FERNANDO FERNÁNDEZ
ROMÁN
@FFernandezRoman
Cuando pasan estas cosas hay que estar ahí, en el meollo
caliente de la noticia. Por eso, ayer me fui al Congreso y me metí entre la
gente que empezaba a hormiguear por sus aledaños a eso de las tres y pico de la
tarde, que es la hora tonta del perro del hortelano: ni te ha dado tiempo a
comer ni te dejarán hacerlo en un rato largo. Pero me fui, resuelto y
expectante, a ver qué pasaba fuera, porque lo de dentro (el resultado) ya
estaba cantado. La Iniciativa Legislativa Popular que propugna declarar a la
fiesta de los toros Bien de Interés Cultural, saldría adelante para su
inmediato trámite parlamentario con los votos de la mayoría del PP, además de
los grupos políticos que buenamente quisieran adherirse a la propuesta. El
interés estaba, pues, dividido en dos frentes: la respuesta de “la calle”, con la presencia frente al
inmenso fogón en el que se cocinan las Leyes en este país de unos cientos de
aguerridos españoles, con abundancia de gente joven, y la otra respuesta de los
nominados para subir a la tribuna. “A ver
qué dicen”, se oía en los corrillos de afuera, minutos antes de que
entraran en liza los primeros espadas de la oratoria, previa brega de sus
correspondientes cuadrillas. El paseíllo parlamentario también es multicolor:
desde el azul-marina de la actual derecha, al rojo chillón de la izquierda más
radical, pasando por el desvaído azulón de algunos nacionalistas, el rojillo
indefinido del primer partido de la oposición, el rosa-palo de UPyD y otros que
producen un daltonismo permanente a quienes los contemplan.
“A ver qué dicen”,
se volvía a escuchar en los improvisados conciliábulos, a medida que se
acercaban las cuatro de la tarde. Pues qué van a decir, lo de siempre. Política
y toros forman un tándem previsible –pensaba este menda–; y, sin embargo, los
políticos que nos gobiernan a los españoles en este tramo primisecular todavía
son capaces de poner a prueba nuestra proclividad para entrar en el campo de lo
atónito. Así nos dejó el portavoz de ERC con su alegato del “¡No pasarán!”, llamando a las
barricadas y esgrimiendo esa iracundia del ultra que se siente herido en el
tuétano de su cerrilidad. Tienen los catalanes (los nacionalistas catalanes,
ahora hermanados con CiU) una extraña fijación con el ombligo, con el suyo, y
no dejan de mirárselo para averiguar el proceso de cicatrización que presenta
el tijeretazo recién dado en el cordón que histórica y geográficamente les une
con España. Echaron a los toros de Cataluña mediante un contubernio disfrazado de
animalismos y falsedades (quitan hasta el toro de Osborne de las carreteras y
los souvenirs españolizados, mientras potencian y financian los corre-bous
porque es “su” tradición) y se rasgan
las vestiduras porque entienden que esta ILP (tan lícita como la suya que
permitió la prohibición) solo va contra ellos, que es una perversa argucia para
que las corridas de toros vuelvan a su territorio. Oiga, no. En tal caso será
una consecuencia. Tápense el ombligo, de una puñetera vez.
La declaración de la Fiesta como Bien de Interés Cultural no
es más que un ejercicio de coherencia, su instalación “oficial” en un lugar que ya está tácitamente reconocido por el
Estado. Recuérdese su integración en el Mérito en las Bellas Artes que
patrocina el Ministerio de Cultura y su traslado al mismo auspiciado por Rubalcaba, con el gobierno anterior.
¿Acaso cuando hablaba de los toros no se le llenaba la boca de Cultura a Carmen Calvo, razonable e inteligente
ministra “del ramo” en la misma
etapa? Hablando del PSOE, hay que ver la de regates que pega con tal de
disfrazar su enfermizo ataque a sus adversarios políticos más directos. No
escarmentado por el petardo en el Parlamento catalán cuando permitió con su
ambigüedad e incoherencia que se aprobara el cierre taurino, ahora va y
enciende otra traca, arguyendo que sí, pero no, que ahora no toca, que ya
tocará, que esto es una cortina de humo de la derecha maligna para intoxicar la
declarada oposición del PP a la tramitación de la otra ILP presentada el mismo
día, y de dramática actualidad, la de los malditos desahucios. Otro petardo:
resulta que el PP decide a última hora cambiar su voto y da vía libre a esta
tramitación, ¿no tiene el grupo socialista instrumentos para averiguar lo que
se cuece en la bancada contraria? En cualquier caso, ya estaba prevista su
posición. Lo había declarado en twitter Eduardo
Madina, ese chico que se sienta junto a su jefe en el hemiciclo: “el grupo socialista “no apoyará” la ILP
taurina…”. Las comillas de entremedias son mías, porque el mensaje tiene
trampa. Quería decir que ya verían si decían que no o se abstenían. Depende. Y
se abstuvieron. Al final, vieron la calentura de las redes sociales en su
contra y la concentración de gente ante el Congreso, y se rilaron por las
pencas. Como el PP cuando escuchó el griterío de afuera, de los desahuciados, y
el clamor social de los que nos solidarizamos con ellos. Y cambió su voto ante
la sorpresa general, quedando como Dios. ¡Qué listos!
En fin, que me fui del Congreso a eso de las seis de la
tarde, contento pero no satisfecho.
Apoyaron al PP los navarros, asturianos y UPyD, cuyo portavoz, Toni Cantó cantó las cuarenta a unos y
otros, con una brillante y encendida plática. Mayoría aplastante. Los
socialistas, dicho está, se abstuvieron y el resto, PNV incluído, rivalizaron
en demagogias y anacrónicos postulados. Sin embargo, era un día histórico para
haber acabado de una vez con tanta hipocresía, tanto desconocimiento y tanta
farsa. Una buena lección de pedagogía hubiera venido como anillo al dedo. Había
que haber dejado bien sentado que la fiesta de los toros no es de derechas ni
de izquierdas, y que los radicalismos son el caldo de cultivo en que se
esterilizan todas las formas de arte. Y citar a Tierno Galván para decir bien alto que “los toros son el acontecimiento
que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español”.
Y que no se puede hacer política con el arte, y, menos aún, abrir las puertas
de la rentabilidad partidista cambiando unas veces la cerradura y otras la
llave.
Ramón Pérez de Ayala
lo dejó escrito en un célebre artículo titulado “Política y Toros”, cuando se refería a “ese, vicio tan español, de
discutir interminablemente sobre asuntos y cosas que no admiten discusión”.
En eso estamos. Después de lo de ayer, y una vez que pase los filtros de las
Cámaras correspondientes, la fiesta de
los toros será declarada en España, por Ley, Bien de Interés Cultural. Era una
asignatura que teníamos pendiente. Aprobaremos en septiembre. Lo ha dicho Albendea.