"Morante de la Puebla", un torero esperado por la exigente afición bilbaína tras la faena antológica del año pasado. |
BARQUERITO
Las veinticuatro plazas para matadores de
toros están repartidas en el abono de Bilbao esta vez entre dieciocho nombres,
seis de los cuales doblarán a lo largo de los siete días mayores de la semana: Ponce, El Juli, Diego Urdiales, Fandiño,
Talavante y David Mora. El juego
casado de cifras llevaría a pensar que esos seis nombres son los pilares de la
gran semana taurina vasca. Y, sin embargo, El Juli sólo ha ganado la segunda de
sus dos plazas merced a la sustitución del convaleciente Manzanares.
Anunciado en una de las dos corridas del
Cincuentenario de Vista Alegre –las dos corridas Extraordinarias o Particulares
del pasado mes de junio-, El Juli fue baja forzosa. Lo acababa
de herir en Granada un toro de Cuvillo –un jabonero del hierro de Benjumea-
y le esperaba ocho días después su mayor compromiso del curso: una corrida de Garcigrande
en Badajoz en un sobrentendido mano a mano con José Tomás aunque en corrida de tres espadas.
El propio José
Tomás se encargó el pasado invierno de desmantelar o dinamitar la
posibilidad de que ese cartel de Badajoz –Padilla
por delante- se pudiera celebrar en Bilbao en los fastos del Cincuentenario. ¡Por qué no…! Y, contando con que no
estaba comprometida la televisión, ¡quién
sabe si no había entrado en cálculos la idea antes de que José Tomás pensara siquiera en descartarla! Pero entonces, cogido y lastimado en Granada
diez días antes, no habría podido comparecer El Juli. Estos son puros
renglones del destino. Los renglones torcidos, que en agosto le devuelven a El
Juli la plaza perdida en una inesperada carambola del mes de junio.
Manzanares, con el aura de su persona y su estilo, arropado por el peso mayor de
su éxito redondo de Sevilla en Abril, venía esta vez a Bilbao como gancho
suculento. Manzanares es torero con
buena prensa. No incondicional, no toda, pero es que de los de toda e
incondicional no hay nadie. ¿O casi nadie? Y la ventaja gananciosa para Manzanares de no tener que abrir cartel
pese a ser por antigüedad –décimo año de matador de alternativa- candidato casi
necesario para encabezar ternas.
Diez años en el tajo, pero a Manzanares le sigue favoreciendo el
papel de torero recental sin serlo. No es nuevo, pero no está del todo visto en
Bilbao porque en Bilbao no ha tocado techo ni fondo. Circunstancia semejante al
nombre más sorprendente del sexteto que dobla: Alejandro Talavante.
Talavante ha entrado en la geometría de las carambolas. Fue él quien sustituyó a
El
Juli en la malograda corrida de junio y supo sacar tajada de ella. Un
toro encastado y no sencillo de Garcigrande, y una faena rumbosa y
zumbante, de riesgo e improvisada, de mucho carácter. De las llamadas de toreo
no de repertorio sino de expresión. El repertorio revisado de las faenas
calientes de Talavante es de
ascendencia mexicana. Dos o tres inviernos de largas estancias en algún
santuario mexicano ganadero han dejado impresión en Talavante, lo han marcado y templado, le han dado una seguridad que
antes tendía a vacilar y hasta quebrarse.
El éxito de Talavante en junio le abrió dos huecos de agosto en Bilbao y en dos
fechas inmejorables. Tal vez el viernes festivo tenga en Bilbao mayor tirón de
taquilla que un martes, un miércoles o un jueves, pero no más caché. Entre taurinos se llama caché no al dinero sino al prestigio. Es
decir, a la categoría. Los toros de Bilbao, dicen de siempre las gentes del
toro, tienen categoría. Pero no todas las fechas tienen la misma.
Si se habla de ganaderos, no es lo mismo
lidiar en domingo –el primero o el último, da casi lo mismo- que hacerlo en
cualquiera de las otras seis fechas disponibles. Talavante viene muy bien colocado. Las dos tardes torea con El
Juli. El martes, la corrida de Cuvillo, con Morante por delante. El jueves, la de El Pilar, en terna que
abre Padilla. A Padilla se le hizo en junio el homenaje de, diría un clásico, su
retorno a Ítaca, que es como un viaje de vuelta a uno mismo. En la pedrea de
puestos libres y acomodables Padilla
ha pillado el comodín de la corrida de El Pilar, que fue, el año pasado, la
más brava en varas de las ocho de la semana y dio, además, el toro premiado por
el Club Cocherito. Y, además del premiado, otro de soberbio fondo que estuvo a
punto de encumbrar a Manzanares. A
punto de…
Cuando tocó medir y sopesar bravura, premiaron
los sabios jurados un toro de El Pilar –no el de la casi cumbre de
Manzanares- y una muy distinguida
corrida de Alcurrucén, pero lo que pasó a la historia dorada de Bilbao fue
una espléndida faena de Morante con
un toro inmensamente grande de Núñez del Cuvillo. Faena feliz, de
registros raros, inimitables, rancia y clásica pero fresca y moderna, como
conviene al llamado “toreo eterno”,
que es una entelequia. Pero algo había que decir. No bastaba aquella tarde con
quedarse con la boca abierta. Morante,
dicen, no estaba por la labor de volver a Bilbao. No querría escalar el Everest
dos años seguidos. Hubo, al final, fumata blanca. Morante es ahora mismo y no se sabe si de momento el único torero
en activo ajeno al mercado de cotizaciones. Pero repetir en Bilbao
revalorizaría sus acciones.
Fandiño estuvo anunciado para doblar por primera vez en Bilbao hace ahora un
año. Lo hizo imposible una cornada a destiempo y casi en vísperas. No sale
gratis perderse dos corridas en Bilbao. David
Mora no estaba anunciado entonces, pero hicieron valer su papel de “torero emergente” –el palabro hizo fortuna-
y acabó toreando no las dos corridas de Fandiño
pero si su mismo número. Se diría que el cartel emergente está siendo esta
temporada el de Padilla, Fandiño y David Mora, porque, sin contar a El
Fandi, son los tres que más han toreado. Fandiño y David,
demasiadas veces juntos en una rivalidad artificial o provocada. Corre el
vicioso rumor de que pretenden echarlos a reñir otro mano a mano de leones en
Madrid en otoño. Fandiño va camino
de matar este año en Bilbao diez toros de ocho divisas distintas. Una marca.
Ponce y El Juli, como perros viejos de esta película, conocen de sobra
el sabor no siempre dulce de un doblete en Bilbao. Y El Juli, hasta de un
trago de tres. Y hasta de una improvisada corrida de único espada el año 2009,
en que estuvo anunciado mano a mano con Perera,
pero Perera, herido, no pudo estar.
Y de la noche a la mañana fue El Juli sustituto sin estorbo ni
desdoro del propio Perera. Con una
corrida de Jandilla que no fue buena ni mala, ni mansa ni brava. Los
números son pura historia o cuentas de tendero.
Para poner de relieve la quincuagésima quinta
actuación de Ponce en Bilbao la
Junta de Vista Alegre ha decidido conmemorar la redondez del número rindiéndole
los honores del aurresku reservado,
según tradición reciente, para los toreros que actúan en Bilbao por última vez.
Sabiéndose que lo hacen por última vez, se entiende, pues en Bilbao, como en
tantas tierras de garbanzos, se han dado casos de presentación y despedida una
misma tarde. Antes y después de la invención de la reinvención taurina del aurresku. No está del todo claro si el
número 55 es redondo o un gracioso capicúa, pero las tradiciones están para
romperse. O no.
Urdiales toreó muy bien el año pasado en Bilbao pero han contado poco con él
este año. Aquí sí lo pagan, A Perera
y a El
Cid se les ha destinado a papeles en teoría secundarios. Perera anda fiero; El Cid, recuperado. En
las pruebas duras sobre el papel –las corridas de Santa Coloma y Albaserrada-
se anuncian, además de Urdiales, el
reverdecido Javier Castaño, el
renacido Eduardo Gallo, los
incombustibles Antonio Ferrera y Luis Bolívar y ese torero todavía por
definir que es Morenito de Aranda.
Luego, cabe hacer una apuesta: si la corrida
de Juan
Pedro Domecq lo permite y el tiempo no lo impide, el torero llamado a
levitar esta semana es Jiménez Fortes,
que tuvo el detalle de tomar hace un año la alternativa en Bilbao. Y no se ha
arrugado desde entonces ni en una sola baza. Levitar es el primer paso para
tocar el cielo con las manos. El cielo no puede esperar.
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