miércoles, 21 de agosto de 2013

ASTE NAGUCIA 2013 – SEGUNDA CORRIDA: Un toro «Lumbrero» y un Escribano calígrafo

Notable debut del torero de Gerena en Bilbao. Sensación inequívoca de torero cuajado y en estado de gracia. Bella corrida de La Quinta, con dos toros de excelente estilo.
Escribano, banderilleando el primero de la tarde, en la que hacía su debut en el ruedo de Vista Alegre. Foto: EFE

BARQUERITO

LOS MEJORES TOROS DE La Quinta se jugaron de pares. Estaban abiertos en lotes distintos y, dentro del patrón propio de una ganadería tan fijada y tan fiable, bastante distintos fueron. Distintas las hechuras. Armado por delante, muy astifino, el cuarto, negro bragado, fue el más ofensivo de la corrida y el de más carbón con diferencia. El segundo, cárdeno oscuro, posiblemente más en la línea Ibarra que cualquiera de los otros cinco, fue también el de mejor nota en el caballo, el de más pies o más veloz son en la muleta y el de más encastado final, pues se arrancó hasta tres veces de tablas a rayas, y la tercera de ellas, con la espada dentro; el sexto, cárdeno “salpicado” según el programa de mano, o berrendo y aparejado, salió tan astifino como el que más, aunque  no tan armado como el cuarto, y descolgó con calidad, pero no empujó de la misma manera.

Ninguno de los tres se rompió en varas porque, cuando más apretaba el segundo, pidió Bolívar a su piquero, que levantara el palo, y así se hizo. El ataque a la segunda vara fue bueno –fijeza y recargando- pero la recarga llegó a palo levantado. No se había ido a ver toros de los que pelean desfogándose con los caballos –eso será seguramente el sábado que viene, con la corrida de Adelaida Rodríguez, y puede que antes también-  pero se esperaba una corrida más caliente con los montados.

El primero de los seis se derrumbó al salir de la primera vara, como si fuera una lesión medular, y hubo que levantarlo rabeándolo entre tres o cuatro. Capitidisminuido y con sus huellas de sangre en charquitos, ese primero fue toro de muy suave son. De embestidas casi al ralentí pero casi claudicantes también. Con gas y motor, habría contado por derecho propio en el bando de los buenos.

Entonces enseñó los dientes Manuel Escribano, que al cabo de casi diez años de alternativa, debutaba en Bilbao. Enseñar los dientes: una abierta sonrisa estudiada estuvo subrayando por sistema cada una de sus salidas de suerte o de la cara del toro; y, luego, los colmillos de la ambición porque el torero vino a Bilbao a proclamarse: gran facilidad, temple del  bueno con la mano derecha, sentido y tino para torear de capa con variedad y sin encogerse, fuerza para llenar plaza, resolución con las banderillas, gran corazón al atacar con la espada. Para proclamarse y reclamar un sitio dentro del tan manido y desgastado escalafón de toreros de las ferias.

La gracia de la novedad, que es imprescindible ahora y siempre, pero ahora más que nunca. Novedad sustentada por el conocimiento y la capacidad. No es casual que solo esta temporada, la de su proclamación, haya toreado Escribano casi la camada entera de Dolores Aguirre sin afligirse ni volver la cara. Ni perder la sonrisa. La de Miura en Sevilla, la de Dolores en Pamplona, etcétera. El expediente es de peso.

Largas cambiadas en el recibo de los dos toros –y al tremendo cuarto hubo que esperarlo mucho en el platillo-, lances a la verónica de buen compás, un galleo por las afueras, un quite por chicuelinas, las bellas medias de remate. Seis pares de banderillas, a veces forzados porque apretaron los dos toros. Y una faena, la del cuarto, salpicada de muletazos impecables, falta en todo caso de ligazón –y esa fue decisión del torero- y un punto abusona de las pausas, las treguas, los paseos y los tiempos muertos. Cada vez que volvía Escribano al tajo, se alegraban el toro y la gente. Muy celebrada una vuelta ruedo oreja en mano pero de las ir pisando huevos. Las vueltas, decían los clásicos, por fuera de la raya y ligeritas. Palmas bien sonoras para el toro «Lumbrero».

El dúo Escribano-«Lumbrero» rayó por encima de todo lo demás. De la entrega de Bolívar, del oficio de Rubén Pinar. De sus dos meritorios trabajos con los otros dos toros de bonanza de La Quinta. Más clara la del segundo, toro encastado, siempre encajado y presto, atento a quien tuviera delante; más complicada la del sexto, porque al descolgar tan humillado pero meter los riñones muy lo justo, la cosa se resolvió bastantes veces con un punteo inevitable. No de sacudirse engaño ni protestar, sino que no podía seguir el viaje como quiso Pinar. Y llegó hasta soltarse el toro de engaño dos veces. Como si renunciara. Brillante la idea de Rubén de aguantarse en los medios, que es donde quiso el toro.

Una nota llamativa toda la tarde fue la premiosidad exagerada e injustificada con que discurrieron las seis lidias, las seis sin excepción. Y otra, la monotonía de las seis faenas, incluida la más brillante, la del cuarto toro. Tiempo para amarrar toros en el burladero de presidencia, tiempo para ponerlo en jurisdicción de picador y hasta tiempo después de sacar el toro del peto, donde no se escupió ninguno.

No hubo tampoco las distracciones tan características de los toros de estirpe Santa Coloma, sino una fijeza general. Un quinto toro de cárdena pinta que parecía de otra casa y de otra familia fue el garbancito o garbanzote negro, o cárdeno: volvió a un caballo de picar y se enceló con el peto de ancas, pero en la muleta solo pegó topetazos, fue correosito, se plantó y se frenó. Un regalo. El tercero, gracioso lucero, que asomó como un cohete –la salida clásica de los santacolomas-, tendió a gatear y se acabó apagando. Pinar le ligó una tanda nada sencilla de tres naturales y el de pecho. Bolívar le pegó al notable segundo dos docenas de muletazos –divididas en cinco capítulos, naturalmente, que fueron calcos de sí mismos. Hasta la hora de rematar por manoletinas y aguantar las tres sorprendentes arrancadas del toro por él. Lo que pudo haber sido una cornada en la corva, o dos o tres, se quedó en un destrozo de los machos, un siete y un rasgado en la taleguilla. Nada.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Isla de Santa Elena, exilio de los déspotas. Los corsos son fieros,

La salsa que Genaro Pildáin patentó para la merluza es una fórmula guardado en una caja fuerte de Atlanta, al lado de la de la Coca Cola o Zarza Parrilla, bebida favorita de Napoleón para aplacar los dolores de estómago.

Me ha impresionado ver las últimas ruinitas de la Catedral, o sea, del campo de fútbol de San Mamés, donde ya nunca más. Están terminando casi encima de las ruinas un campo nuevo. No hacía falta.

Ha tocado la Banda de Erandio, y no es lo mismo. Siempre que el sonido del saxo predomina en los pasodobles sobre los clarinetes o los oboes, sentiréis el soniquete de las orquestas de pueblo. Con ellas se hizo célebre Fellini.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi). De variadas hechuras, corrida en tipo y astifina. Desdijo de la línea común un quinto basto. Corrida noble y con fijeza, más apagada o menos guerrera de los habitual. Segundo y cuarto sacaron personalidad particular.
Manuel Escribano, de turquí y oro, saludos y una oreja. Luis Bolívar, de púrpura y oro, una oreja y silencio. Rubén Pinar, de verde oliva y oro, saludos y una oreja.
Domingo, 18 de Agosto de 2013. Bilbao. 2ª de las Corridas Generales. Un tercio de plaza. Estival pero templado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario