La
corrida concurso de ganaderías que cerró la feria, fue dominada por un bravo
pero claudicante de Guachicono desorejado por Luis David y un pastueño a límite
de la casta, indultado por Paco Perlaza. Se picó poco.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Fotos: Promotoreando
"Chocolatero", el Guachicono, era un
dibujo. Cinqueño, 480 kilos, castaño capirote, astifino, veleto, muy enrazado y
franco, pero con menos poder del que sus muchas virtudes requerían. Codicioso y
galopante atacó las tres verónicas, tres chicuelinas y la media del alegre
saludo mexicano. Luego se agarró con encono en el certero monopuyazo de
Cayetano Romero que se fue entre palmas. Tomó alegre los faroles y caleserinas
del quite. Lució en banderillas persiguiendo, y tras el primer brindis a Manolo
Molés (que recibió dos), galopó a las primeras cuatro tandas con bravura. Luego
abrió la boca, sacó la lengua, se fatigo, se echó cuan largo era y hubo que
pararlo de rabo y pitones. La lidia que se hizo pausada, medioalta y enfermeril
recuperó el aliento suficiente para engarzar muletazos lentos en redondo y en
círculos completos. Hasta cuatro dosantinas, la última genuflexa. Otras tantas
manoletinas y una estocada fulminante que rodó al bravo desató la petición
complacida de doble trofeo y la inopinada vuelta para los restos.
Cerró el concurso y la feria Luis David con el
Fuentelapeña. Colorado, capacho, intermitente y soso, que forzó una porfía
inútil, empeorada por tres pinchazos y un aviso antes de acostarse mondo y
lirondo.
El Salento, “Manchado” saltó quinto. Negro,
acucharado, cuatreño, Nº 146. Recibió de Rafael Torres la revara más larga de
la tarde, un quite por chiculeinas y un par sorprendente al quiebro, en los
medios, del banderillero Carlos Garrido. Paco Perlaza lo brinda a sus tres
pequeños hijos, se postra de rodillas y liga seis derechas en redondo las tres
últimas de circulo completo ininterrumpido, rematadas ya de pie con el de
pecho. La docilidad supina del toro se unció a la muleta de allí en adelante a
diestra y siniestra. Nuevamente hincado lo circula y de pie la noria infinita,
de la cual un par de veces salió carialto dando la grupa. Nada, la escasa
concurrencia y la banda enardecidas tronaban como si la plaza estuviese llena.
En ese tono la faena corrió larga y variada hasta que se generalizó la petición
de indulto. Esperó el palco más razones y como no las halló, cedió el pañuelo
amarillo y el toro se fue solito a toriles tan amable como había llegado. Las
dos orejas al caleño, la vuelta clamorosa con los niños y de remate, también
con los ganaderos. La plaza era una fiesta.
“Harapo” el
colorado, blando y defensivo Paispamba abrió la tarde, y se pegó dos vueltas de
campana tremendas que le afectaron. Paco había estado a gran altura, mostrando
el carnet de sus veinte años de alternativa. Sesudo, atinado, pero también
emotivo. Hubiese tocado pelo a no ser por los dos en hueso, la estocada corta
inocua, el aviso y el descabello.
Román, que debutaba como matador de toros en este
ruedo se las vio primero. Con el malgeniado de Orbes que le cogió feo, y le
hizo tragar y sudar la gota gorda sin esperanza. Le pinchó dos veces y le
descabelló sin estoquear.
El quinto fue el de Ernesto González, cárdeno,
bello y caribello. Una pintura santacolomeña en hechuras, mas en juego un
muestrario de las dificultades proverbiales de la casta. El valenciano le
apostó con riesgo hasta embarcarlo en una tanda que parecía imposible y cuando
pensamos que iba a más fue a menos. Cinco pinchazos, un aviso y una echada sin
intervención humana.
En las corridas concursos de ganaderías, la suerte
de varas es la protagonista y fiel de la balanza. En esta no llegó ni a
comparsa. Simplemente no se picó a ley. No se llevaron los toros al caballo más
de una vez y ni siquiera se molestaron en trazar las líneas propias de tales
justas. Pero la tarde fue muy festiva, lástima que poco concurrida.
FICHA DEL FESTEJO
Cali. Diciembre 31 2019. Plaza de
Cañaveralejo. Festival, 6ª de feria. Concurso de ganaderías. Sol y nubes. 2.000
personas.
Toros de: Paispamba, blando y defensivo aplaudido. Orbes, encastado con genio. Guachicono,
cinqueño con lámina, bravo, pero blando. Salento,
pastueño. Ernesto González,
encastado e incierto. Fuentelapeña, capacho y soso.
Paco
Perlaza, silencio tras aviso y
dos orejas simbólicas.
Román, saludo y silencio.
Luis
David Adame, dos orejas y
silencio.
Incidencias: Al final de la corrida salieron a hombros
por la Puerta Señor de los Cristales Luis
David y Paco Perlaza.
La bella periodista taurina colombiana María Carolina Andrade, siempre atenta a las entrevistas desde el propio callejón de la plaza. |
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