FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
La estampa que reclaman los aficionados, a estas
alturas del nuevo año, es la de los alguaciles rompiendo Plaza. Todo el mundo
quiere que se abran los cosos taurinos, que suene el clarín y salga el toro.
Desde algunos medios de comunicación --especialmente las redes sociales—ya no
es que pidan toros, es que claman por ellos. Y ese clamor tiene algo de
protesta por lo que se considera desidia, absentismo, escepticismo o qué se yo
cuántos ismos más, en que parecen estar anclados en el ánimo de los llamados “estamentos
taurinos”. ¿Se mueve alguien, oiga? Mutis. ¿Se gestiona desde los organismos
creados al efecto el cómo y el cuándo se aborda la “reconstrucción” del
edificio de la tauromaquia, poco menos que declarado en ruina inminente? Están
el ello, me dicen. ¿Pero qué es “ello”? Les diré lo que tengo registrado en mi
coleto: se han ajustado toros y toreros para la eufemísticamente llamada “feria
de Abril” de Sevilla y su hermana chica de San Miguel. Se han apalabrado sus
ajustes con ganaderos y apoderados, se entiende. Mientras tanto, lo que toca es
esperar noticias sobre “estado del estado” de alarma, que tiene grabado en la
tapa del yoyur su fecha de caducidad: 9 de mayo del 21. Hasta entonces, quietos
hasta ver. ¿Habrá toros en abril? La respuesta la tenían hace un porrón de años
Los Panchos en su popular bolero: ¡quizás, quizás, quizás!...