Templado y firme el torero de
Ciudad Rodrigo en su presentación en Bilbao. Fandiño calienta motores en
vísperas de su gran compromiso de hoy. Dos bravos jandillas.
BARQUERITO
MUY ASTIFINA, EN PESO
y en tipo, cortita y fibrosa, la corrida de Jandilla trajo dos toros
de gran vibración. Un segundo «Cachero»
de tantos pies que pareció toro de vértigo. Por la velocidad: el nervio de la
vieja bravura, su codicia sin tregua; y la fijeza de la bravura nueva. Gran
toro. Y un tercero «Vinazo»,
aleonado, de garra parecida a la de su hermano, pero más templado. Así tendrían
que ser todos. Todos los de Jandilla.
Los dos, negros y lustrosos. Con su viveza, donde se decanta
la bravura, esos dos toros dejaron marcada para bien la corrida. Que era la
quinta en puntas del abono. Y la cuarta que superó de sobra el listón. Menos
volúmenes y mucho menos peso de lo que venía siendo norma en Bilbao. Pero más
movilidad y, por tanto, más emoción: la de eso dos toros.
Con uno de ellos vino a debutar felizmente Juan del Álamo en las Corridas
Generales. En sustitución de Morante, que estaba, por cierto, en
la delantera de uno de los palcos de la Galería de sombra de Vista Alegre, Lo
sabría Juan del Álamo y le brindó la
muerte del toro. El toro del brindis lo toreó Juan con mucha verdad. La mayor de todas las verdades fue el
aguante en los cites de largo, muleta por delante, con que abrió tandas por las
dos manos, y que fueron unas cuantas.
El toro atacó como una exhalación. Imperturbable pero
flexible el torero de Ciudad Rodrigo. Descarado, el medio pecho, sueltos los
brazos. No era sencillo sujetarse en esa primera embestida tan de vendaval.
Sangre fría para templarse con el viaje del toro y apurarlo sin esconderse, Y
ligar. La embestida fue de emoción. El aguante, también. No se mide el tiempo
en estas faenas tan fluidas y tan sin escape, pero todo pareció pasar en un
suspiro. Con calma, sin acelerones ni tragantones. Cuando al toro se le bajó la
temperatura, los ataques del torero salmantino fueron más cadenciosos. La
firmeza, conmovedora. Y la soltura: remates templados por alto y cambiados tras
tandas ligadas de no menos de tres. No se escondió el torero. Sino todo lo
contario. Más correoso el toro por la izquierda que por la derecha. Por las dos
manos estuvo puesto el torero. Y convencido. Una estocada desprendida. Buen
debut.
Fandiño no era
novedad ni dejó de serlo. Apretó mucho el segundo toro y hubo que capear sobre
las piernas. Tras la segunda vara, Del
Álamo quitó por mandiles –o delantales- y se quedó tan a gusto. Como
de costumbre, la faena de Fandiño
fue de atacar y no perdonar. Ataques a veces precipitados, pero el toro se
había quedado crudito de varas, que es como le gusta a Fandiño la carne brava, y hubo que poner la carne en el asador. Y
darlo todo. Pelea gentil, sin pausas. Las zapatillas más enterradas que
posadas, algún latigazo de Fandiño.
El toro se rebotaba de bravo. Tandas trepidantes de tres y el de pecho. Un
desarme. Una tanda heterodoxa de molinetes -¡oh,
no, oh, sí…!- antes de la igualada. Una estocada inapelable.
La gracia de esos dos jandillas
y la electricidad de esas dos faenas: más pausada la de Del Álamo que la de Fandiño,
más contundente la de Iván. “Oreja por coleta”, según rancia
expresión. ¿Qué coleta?
El primero de los seis de Jandilla tuvo más bondad
que bravura o fuerza, Padilla le
puso tres pares y le pegó una larga
cambiada de rodillas, y se puso de rodillas y trató de reclamar a voces al
toro. Estuvo distante la gente. No entró la espada. Iba a contar Padilla muy poco en esta fiesta.
Los jandillas de
la segunda mitad no tuvieron el son rampante ni la viveza de los de la primera.
Padilla se dio la coba mínima con el
cuarto, que, siendo bueno, fue toro de los de remangarse y trabajar con
paciencia y sin prisas porque, además de frío, era frágil.
Los dos que cerraron corrida tuvieron bondad. Pero el
quinto, aplomadito, escarbó y echó la cara arriba cuando quiso ir. Le faltaba
gasolina. La comparación inevitable con el motor de segundo y tercero se dejó
sentir.
Es costumbre relativamente reciente que las ganaderías de
procedencia Jandilla-Veragua de pata negra se suelte un toro jabonero. Jaboneros de tan fina piel que
parecen de tinte artificial y curtidos. Pues el sexto jandilla era de esos jaboneros de escaparate. Fue buen toro:
pronto, codicioso y noble, pero apoyaba muy lo justo y, algo endeble, amenazaba
con claudicar. Juan del Álamo lo
toreó despacio con el capote en cuatro lances largos y limpios. Fandiño había pretendido torear con los
vuelos al quinto pero no quiso el toro.
Tanto Fandiño
como Del Álamo se sentían obligados
a redondear una tarde tan propicia. Pero era una tarde de las que salen siempre
en las fotos de Bilbao: cielo cerrado y gris. Y eso se contagia. Fandiño se descalzó, que es una manera
de remangarse, pero ni descalzo quiso el toro comérselo. Ni incierto ni cierto
el toro. Tesón de Fandiño para
forzar al toro. Una tanda severa. Una estocada defectuosa. Del Álamo se descaró con la mano izquierda, se abrió en los medios,
se dejó ver, se pasó al jabonero por
la faja, lo sujetó, se desplantó con verdad. Un desarme a destiempo. Mucha
firmeza.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Todo el día trabajando
en no sé qué. Anoche, la cremita de pescado en el Busterri. Y una tertulia
deliciosa con gente de bien: unos ganaderos de Toledo, los nietos de un gran
torero de arte de los años 30 y un filósofo bohemio que ha decidido irse a
vivir al corazón del Ecuador para averiguar la receta de esa tribu donde los
sabios llegan a cumplir los 130 años sin echar ni arrugas. A todos los de la
tertulia nos había gustado mucho la corrida de Alcurrucén. Mucho.
Desde la ventana de mi
cuarto del Ercilla se divisan las faldas verdes de Archanda, una de las torres
de la Alhóndiga y, en primer plano, una pared de ladrillo claro que seguramente
se fabricó en Muez.
Antes de salir a la
calle -la idea era ir hasta Ziérbana a comer- eché en el salón del Ercilla
tertulia breve pero buena con Agustín
Martínez Bueno, con los médicos de Bilbao y alguno de Pamplona, con la
ganadera de San Mateo y... El mundo
del Ercilla a las 2 de la tarde, que es una gran provincia.
En el Lepanto ya no
hacen aquella tortilla de patata tan jugosa que fue célebre. (Un recuerdo
cariñoso para la difunta Teresa Doueil,
asidua de aquel lugar). La Viña estaba hasta arriba. Una mesita de chiripa en
el Monterrey. Kiko al aparato. Pimientos de Guernica. Mmmmm...! Y una cola de
merluza en ondarresa. El vino, de Muga. Un café. ¿Se puede pagar con tarjeta?
A los toros andando
por aquella cuesta de General Concha por donde subía fumándose un puro Víctor Oyarzabal, que en paz descanse.
De los amigos entrañables de Azpeitia.
Viernes y fiesta. Qué
corta esta semana de ocho días. Y se va como nada.
Estaba en el Ercilla
el alcalde de Bayona, que es cirujano. Y va a dejar la política. No los toros.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Jandilla (Borja Domecq Solís). Muy astifina y
bien puesta, fue corrida terciada, en tipo y de bellas hechuras. Segundo y
tercero, encastados y nerviosos, tuvieron pies, nobleza y fondo. Dieron muy
buen juego. Más que manejables los otros cuatro. Un frágil jabonero, sexto, fue
toro de buen son.
Juan José Padilla, de púrpura y oro, silencio en los dos. Iván Fandiño, de azul celeste y oro,
una oreja y ovación. Juan del Álamo,
de celeste y oro, una oreja y ovación.
Bilbao. 5ª de las Corridas Generales. Nublado, templado. Más de media
plaza.
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