Notable debut del torero de Gerena en Bilbao. Sensación inequívoca de
torero cuajado y en estado de gracia. Bella corrida de La Quinta, con dos toros
de excelente estilo.
Escribano, banderilleando el primero de la tarde, en la que hacía su debut en el ruedo de Vista Alegre. Foto: EFE |
BARQUERITO
LOS MEJORES TOROS DE La
Quinta se jugaron de pares. Estaban abiertos en lotes distintos y, dentro
del patrón propio de una ganadería tan fijada y tan fiable, bastante distintos
fueron. Distintas las hechuras. Armado por delante, muy astifino, el cuarto,
negro bragado, fue el más ofensivo de la corrida y el de más carbón con
diferencia. El segundo, cárdeno oscuro, posiblemente más en la línea Ibarra que cualquiera de los otros
cinco, fue también el de mejor nota en el caballo, el de más pies o más veloz
son en la muleta y el de más encastado final, pues se arrancó hasta tres veces
de tablas a rayas, y la tercera de ellas, con la espada dentro; el sexto,
cárdeno “salpicado” según el programa
de mano, o berrendo y aparejado,
salió tan astifino como el que más, aunque
no tan armado como el cuarto, y descolgó con calidad, pero no empujó de
la misma manera.
Ninguno de los tres se rompió en varas porque, cuando más
apretaba el segundo, pidió Bolívar a su piquero, que levantara el palo, y así
se hizo. El ataque a la segunda vara fue bueno –fijeza y recargando- pero la
recarga llegó a palo levantado. No se había ido a ver toros de los que pelean
desfogándose con los caballos –eso será seguramente el sábado que viene, con la
corrida de Adelaida Rodríguez, y
puede que antes también- pero se
esperaba una corrida más caliente con los montados.
El primero de los seis se derrumbó al salir de la primera
vara, como si fuera una lesión medular, y hubo que levantarlo rabeándolo entre
tres o cuatro. Capitidisminuido y con
sus huellas de sangre en charquitos, ese primero fue toro de muy suave son. De
embestidas casi al ralentí pero casi claudicantes también. Con gas y motor,
habría contado por derecho propio en el bando de los buenos.
Entonces enseñó los dientes Manuel Escribano, que al cabo de
casi diez años de alternativa, debutaba en Bilbao. Enseñar los dientes: una
abierta sonrisa estudiada estuvo subrayando por sistema cada una de sus salidas
de suerte o de la cara del toro; y, luego, los colmillos de la ambición porque
el torero vino a Bilbao a proclamarse: gran facilidad, temple del bueno con la mano derecha, sentido y tino
para torear de capa con variedad y sin encogerse, fuerza para llenar plaza,
resolución con las banderillas, gran corazón al atacar con la espada. Para
proclamarse y reclamar un sitio dentro del tan manido y desgastado escalafón de
toreros de las ferias.
La gracia de la novedad, que es imprescindible ahora y
siempre, pero ahora más que nunca. Novedad sustentada por el conocimiento y la
capacidad. No es casual que solo esta temporada, la de su proclamación, haya
toreado Escribano casi la camada entera de Dolores
Aguirre sin afligirse ni volver la cara. Ni perder la sonrisa. La de Miura en Sevilla, la de Dolores en Pamplona, etcétera. El
expediente es de peso.
Largas cambiadas
en el recibo de los dos toros –y al tremendo cuarto hubo que esperarlo mucho en
el platillo-, lances a la verónica de
buen compás, un galleo por las afueras, un quite por chicuelinas, las bellas medias
de remate. Seis pares de banderillas, a veces forzados porque apretaron los dos
toros. Y una faena, la del cuarto, salpicada de muletazos impecables, falta en
todo caso de ligazón –y esa fue decisión del torero- y un punto abusona de las
pausas, las treguas, los paseos y los tiempos muertos. Cada vez que volvía Escribano
al tajo, se alegraban el toro y la gente. Muy celebrada una vuelta ruedo oreja
en mano pero de las ir pisando huevos. Las vueltas, decían los clásicos, por
fuera de la raya y ligeritas. Palmas bien sonoras para el toro «Lumbrero».
El dúo Escribano-«Lumbrero»
rayó por encima de todo lo demás. De la entrega de Bolívar, del oficio de Rubén
Pinar. De sus dos meritorios trabajos con los otros dos toros de bonanza de La Quinta. Más clara la del segundo,
toro encastado, siempre encajado y presto, atento a quien tuviera delante; más
complicada la del sexto, porque al descolgar tan humillado pero meter los
riñones muy lo justo, la cosa se resolvió bastantes veces con un punteo
inevitable. No de sacudirse engaño ni protestar, sino que no podía seguir el
viaje como quiso Pinar. Y llegó hasta soltarse el toro de engaño dos veces.
Como si renunciara. Brillante la idea de Rubén de aguantarse en los medios, que
es donde quiso el toro.
Una nota llamativa toda la tarde fue la premiosidad
exagerada e injustificada con que discurrieron las seis lidias, las seis sin
excepción. Y otra, la monotonía de las seis faenas, incluida la más brillante,
la del cuarto toro. Tiempo para amarrar toros en el burladero de presidencia,
tiempo para ponerlo en jurisdicción de picador y hasta tiempo después de sacar
el toro del peto, donde no se escupió ninguno.
No hubo tampoco las distracciones tan características de los
toros de estirpe Santa Coloma, sino
una fijeza general. Un quinto toro de cárdena
pinta que parecía de otra casa y de otra familia fue el garbancito o garbanzote
negro, o cárdeno: volvió a un caballo
de picar y se enceló con el peto de ancas, pero en la muleta solo pegó
topetazos, fue correosito, se plantó y se frenó. Un regalo. El tercero,
gracioso lucero, que asomó como un
cohete –la salida clásica de los santacolomas-,
tendió a gatear y se acabó apagando. Pinar le ligó una tanda nada sencilla de
tres naturales y el de pecho. Bolívar le pegó al notable segundo dos docenas de
muletazos –divididas en cinco capítulos, naturalmente, que fueron calcos de sí
mismos. Hasta la hora de rematar por manoletinas
y aguantar las tres sorprendentes arrancadas del toro por él. Lo que pudo haber
sido una cornada en la corva, o dos o tres, se quedó en un destrozo de los
machos, un siete y un rasgado en la taleguilla. Nada.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Isla de Santa Elena, exilio de los déspotas. Los corsos son fieros,
La salsa que Genaro
Pildáin patentó para la merluza es una fórmula guardado en una caja fuerte de
Atlanta, al lado de la de la Coca Cola o Zarza Parrilla, bebida favorita de
Napoleón para aplacar los dolores de estómago.
Me ha impresionado ver
las últimas ruinitas de la Catedral, o sea, del campo de fútbol de San Mamés,
donde ya nunca más. Están terminando casi encima de las ruinas un campo nuevo.
No hacía falta.
Ha tocado la Banda de
Erandio, y no es lo mismo. Siempre que el sonido del saxo predomina en los
pasodobles sobre los clarinetes o los oboes, sentiréis el soniquete de las
orquestas de pueblo. Con ellas se hizo célebre Fellini.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi). De variadas
hechuras, corrida en tipo y astifina. Desdijo de la línea común un quinto
basto. Corrida noble y con fijeza, más apagada o menos guerrera de los
habitual. Segundo y cuarto sacaron personalidad particular.
Manuel Escribano, de turquí y oro, saludos y una oreja. Luis Bolívar,
de púrpura y oro, una oreja y silencio. Rubén Pinar, de verde oliva y oro,
saludos y una oreja.
Domingo, 18 de Agosto de 2013. Bilbao. 2ª de las Corridas Generales. Un
tercio de plaza. Estival pero templado.
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