Versión desilusionada y
desconfiada de El Juli, un Manzanares venido abajo antes de empezar la corrida,
duelo sin intercambio de un solo golpe, noble corrida de El Pilar.
BARQUERITO
DESCONFIADO DESDE
el mismo arranque –se le vino cruzado el toro que rompió plaza- y apático sin
apenas poder ocultarlo, El Juli
vivió la corrida del mano a mano con Manzanares
más a la defensiva que otra cosa. Como un trámite engorroso. No había
motivación ni duelo ni nada que reñir. Mucho más desconfiado Manzanares, que no lo vio claro en
ningún momento y tuvo que tomarse respiros en cada salida y entrada.
Con las cartas marcadas, no hubo partida. Era la tercera vez
en menos de un mes que el mano a mano corría por la misma cuenta o los mismos
actores. Fue, en términos de boxeo, un match nulo. Ni siquiera un intercambio
de golpes. Ni a un solo quite entró El Juli en ninguno de los tres toros
de Manzanares. Con o sin excusa. De Manzanares no se esperaba réplica
porque la capa no es su mejor baza. Esa clamorosa desidia fue retrato preciso
de este combate tan desinflado, inocuo y hueco.
Solo en la faena del primero de corrida llegó a arrancarse la banda de Bilbao. A desgana y
sin mayor reclamo. Sonó el “Marcial”,
tan marchoso. Ni eso animó a la gente. Lo que la gente no podía imaginar era
que ésa iba a ser la única intervención de los músicos durante faena de muleta
en toda la tarde. O que ese primer trabajito de El Juli, solamente
habilidoso, acabaría siendo lo más potable de un espectáculo plano, fastidioso
y venido abajo sin remisión del cuarto toro en adelante. En el cuarto toro se
dejaron sentir silbidos de protesta y desencanto. La sentencia al final de
corrida fue severa: pitaron a los dos toreros al despedirse. Un fiasco
mayúsculo.
La corrida de Moisés Fraile –los seis toros, con
el hierro de El Pilar- salió mucho más noble que brava o poderosa.
Relativamente frágil, de menos a más, según norma de la casa, pero tanto el
menos como el más rozaron mínimos. Ayudaron muy poco los toreros. Manzanares no se puso en serio
prácticamente ni una sola vez. Con más oficio, El Juli trató de sostener
el tipo y guardar las apariencias.
El toro primero, que se le vino cruzado a El
Juli en la primera toma, protestado por una minoría, claudicante tras
la segunda vara y algo trompicado, fue el que mejor aguantó y el único que se
encontró alguna complicidad. No mucha. El toro pedía pausas pero El
Juli se las negó. Una tanda con la izquierda, bien resuelta, con la
marca clásica del carácter de El Juli, fue la sola cima de un
trabajo rutinario, a suerte descargada por sistema. La muleta, de pantalla.
Parecía tener El Juli prisa. Una estocada sin puntilla. Un espejismo.
El segundo de la tarde tardó en fijarse, se picó corrido o
al relance y, aunque puesto en los medios, vino a pararse pronto. Pasivo, Manzanares, ya entonces bloqueado,
trató de torear a la voz pero terminó toreando a voces, que no es lo mismo. Fue
toro de buen trato pero no de los que van ni vienen solos. Ni un muletazo rematado,
dos tandas rehiladas que no ligadas, una estocada a paso de banderillas.
Esos dos primeros toros, colorados, bien hechos, fueron los
más apacibles de una corrida más que pastueña. Excepción a la regla fueron un
tercero negro girón, cuajado y alto de cruz, astifino, engatillado, que estuvo
a punto de pelear pero se rajó a los veinte viajes, y un hondo sexto, el solo
otro negro del envío, que arrastró cuartos traseros, flojeó de manos y no pudo
con su alma pese a querer. Los apuntes fueron de toro serio. Pero todo quedó en
eso: un borrador.
El Juli hizo con el capote alguna fruslería menor –un quite por
delantales algo deshilvanado, recortes estáticos a la manera de El
Fandi-, pareció estirarse a pies juntos con gracia, ligó una tanda con
la diestra y acortó distancias antes de tiempo. Justo cuando el toro le pidió
tregua y sitio. Una trenza sin acabar Julián
de creérsela, una estocada trasera soltando el engaño y dos golpes con el
verduguillo. Se sintió general desilusión. Al terminar el paseíllo le habían
dedicado a El Juli una ovación que lo animaba a salir a saludar. Y él no
quiso. Fue una declaración de intenciones.
Recogido de cuerna, estrecho y de gesto bondadoso, el cuarto
echó las manos por delante, se durmió en el peto en una vara de trámite, tomó
una segunda solo aparente y entonces rompió el primer enfado. La gente protestó
en banderillas y dio la impresión nuevamente de que a Manzanares le pesaban el ambiente y la corrida. Un trasteo
inseguro, de tapar al toro y no consentirle nada. A paso ligero. Una estocada.
Ni con pinzas se tenía para entonces del espectáculo. El
Juli se animó con el capote en el quinto toro, el último de los cinco
que mataba en Bilbao este año. Unas chicuelinas
después de la primera vara, algún detalle menor de capa como lidiador y un
brindis al público que se probó casi a las primeras de cambio compromiso en
vano. Una tanda forzada con la izquierda, cierta tensión nerviosa, toreo a la
voz pero no encajado, más líneas de lo preciso. Muy poca ilusión. Un pinchazo y
una estocada tendida.
Lo más triste del mano a mano fue el final, como sucede
siempre que entra en barrena una corrida. El sexto fue el toro de más cuajo de
los seis, desmontó a Pedro Chocolate
en el caballo de la puerta, puso en apuros en banderillas a un brillante y
valiente Juan José Trujillo y se
salvó del pañuelo verde por los pelos. Los pelos frondosos de un goloso
morrillo. Se llamaba «Campanero»,
como el toro enamorado de la luna. Manzanares
oyó pitos de reproche cuando trató de ponerse pero sin fe, sin dejarse ver. Y
hasta la próxima: el mano a mano de Nimes dentro de tres semanas y media. Los
mismos dos, quemados y chamuscados en este duelo sin golpes de Bilbao.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Solo en las librerías
de lance o de viejo se encuentran las colecciones de Temas Vizcaínos que
durante años editó la Caja de Ahorros Vizcaína y luego la BBK, o Bilbao Bizkaia
Kutxa, que vino a ser la misma cosa pero mucho más brillante: la edición, las
ilustraciones. Dejaron de editarse las dos colecciones. Una pena. En la
librería de Maestro García Rivero compré esta mañana a precio razonable un
manualito sobre Instrumentos musicales vascos que no tiene desperdicio. ¡Qué
joya! Para entender "la musicalidad del pueblo vasco", que no es una
frase hecha no retórica nacionalista.
Y, además, una Bizkaia
en imágenes, con fotos del archivo de Luis Ammán y Román Alonso. Hay una foto
del paseo de Celayeta de Amorebieta. Sin una sola persona. Con su fuente
lavadero, que es un monolito de cuatro caños. El gusto por las fuentes en Vizcaya
y Guipúzcoa es paralelo a su amor por la música. El agua corre y salta
cantarina. Me he hecho con la primera guía oficial de Agroturismo en Vizaya que
hace veinte años publicó Jacinto Gómez Tejedor. Con fotos de todos los
caseríos.
Y una Historia de
Vizcaya y sus instituciones, que no estaría de más leer para entender tantas
guerras.
Si queréis helados
buenos, id a la Turronería de los nietos de Eladio Iváñez en la calle del
Correo. Hay dos heladerías de Iváñez con uve en esa calle pero la buena de
verdad es la que está a espaldas de la iglesia de Santiago, la que regentan
Eladio y Celina Iváñez. Ahí, ahí.
Para comer, el
Monterrey, en la Gran Vía frente al Corte Inglés. Solo siete mesas, pero... No
hay hilo musical, todo está impecable, la carta es larga y ancha, y no cara. Y
si os sentáis de espaldas a la puerta podréis ver al fondo ese cuadro
impresionista donde aparece el caserío de Matxinbenta en que nació Dionisio
Lasa, el difunto creador del Monterrey y su primer dueño. Ahí nace el río
saltarín que baja a Azpeitia hasta el Urola.
Hay dos columnas de
templo egipcio, paredes forradas de madera noble, apliques náuticos. El maitre
más shirene de Bilbao. Y todo enseguida.
La corrida, cero
patatero. Con ello contaba antes de sentarme en el Monterrey ni de pedir donde
los Iváñez buenos de Correo 23 ese helado de turrón que resucita a un muerto.
Si algún neoyorquino
bien acompañado quiere hacer la prueba, un consejo: pasar por el Monterrey a
reservar a la 1 y no más tarde. Vale la pena.
Dicen que en Nueva
York ha subido el precio de la merluza y de la vivienda. No en Bilbao.
Vale!
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El Pilar (Moisés Fraile). Corrida de bellas
hechuras y lindo remate. En tipo los seis. Tercero y sexto montaron más que los
demás y tuvieron mayor cuajo. Fue corrida noble y frágil, apagada en conjunto y
toreada con rácano aliento.
Mano a mano. El Juli, de
violeta y oro, saludos, silencio y silencio. José María Manzanares, de púrpura y oro, silencio, silencio y
pitos.
Dos comprometidos pares de Juan
José Trujillo al sexto.
Martes, 20 de agosto de 2013.
Bilbao. 4ª de las Corridas Generales. Tres cuartos de plaza. Templado y bueno.
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