FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
La estampa que reclaman los aficionados, a estas
alturas del nuevo año, es la de los alguaciles rompiendo Plaza. Todo el mundo
quiere que se abran los cosos taurinos, que suene el clarín y salga el toro.
Desde algunos medios de comunicación --especialmente las redes sociales—ya no
es que pidan toros, es que claman por ellos. Y ese clamor tiene algo de
protesta por lo que se considera desidia, absentismo, escepticismo o qué se yo
cuántos ismos más, en que parecen estar anclados en el ánimo de los llamados “estamentos
taurinos”. ¿Se mueve alguien, oiga? Mutis. ¿Se gestiona desde los organismos
creados al efecto el cómo y el cuándo se aborda la “reconstrucción” del
edificio de la tauromaquia, poco menos que declarado en ruina inminente? Están
el ello, me dicen. ¿Pero qué es “ello”? Les diré lo que tengo registrado en mi
coleto: se han ajustado toros y toreros para la eufemísticamente llamada “feria
de Abril” de Sevilla y su hermana chica de San Miguel. Se han apalabrado sus
ajustes con ganaderos y apoderados, se entiende. Mientras tanto, lo que toca es
esperar noticias sobre “estado del estado” de alarma, que tiene grabado en la
tapa del yoyur su fecha de caducidad: 9 de mayo del 21. Hasta entonces, quietos
hasta ver. ¿Habrá toros en abril? La respuesta la tenían hace un porrón de años
Los Panchos en su popular bolero: ¡quizás, quizás, quizás!...
¡Aquí quiero ver yo a esos empresarios! ¡La
mayoría no arriesgan un duro en tiempos difíciles!, dice –clama-- la afición de
odre añejo y pañuelo verde. Pero, ¿de verdad quieren que arriesguen no ya su
dinero –que también—sino que expongan al personal a provocar un contagio masivo
por imprudencia temeraria? Aquí nadie sabe de la misa la media. La misa es la situación sanitaria del país y la
velocidad de vacunación de sus habitantes para alcanzar eso que se llama
“inmunidad de rebaño”, que no sabía yo la concomitancia que existe entre el
COVID-19 y los cuadrúpedos rumiantes, a los que pertenece el toro de lidia,
cuya conducta “rebañiega” es bien conocida. No se tienen noticias de cómo va a
comportarse el maldito virus de aquí a dentro de un rato, como para lanzarse al
vacío sin conocer el estado de la cuestión de aquí a dos meses, pongo por caso.
Entre tanto, rumores, cabildeos, canutazos sotto voce. En resumen: es inviable la
apertura de una plaza de toros de primera categoría sin que se garantice al
empresario el aforo que puede poner a la venta, porque los gastos
administrativos de callejón para adentro, son disparatados. Pregunten a quien
sepa de esto y verán.
Ya se han hecho públicos, de forma oficiosa, los
carteles de Sevilla. Y están pergeñados los de Madrid, sin concretar todavía
cuántos festejos se pueden dar, probablemente, dejando muy atrás San Isidro.
Todo el mundo echa cuentas y hace números; pero los números esenciales los
tienen que facilitar el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas: el
aforo permitido. Esa es la madre del cordero. De lo contrario, este primer
cuarto de temporada se lo come el lobo de un oscurantismo, con la dentellada
sórdida que provoca nuestra clase política, a quien la cosa del toro y del
toreo les importa tres pitos, dicho sea con forzada modosidad.
Entretanto, tengo la impresión de que se ha
perdido un tiempo precioso para poner al día la estructura de la Tauromaquia
del siglo XXI. Para empezar, que yo sepa, no se ha abordado un tema crucial: la
revisión del Reglamento actual, un texto farragoso, caduco, trasnochado,
inconcreto e inservible en los tiempos que vivimos. Ya se podrían haber reunido
los representantes de los distintos gremios y la autoridad competente –en este
caso el Ministro de Cultura—para perfilar la redacción de uno nuevo y único, abordando cuestiones
esenciales como la suerte de varas, la configuración de cuadrillas en los
tiempos que se avecinan, la dimensión del propio espectáculo, las competencias
y atribuciones de presidentes, delegados y veterinarios y su relación paralela
con las responsabilidades, dar un repaso y una vuelta a la lidia, en sintonía
con las nuevas tendencias de los aficionados, etcétera, etcétera… ¿Se ha movido
alguien o algo, por ventura? Mutismo total.
Hoy, Día de Andalucía, por primera vez en muchos
años –por lo menos desde la Transición—, no se han registrado noticias de
festejos taurinos en esa demarcación geográfica. Inaudito. Llega marzo y la
casa de la Fiesta, sin barrer. Vete a saber cuándo cabalgarán de nuevo los
alguacilillos.
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