El
mes de febrero avanza sin que se haya anunciado aún ni un solo festejo taurino.
La evolución de la pandemia no permite hacerse demasiadas ilusiones
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
Seguimos con la misma cantinela, a riesgos de
ponernos pesados. Pero la pregunta empieza a ser más que recurrente: ¿Habrá
toros en 2021? La evolución de la pandemia y el alcance del plan de vacunación
–si es que existe- van a tener la única palabra. Sí, es una obviedad. Pero es
que la percepción del problema va cambiando según avanzan las semanas. El
cambio de año se vivía con un moderado optimismo, espoleado por las
declaraciones de intenciones de algunas empresas dispuestas a dar toros después
de comprobar que en las trincheras sólo había barro.
Pero ya es sabido: no se puede luchar contra los
elementos. Ese clima de esperanza ha ido enfriándose a la vez que la
estadística mostraba los estragos de la tercera ola y las consecuencias de una
Navidad que no debe tener reflejo en la cada vez más cercana Semana Santa. A
partir de ahí... ¿Qué más podemos decir? Ya lo hemos hecho en las semanas
anteriores, haciendo la lista de las ferias de primavera que se han quedado por
el camino mientras las sombras empiezan a entornar el verano. Y si hablamos en
clave hispalense, en la actual situación nadie da ya un duro por esa hipotética
temporada de excepción que debía comenzar el 18 de abril.
Uno de enero, dos de febrero...
La conocida cantinela pamplonica quedó varada en
ese dos de febrero en el que la presidenta de Navarra, señora Chivite, proclamó
lo que todo el mundo ya sabe: tiene que producirse un milagro para que haya
fiestas de San Fermín. En el último Observatorio Taurino ya nos adelantábamos
al asunto antes de que comunidad foral y ayuntamiento se enzarzaran en la
habitual discusión –tan estéril- en torno a quién le compete dar por difuntos
los sanfermines. Lo de siempre. Pero como no se gana nada matando muertos nos
interesa más la posibilidad remota de mantener la celebración de las corridas
de toros, independientemente de la insustituible fiesta callejera y los
encierros universales. El alcalde, Enrique Maya, dice que sí; en la Casa de la
Misericordia –principal beneficiaria de los festejos- no terminan de verlo
claro. Pero volvemos a lo mismo: ¿es posible disociar jarana, corridas y
encierros? Ésa es la ecuación a resolver si es que, llegado el caso, se pudiera
abrir la plaza en un porcentaje razonable de su aforo.
En cualquier caso, la inminente e inevitable
suspensión definitiva de las fiestas de San Fermín –más allá de la tabarra de
los políticos- tiene un impresionante valor simbólico. Son las fiestas más
conocidas de España y no dejan de ser la fachada de ese retablo de afectos
perdidos que se quedan en nada si los comparamos con las tablas de contagios y
las escalofriantes listas de muertos. ¿Qué le vamos a contar? Las
celebraciones, esas fechas que hacen que un año sea algo más que una sucesión
de días, semanas y meses, siguen cayendo una a una mientras seguimos sin
adivinar la fecha de caducidad de esta pesadilla.
De Córdoba y ANOET
La penúltima en caer ha sido la Feria de la Salud
de Córdoba aunque el gerente del Coso de los Califas, José María Garzón, ya se
ha desmarcado de cualquier globalidad asegurando que dará toros con que haya un
mínimo resquicio para hacerlo. No hace falta recordarlo. El emergente
empresario sevillano ya fue capaz de abrir el inmenso embudo cordobés el pasado
12 de octubre con unos condicionantes que habían desanimado a otros pesos
pesados de la patronal taurina. Fue aquel mano a mano entre Morante y Juan
Ortega, de un denso argumento interior que algunos no vieron, que vino a avalar
la nueva categoría del segundo espada y a afianzar, de paso, la posición del
propio Garzón en el mapa del toreo que debería surgir en la era pos-covid.
Y ya que hablamos de Garzón, hacemos eco de una
reciente información publicada por El Mundo. Se trata de la carta que un grupo
de empresarios ajenos al búnker de ANOET –léase Alberto García, Óscar Polo,
Maximino Pérez y el propio Garzón entre otros- han dirigido a su directiva
pidiendo una asamblea extraordinaria y urgente. Se trata de unir fuerzas y
mostrar una cara única frente a las administraciones para manejar este tiempo
incierto que ya se ha convertido en una pasarela a la ruina. Simón Casas, que
es presidente de la cosa además de un viejo zorro, ya se anticipó al ruido de
sables hace pocas semanas invocando el regreso de los hijos pródigos. Ya lo
comentamos entonces y lo repetimos ahora: a buenas horas, mangas verdes.
Demagogia ecologista
Pero dejemos a un lado los zorros para hablar de
esos lobos indultados por el ecologismo de salón que ya decretó, hace años,
otras absurdas normativas que van en contra del verdadero equilibrio del campo.
Los ganaderos ya se enfrentaban al problema de esas aves carroñeras que,
privadas de su alimento natural por la nefasta política de retirada de
cadáveres animales, tienen que llenarse el buche con crías indefensas como los
chotos bravos.
Alianza Rural, entidad que agrupa a los verdaderos
actores del agro español, ha apelado a “la responsabilidad de nuestros
políticos precisamente en unos meses muy difíciles para nuestro país”
pidiéndoles “que se centren en la dura realidad de nuestras gentes del campo, en
conectar realmente al medio rural y urbano, y se alejen de un proteccionismo
radical de personas desconocedoras del campo y de sus necesidades y costumbres
que no ayuda a la defensa de la naturaleza”. Más claro agua...
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