La
feria acabó siendo un tobogán vertiginoso de amores y desamores, de caminos
encontrados, un serial capicúa, muy bien al principio y muy bien al final con
un interregno negro marcado por el juego de unas corridas que no dieron la
talla a que obligaba su prestigio.
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Bilbao ha sido el tema de la semana. En la plaza,
en las tertulias, en las redes, en los despachos. Bilbao es mucho Bilbao.
Llegado agosto no hay otra feria que decida más. Ni que se discuta ni atraiga
más. Ni plaza que ahora mismo apetezca más en las altas instancias del toreo.
Ojo al cristo, cuidado con los empujones. Volvamos al ruedo, los triunfos en
esa Vista Alegre cotizan alto. Y al revés. Los toreros lo saben y estrujan el
amor propio. Es una responsabilidad asumida. Nadie quiere irse de vacío. A
Bilbao no se va a pasar el tiempo y si alguno tiene la tentación o no le llega
la gasolina, lo paga. Nadie sale indemne. Triunfo o bache. En este sistema o en
el otro o en el de más allá. Una pájara en ese puerto cuenta y pasa factura. En
justa correspondencia, un tirón te saca del pelotón y te lleva a la cumbre. Ahí
está la resonancia del triunfo alcanzado por Roca Rey, cada vez más encaramado
a lo más alto de los altares. Cada día mejor torero y cada día más discutido,
que es la mejor demostración de su ascensión. Ya son ganas de negar la
evidencia, pero no es novedad. ¿Torear derecho, despacio, largo y seguido y
además pasártelos muy cerca, es malo o populista?... ¡Vamos, hombre, con los
doctos! Otro tanto se podría decir de la gran tarde de Urdiales, que ha
reavivado las devociones de propios y ajenos con una fórmula muy de siempre,
naturalidad y buen gusto. Torería. Sin esfuerzo aparente. No sobra lo de aparente
a riesgo de quitarle importancia a la naturalidad. Los dos, Roca y Urdiales,
¡viva la diversidad!, tan distintos en sus estilos, en sus trayectorias, tan
alejados en el tiempo también, una generación les separa, salieron triunfantes
y lanzaron a los cielos una Aste Nagusia que estaba sufriendo en exceso por lo
malas que habían sido las malas tardes, por lo seguidas y por lo mucho que se
necesitaba una feria triunfal que ganase cuota de futuro.