
- ¿Retirada en 2019?
Sí. Ya consciente y total, después de 25 años llenos de
glorias.
- Y terribles.
También. Pero el sufrimiento es parte del precio. Y el toreo
se digna de eso. Sales a la plaza convencido de que vas a triunfar y no a
palmar, si no, no te entregas. Tardes de triunfo y el tributo de las cornadas.
- ¿Lleva la cuenta?
39. No es que me guste, pero me siento orgulloso de haberlas
superado. Y reconocer lo adelantada que está la medicina taurina, de paso. Los
doctores hacen lo posible para que te plantes cada vez más tranquilo ante un
toro.
EL HOMBRE DE LAS 1.400 CORRIDAS
Juan José Padilla (Jerez de la
Frontera, Cádiz, 1973) ha lidiado 1.400 corridas en 25 años. Ha anunciado su
retirada para 2019, pero ante todos queda su estampa de pirata después de que
un toro le arrancara el ojo en Zaragoza. Hoy es ídolo de gran parte de la
afición por su heterodoxia y su entrega.
- ¿Eso quiere decir
que hace pocos años, un torero como usted, no estaría vivo?
Está claro. Ya con la que recibí en Huesca hace 20 años, que
me reventó el duodeno contra la columna vertebral… Fue peor que la de Zaragoza,
donde perdí la visión y la audición. Tengo un acúfeno dentro que vive conmigo.
Yo no sé lo que es el silencio.
- Y aquí está, con
los puntos de la última en la cabeza. ¿Tanta urgencia había por reaparecer en
Pamplona?
Me encontraba bien, no me había mermado. No soy un
superhombre ni un kamikaze que crea incertidumbre.
- Depende lo que
usted entienda como tal.
Yo no hago nada que no pueda cualquiera. Quería despedirme
de esa plaza después de 20 años de idilio, pasión y cornadas.
- En Zaragoza, aunque
suene paradójico, usted vivió la suerte de una cornada. Aquello le dejó un
parche y cambió su carrera. ¿Es consciente?
Así es. Son los renglones torcidos de Dios. Si no me hubiese
cogido ese toro, todo habría sido distinto.
- ¿Por qué siguió?
Hubo división de opiniones en mi entorno. Yo sabía que, ante
la tragedia, el torero salva al hombre. El hombre estaba muy hundido. Viví
mucha pena y mucha angustia. Se acababa todo, pero era peor el dolor de no
volver que el sufrimiento físico. La pena de mi mujer y mis hijos era mayor,
les dolía que el ciclón dejara de soplar.
- ¿Cuándo supo que
podía regresar?
Cuando decidí matar a dos hermanos de «Marqués», el toro que me cogió, ante
mi familia y mi círculo. Llamé a la ganadería de Ana Romero y quise torear un
par de la misma camada. Para ahuyentar fantasmas, con el mismo traje de luces.
- Y ahora que lo deja
porque quiere, esa pena ¿dónde está?
Convertida en gloria. Lo bonito del triunfo es la ilusión
por conseguirlo. Ahora lo he elegido yo, no me retira un toro. He vivido una
etapa muy intensa en las dos orillas.
- ¿Cómo es el otro
lado?
Me he visto muy cerca de partir y con la capacidad de
ponerme en manos de Dios. Sientes paz, entrega y tristeza por poder dejar a tus
hijos. Te apagas pero cuando despiertas sabes que no estás con San Pedro y te
tienes que levantar.
- ¿Verá usted el
final de su mundo?
Se viven unos momentos impensables. Están censurando nuestra
cultura y coartando nuestras libertades. Aunque hay responsabilidades por todas
las partes.
- A ese ojo que le
queda, ¿le ha obligado a ver doble?
Este es el ojo de Dios. No es necesario. Rápidamente,
delante del toro, conduciendo o montando en bici, vi la vida normal.
Milagrosamente, eh. Hay otros que no se adaptan.
- ¿Es usted un ser
anacrónico?
Vivo con los tiempos que me han tocado. Aunque me hubiese
gustado ser como Gladiator. De esa película saqué muchas conclusiones para el
toreo. Es parecido, aunque en lo nuestro hay más baile y más romanticismo.
- Tanto romanticismo,
como rechazo creciente por parte de mucha gente.
Yo siento evolución en nuestro mundo. Entendemos el
espectáculo como total. Desde las banderillas, al picador, a las faenas
variadas con técnica brillante, depurada y limpia. Los toreros de hoy rayan un
gran nivel. Están haciendo época.
- ¿Ve la vida solo
con la filosofía de la tauromaquia o entran otras cosas?
En muchos aspectos, sí, pero no soy fanático. Lo nuestro es
una ética y una épica. No tenemos universidades.
- ¿Cómo le transmite
esos valores a sus hijos?
Con normalidad, lo han integrado. Mi mujer no va a la plaza,
pero mi hija Paloma, con 13 años, ya ha sabido estar a la puerta de la
enfermería tranquilizando a todo el mundo.
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