JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Sin duda, con su prolija historia y su
significado, el viejo coso del Rimac es no sólo emblema de la identidad, la
tradición y la cultura peruana como escribe Magaly, sino de Hispanoamérica
entera y patrimonio de la humanidad, reconocido por la Unesco.
Si, pero no fue con mucho la primera en este lado
del mar. Aunque quizá sí la primera en firme y la única que aun bajo el
maquillaje de su remodelación guarda testimonio auténtico del siglo XVIII.
Cuando Pedro Romero, Pepe-Hillo y Costillares no habían cimentado aún la
liturgia moderna. Sólida prueba para los aficionados, no aficionados y
antiaficionados acá, de que la Fiesta es parte ancestral en la fusión que
somos.
Hacho, nombre original que por el camino de la
costumbre coloquial perdió su “H” más no su significado: lugar de la costa,
desde donde se veía el mar y se lanzaban señales luminosas (hachos). Proyectó
siete años después de su inauguración, al torero peruano “Mariano Ceballos”
hacia España (Pamplona, Zaragoza, Madrid, etc.) donde oscuro, alto y esbelto
abrumó con su destreza y arrojo a los públicos del siglo de las luces.
Cautivando al mismísimo Goya, quien lo llamó
“indio” (que por cierto no lo era, sino negro y esclavo liberto), al punto que
le dedicó cinco obras a lo largo de su vida genial, inmortalizándolo. Todas,
pintadas o grabadas después que le matara un toro en Tudela por 1780.
Mariano, quien lidiaba y montaba bravos, fue la
primera gran figura americana del toreo en Europa, precediendo por más de uno y
dos siglos a los mexicanos: Díaz, Gaona y Armillita, el venezolano Girón, el
colombiano Rincón y el también peruano Roca-Rey.
La venerable plaza, con su arquitectura simbiótica
y su museo, ha sido escenario de la evolución de aquel toreo-combate al
toreo-arte. Sobre su arena han oficiado muchos primados del culto a través de
cuatro siglos En el XX, por ejemplo: Rafael, Rodolfo, José, Juan, Manuel, los
dos Antonios, Francisco, Santiago…
Abundan hoy los neobárbaros, ahistóricos, hirsutos
o con doctos aires, incluso limeños, que no solo pujan por negarle su condición
de monumento genealógico y despojarla de su función propia, sino por borrarla
del mapa y la memoria colectiva. Valga el cumpleaños para llamar a su defensa,
pues Acho somos todos.
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