Melancólicas
y esperanzadas reflexiones de un militante y comprometido activista taurino
ANTONIO
LORCA
Diario EL
PAÍS de Madrid
El animalismo se vence con más animalismo (el toro
es una especie única); inventariar las plazas y blindarlas como bienes de
interés cultural; acercar la fiesta a escuelas y universidades; crear un museo
nacional de tauromaquia; promover un lobby nacional y europeo para el fomento,
protección y defensa de la fiesta; abrir al público las dehesas y las
ganaderías; agilizar el ritmo del espectáculo taurino…
Estas no son más que algunas de las propuestas de
Javier López-Galiacho (Albacete, 1963) para anclar la fiesta de los toros en el
siglo XXI, la gran preocupación de este militante y activista taurino, doctor
en Derecho, profesor de Derecho Civil en la Universidad Rey Juan Carlos, y directivo
de una multinacional, pero reconvertido en una factoría de ideas que impidan el
cierre de una afición que descubrió a los seis años en un tendido de la plaza
de su ciudad, y que, desde entonces, le ha perseguido hasta hacer de la
tauromaquia una pasión vital.
¿Cómo podemos defender la fiesta de los toros en
esta sociedad destaurinizada del siglo XXI?
He aquí la gran preocupación de López-Galiacho,
fundador hace ya 40 años del Círculo Taurino Universitario Luis Mazzantini (que
otorga el Premio Joaquín Vidal), autor del libro ‘De frente, en corto y por
derecho’, un aficionado entusiasta y comprometido, con los pies en el suelo de
los problemas, pero con la esperanza por las nubes de que esta tradición pueda
continuar a pesar de tantas dificultades como la atribulan.
“Creo que el espectáculo no se ha cuidado por
dentro y aún persisten prácticas de gestión empresarial del siglo XIX”,
comenta. “Hay que hacer un replanteamiento completo del negocio taurino”,
añade.
“Veo es un gran desierto de ideas en el sector taurino”
“Entiendo que los taurinos deben emular al gran
Luis Aragonés, quien, tras el fracaso de la selección española de fútbol en la
Eurocopa de 2004, convocó una gran sentada del sector y se preguntó: ¿a qué
queremos jugar? De ahí surgió una estrategia que nos llevó a ganar dos
eurocopas y un mundial”.
López-Galiacho está convencido de que el toreo
debe crear una estructura profesional al estilo de la Liga de Fútbol
Profesional, que ofrezca propuestas para gestionar el sector desde arriba.
“Y aplicar fórmulas del márquetin moderno para
vender el producto. El recordado Iván Fandiño ha sido el único torero que las
utilizó con motivo de su encerrona en Las Ventas en 2015”.
“La caza pervivirá”, -añade-, “porque encargó a
Deloitte un estudio sobre el estado del sector, y con ese documento se ha
sentado a hablar con las Administraciones Públicas. ¿Qué tiene el toreo para
hablar con los políticos? ¿Dónde están los datos? Es imprescindible un ‘libro
blanco’ sobre la situación de la fiesta”.
“Y una auditoría social”, insiste. “Somos muy
pocos los que nos manifestamos como taurinos, pero hay que recordar que, hace
unos años, el palco televisivo del Plus estaba repleto de actores, escritores,
futbolistas y famosos que hoy han desaparecido por miedo; debemos conocer
cuáles son los apoyos de la fiesta en la sociedad”.
López-Galiacho es un convencido de la necesidad de
potenciar la sociedad civil, un amante del teatro (fundador y presidente de la
Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España), del circo y
el cine, y se sorprende de que el toreo sea el único arte que solo defienden
los aficionados.
“¿Dónde están los toreros”?, se pregunta. “¿Por
qué están ocultos en estos tiempos tan difíciles?”
“Lo que yo veo es un gran desierto de ideas”,
afirma López-Galiacho.
Y fundamenta su inquietud en la “profunda
destaurinización” que, a su juicio, padece España.
“Esta situación se produce”, en su opinión, “por
el empuje extraordinario del animalismo, la pérdida de afición y la ayuda de
los políticos”.
“Siempre mantendré la esperanza, pero nos quedan
dos cartuchos, no más”.
“Es verdad que la sociedad ha evolucionado del
campo a la ciudad, de una estrecha relación con los animales a la tecnología
del 5G; vivimos una mascotización social y los animales se han humanizado; los
toros han desaparecido de la televisión y están vetados en las escuelas; mis
alumnos no saben quién es José Tomás, pero se tutean con Messi”.
“Tengo la impresión de que el sector taurino no es
consciente de la fuerza del enemigo”, insiste. “El animalismo nos ha ganado por
goleada; es un adversario poderosísimo que está influyendo en la política”.
“Yo me he encontrado en la séptima avenida de
Nueva York un gran anuncio en el que se veía a un torero entrando a matar y una
leyenda que decía: ‘¿Arte o tortura?’ ¿Quién paga eso?”
- ¿No será que la batalla está perdida y usted no
es más que un nostálgico?
- “En este caso, me remito a Jorge Luis Borges:
‘Sin esperanza, en la retirada nos seguiremos batiendo’. Como taurino no puedo
responder a esa pregunta. Nadie daba un duro por Manili la tarde que se
enfrentó a una corrida de Miura en Madrid y salió a hombros. Siempre mantendré
la esperanza, pero nos quedan dos cartuchos, no más”.
“No hay toros, no se habla de toros. El fútbol ha
seguido adelante, aun con partidos sin público, descafeinados, pero se ha
mantenido. Aquí, salvo unos cuantos empresarios que se la han jugado, los
grandes han permanecido escondidos en el burladero, por las razones que sean.
Hace unos días, decía Concha Velasco en el teatro que hay que seguir levantando
el telón cada día, y yo digo que hay que abrir el portón de cuadrillas,
ajustándose a las circunstancias del momento”.
“El Real Madrid”, prosigue, “ha aprovechado esta
situación excepcional para remodelar el estadio Santiago Bernabéu; la Comunidad
de Madrid, por su parte, no ha movido un ladrillo de la anunciada y necesaria
rehabilitación de Las Ventas. Lo que le he comentado: el toreo es un desierto
de ideas”.
- ¿Cree
usted que la fiesta de los toros está en riesgo de desaparición?
Repito: nos quedan dos balas; como no hagamos algo
y sigamos atrincherados…
(Javier López-Galiacho recuerda con entusiasmo la
primera vez que visitó el claustro del monasterio de Silos, siglo XIV, en cuyo
artesonado aparece un castellano echándole un trapo rojo a un toro, y cita al
prestigioso antropólogo español José Antonio Juáregui, que escribió una tesis
doctoral sobre ‘Simbología del mundo del toreo’…)
“No debemos permitir”, concluye, “que ese rico
patrimonio histórico y cultural desaparezca; si perdemos la tauromaquia es como
si rompiéramos stradivarius por las esquinas…”
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