El
Comité de Crisis, el síntoma más claro de que la tauromaquia navega a la deriva
ANTONIO
LORCA
Diario
EL PAÍS de Madrid
¿Dónde están los toreros? ¿Dónde los empresarios?
¿Y los ganaderos? No se les ve el pelo a ninguno de ellos. Callados, asustados,
escondidos…
Todos haciéndoles el trabajo a los antitaurinos;
todos viendo desde la barandilla cómo la tauromaquia se hunde poco a poco, y
ellos, en silencio, apocados, amordazados, irresponsabilizados, como si esta
historia no les afectara.
No ha vivido la fiesta de los toros un momento más
dramático en toda su historia, y los taurinos no están moviendo un dedo para
frenar esta tormenta perfecta que parece diseñada por los más feroces enemigos
del espectáculo.
Es verdad que la solución a la inesperada pandemia
no está en las manos de los taurinos; es cierto que la esperanza depositada en
este año 2021 se desvanece con el paso de los días, pero lo que no tiene explicación
alguna es que el mundo del toro esté desaparecido y pasivo, a la espera de que
la vacuna devuelva una normalidad que nadie sabe cuándo ni cómo será posible.
La fiesta corre un peligro cierto de desaparición;
y este es un motivo más que suficiente para que el toreo en su conjunto
estuviera en pie, unido y exigente ante sí mismo y ante las distintas
administraciones a fin de inyectarle vida a un espectáculo moribundo y
necesitado de cuidados intensivos.
La fiesta de los toros corre un peligro cierto de
desaparición
Hace unos días, la actriz Concha Velasco decía en
el teatro Reina Victoria de Madrid que, a pesar de todas las dificultades,
había que levantar el telón todas las tardes para que no se perdiera la
afición. Y allí estaba ella, a sus ochenta y un años, en el escenario.
En el toro, cada cual está en su cuartel de
invierno, unos más confortables que otros, pero todos a la espera de que las
circunstancias y el tiempo solucionen un problema cada vez más complejo y
enrevesado.
A estas alturas del calendario, por ejemplo, no
está nada claro que las plazas de Madrid y Sevilla abran sus puertas en algún
momento después de un año de cierre.
¿Cómo es posible que Simón Casas, Rafael García
Garrido y Ramón Valencia no hayan manifestado todavía su firme intención de
celebrar festejos en Las Ventas y la Maestranza como condición indispensable
para mantener la esperanza?
¿Cómo se explica que el toreo al completo no esté
en pie de guerra frente a la taurina Comunidad de Madrid y la Real Maestranza
de Caballería de Sevilla para que sean estas, propietarias de las plazas, las
primeras interesadas en abrirlas?
¿Acaso están dispuestas las figuras a cobrar
menos? ¿Y los ganaderos? ¿Y los subalternos?
¿Cómo es que los diligentes departamentos de
prensa de los toreros no están llamando a las puertas de los programas de
televisión para dar fe, al menos, de que la tauromaquia existe?
¿Cómo es que el toreo no se rebela contra esta
situación que amenaza gravemente con acabar con la fiesta de los toros?
Que alguien diga a quién importa esta fiesta.
Este ensordecedor silencio que arrasa la
tauromaquia actual es la mejor prueba de la soledad de una tradición que, hoy
más que nunca, parece llamada a desaparecer por la desidia de sus
protagonistas.
El silencio de sector es más dañino que la pandemia
Porque ya no es la pandemia el veneno que está
matando la tauromaquia; el enemigo es la pasividad de quienes viven de ella.
Por cierto, existe un comité de crisis, creado el
pasado año para hacer frente a la situación, formado por representantes de los
distintos sectores.
Durante dos días se han reunido en una finca
salmantina, y el pasado miércoles hicieron público un comunicado, cuyo
contenido es más que suficiente para correr a gorrazos por la calle Alcalá
arriba a todos los participantes.
La Fundación Toro de Lidia, emisora de la nota,
dice en su encabezamiento que el objetivo de la reunión era analizar el
comienzo de la temporada taurina.
El texto completo de la misma es el siguiente:
“El
Comité de Crisis, de acuerdo con el orden del día de la reunión, ha adoptado
una serie de conclusiones, para su aprobación por las diferentes asociaciones:
1.
Con vistas a poder afrontar la difícil situación, el comité se reestructura en
una comisión permanente del sector, acordando ampliar su composición de manera
que se tenga una mayor representatividad, manteniendo la flexibilidad operativa
necesaria.
2.
Análisis del proyecto de la Gira de Reconstrucción 2020:
-Revisión
de cuentas, que se harán públicas tan pronto se cierre el ciclo con las dos
corridas de toros aplazadas.
-Estudio
de la aplicación de los fondos generados con la Gira de Reconstrucción.
3.
Planteamiento de las bases para la Gira de Reconstrucción en 2021, hasta el
comienzo de la actividad ordinaria.
4.
Compromiso de las partes para adecuar, en la medida de lo posible, la actividad
a las limitaciones sanitarias.
5.
Análisis de las medidas a adoptar para la renovación y reactivación del sector
taurino.
La
reunión se ha mantenido con el conocimiento de la autoridad sanitaria y con
estricto cumplimiento de la normativa vigente”.
Según añadía la agencia Efe, los asistentes a la
reunión fueron las siguientes personas: Antonio Barrera y Óscar Martínez
Labiano, por los empresarios; Íñigo Fraile y José Pedro Prados, El Fundi, por
los toreros; Antonio Bañuelos y Lucía Martín, por los ganaderos; Ángel Luis
Prados, por los subalternos, y Victorino Martín, Cristina Sánchez y Borja
Cardelús, por la Fundación Toro de Lidia.
¿Es posible una nota más obtusa y críptica?
¿Alguien es capaz de adivinar cuáles fueron los
acuerdos adoptados, si es que hubo alguno? ¿Dónde están las soluciones?
¿Qué pretenden ocultar?
¿Acaso es que solo analizaron el asunto de los
dineros de la Gira de Reconstrucción?
Con estos mimbres no parece posible hacer un
cesto. Con estos representantes, esta oscuridad de ideas, esta absoluta falta
de transparencia, y, lo que es peor, esta ausencia de una estrategia surgida
desde la unidad, la fiesta de los toros no se recuperará.
Este comité de crisis es la prueba evidente de que
la fiesta naufraga a la deriva.
Con este comité, con estos toreros, ganaderos y
empresarios no será necesario que Podemos intensifique sus ataques, que el PSOE
mantenga su secular ambigüedad o que VOX se vista de luces.
Con estos representantes, la tauromaquia tiene
fecha de caducidad. La duda es si está o no a la vuelta de la esquina.
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