Este
jueves víctima de un ACV hemorrágico
Don Luis Alfredo Echenagucia (der.) junto a don Andrés Miguel Velutini (izq.), en la plaza de tientas de lo que fue la ganadería Los Marañones. Foto: RDV |
RUBEN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Víctima de la rotura de un aneurisma cerebral
diagnosticado recientemente, mientras estaba en recuperación de COVID, este
jueves en horas de la mañana ha fallecido el ganadero de reses bravas, don Luis Alfredo Echenagucia, quien en
sociedad con don Andrés Miguel Velutini,
formaron el extinto hierro de Los Marañones.
Ha sido y fue Luis
Alfredo Echenagucia todo un personaje de la fiesta brava venezolana, esa
misma que vivió en su máxima plenitud desde comienzos de la década de los ’80 cuando
comenzarían en sociedad con Velutini
la gran apuesta por la cria del toro bravo venezolano, y en especial por la
sangre Santa Coloma, a través de la formación
de la ganadería Los Marañones, la
misma que tuvo sus orígenes en las amplias y calurosas sabanas de Achaguas, en
pleno llano apureño.
Afable, amigo de sus amigos, buen padre, abierto a
los consejos, así como un gran conversador del toro bravo, tal y como le define
el veterano aficionado Manuel Zafrané,
Luis Alfredo Echenagucia era primo
hermano de don Orlando Echenagucia,
propietario de la igualmente extinta ganadería de La Cruz de Hierro, que así mismo fue el bastión más prolijo de sangre
Saltillo que ha llegado a Venezuela, vía
Garfias, con los mismos comienzos
santacolomeños, que le dieron personalidad y respeto a sus pupilos en las
principales plazas de toros del país.
Ambos hierros pastaron en las empinadas montañas merideñas
de El Molino, desde comienzos de la década de los ’90, donde dieron rienda a su
vasta afición, seleccionando un tipo de toro para toreros con la técnica y
entrega del toro con edad y el trapío que imponía respeto.
Desde estas líneas nos unimos al dolor de la
perdida de una gran persona, a quien se le debe también el haber escrito con
letras doradas la historia contemporánea del toreo en el campo bravo
venezolano.
Más acentuada sus influencia ibarreñas, los toros de Los Marañones se caracterizaron por su encastado comportamiento. Foto: Eduardo Torín |
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