Dos toros inciertos
y difíciles, primero y sexto de Fuente Ymbro, reparten emociones de angustia.
Brava pelea de Urdiales y David Mora. Festejo de muchos tiempos muertos.
BARQUERITO
DOS
HORAS Y MEDIA de festejo, pero parecieron tres. Se
hizo larguísimo. Los dos toros de emoción de la corrida de Fuente Ymbro fueron el
primero y el último. Lo que hizo denso el espectáculo fueron los cuatro toros
jugados entre medias. El ganadero de Fuente Ymbro –Ricardo Gallardo- tiene el capricho de echar anualmente en Bilbao
por lo menos un toro jabonero. Para que se sepa que los tiene. Son mayoría los
negros en Fuente Ymbro; y, luego, los colorados,
y los castaños retintos. Y, en fin,
la minoría de los jaboneros, que
tanto gustan.
Abrió corrida el jabonero. Descarado y astifino. De ancho balcón y muchos pies.
Además de cara –más carnes o presencia que trapío-, tenía plaza el toro. No fue
sencillo. Salieron espabilados y listos los dos toros que más provocaron. En
listeza eléctrica y hasta violenta se llevó la palma el sexto, incierto,
agresivo y de ataques descompuestos. No es que el primero fuera una malva, pero
al menos avisaba: codicioso de partida, pero celoso y pegajoso después. Decían
los taurinos antes: “toro que sabe lo que se deja detrás”. Y, como lo sabía, volvía
revoltoso por sus pasos a buscar tobillos, espinillas, zapatillas o pies.
Diego
Urdiales lo fijó de salida con buenos, seguros y
bonitos lances por delante. Luego de una engañosa pelea en varas –se empleó en
la primera y remoloneó en la segunda- estuvo por decantarse el toro. Su son. Se
abrió con él en los medios el torero de Arnedo. Mientras estuvo tapado Diego, el toro pareció alegre y casi
dócil, pero, en cuanto se descaró, se revolvió el toro, que por la mano izquierda
escoció de verdad: la antena puesta, el viaje retorcido en frenada y gaitazo.
Por la derecha le salió el aire celoso, que no dejó a Diego ligar propiamente, pero sí dibujar muletazos sueltos de rico
trazo. Sin ligazón no hay faena que rompa. Diego
abusó del toreo a la voz y se fue, además, de tiempo. Dos pinchazos y, soltando
el engaño, una entera a capón. Llamativa la calma para resolver la papeleta. El
toro, con su encendido picante, fue de los de hacer sufrir. La gente respiró
tras el arrastre.
Entre ese arrastre y el del sexto –casi dos
horas, plomizo el cielo- se puso más caro y fastidioso el aire. Sólo la
gentileza del palco y los músicos –que atacaron La Giralda durante la faena del cuarto- sacudió un muermo
indisimulable. El segundo de corrida, astifino desde la cepa al pitón,
cornialto y casi veleto, se empleó sin celo y no descolgó. Leandro, airoso en los
seis muletazos de tanteo, se embarcó en largo trajín. Algún muletazo
descaderado, raramente dos seguidos, un exótico final por manoletinas -¿o mondeñinas?-,
tres pinchazos, una honda, dos descabellos.
El tercero, largo y engatillado, bien puesto,
se durmió fijo en una primera vara larguísima. Mora le había pegado en el recibo siete lances de revuelo –mucha
tela- y media compuesta, Urdiales quitó por chicuelinas apuradas. Fue toro mirón, de acostarse por las dos
manos. Y se vino abajo. Un trasteo grave, reiterativo de David. Intentos de toreo ayudado con la izquierda a toro apagado,
cites en uve, agarrones al lomo en los viajes cortos. Una estocada trasera.
El cuarto, alto y ensillado, apretó en una
vara, fue un punto mirón, se lo pensó, se acabó rebrincando. Le pegó Urdiales con la izquierda y ayudándose
muletazos ajustados y templados. Fue, sin embargo, faena morosa. Le faltó
tensión al toro.
El quinto oliscó de salida, escarbó lo
indecible después, se picó al relance y se escupió de la segunda vara y fue en
la muleta protestón, de puntear engaños y frenarse antes de suerte, desarmó a Leandro
hasta tres veces y lo esperó después de cuadrado. No entró la espada, cayó un
aviso. Hasta a los areneros parecían pesarles los pies, las escobas y las
espuertas después de recomponer el ruedo con arena cenicienta.
Y entonces, como ducha fría, se soltó el
sexto, que echaba chispas al lanzarse sin estirarse de verdad. Los viajes
fueron, por eso, arreones inciertos, trallazos de genio. No perdió los papeles
ni los nervios David Mora, que
pretendió torear por derecho y no renunció a hacerlo. Lo que no pudo ser fue
pegarle ni uno ni dos ni tres por abajo al toro. Pero sí cambiarle el viaje
para que no arrollara. Pura majeza. Ese fue el mérito mayor del trabajo, que
tuvo su parte sofocante como todos los combates. Soltando el engaño, una
estocada por el hoyo de las agujas. Rodó el toro.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- He tenido la sensación en dos o tres toros de hoy de que había riesgo
pero no emoción. ¿Ninguna emoción? No mayor que la del llanto de un niño en un
parque de atracciones.
Algún
edil ilustrado -todo para el pueblo pero sin el pueblo, y no todo- ha tenido la
infausta idea de levantar en fiestas un parque temático en el paseo de Clavé
que corre paralelo por delante del Parque de Doña Casilda, paraíso romántico
para amantes de la botánica y la paz. Un destrozo. Hace dos noches estuve en el
Goizeko Izarra con el que maneja todo el espectáculo de La Pérgola -las
bilbainadas matinales, la música retro años 60 de la noche- y decidimos que las
fiestas no son para los niños en contra de lo que pueda pensarse. Mañana subirè
al Parqué de Etxverría a ver los carros del circo. Hay dos vietnamitas
equilibristas que hacen maravillas. Uno
se pone de rodillas y su hermano gemelo se le sube a la cabeza pero apoyando la cabeza sobre esa primera
cabeza. Y se levantan y vuelven a arrodillarse, y el segundo se pega un volatín
y... ¡cae de cabeza!
Entré a
comer al Guría y fue como ir en busca del tiempo perdido y encontrarlo. En un
recodo del salón, el retrato al óleo de Jenaro Pildáin, que en paz descanse.
Parece un actor de Hollywood. En Guría celebraba el difunto Dominique Fournier
su homenaje anual a los amigos de Pamplona que se encontraban mes y medio
después en Bilbao. Y se estrenaba algún vino: el 125 blanco de Chivite, por
ejemplo.
La
comida, a solas, como en un museo. Los platos de cerámica inglesa con la G
alemana grabada a fuego en los bordes, las servilletas de hilo, los
sobremanteles de algodón egipicio, la mantekería blanca, los cubiertos
plateados, las copas de Burdeos, la moqueta escarlata, las paredes forradas de
seda siena, los zócalos de madera noble, la orquídea de tela en la mesa, la luz
clara de apliques escondidos entre los lienzos de pared, el silencio -un tibio
hilo musical de cosas de Mahler-, unos pimientos de Guernica como para llorar
de tan suaves, las habitas frescas, las setas fundidas con ellas, un lenguado
de Bermeo, una sopa de chocolate con
naranja amarga y media botella de un tinto de terciopelo.
¿Y casi
te duermes en los toros? No habrías dormido bien.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Fuente
Ymbro (Ricardo Gallardo).
Corrida astifina, de desiguales hechuras y serio remate. El primero, jabonero,
listo y celoso, fue difícil pero dio juego. El sexto, violento al lanzarse, fue
todavía más complicado. El quinto escarbó y se defendió. A menos un soso
segundo y un manejable cuarto; se paró el tercero.
Diego Urdiales, de verde aceituna y oro,
saludos tras un aviso en los dos. Leandro
Marcos “Leandro”, de verde parra y oro, silencio y silencio tras un aviso. David Mora, de nácar y oro, saludos y
vuelta al ruedo.
Dos notables pares de El Puchi al tercero.
Lunes, 20 de agosto de 2012. Bilbao. 3ª de las Corridas
Generales. Casi un tercio de plaza. Nublado, templado.
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