En la octava de Feria de Málaga, una pésima corrida de El Pilar con sus
añadidos de Juan Pedro fueron definitivos para el desastre. Ni la oreja de
Jiménez Fortes pudo tapar el fracaso.
CARLOS CRIVELL
MÁLAGA.- Sin toro no puede haber fiesta. Y en La
Malagueta se ausentó el toro, así que la mayoría de los lances del festejo
perdieron valor por esta circunstancia, crucial para el desarrollo de las
corridas. No hay toro cuando éste se derrumba continuamente; tampoco cuando embiste
como borracho a media altura; ni, por supuesto, cuando se echa antes de que su
lidiador haya entrado a matar. Todo eso, y muchas cosas más, sucedieron en
durante la última de lidia ordinaria de esta feria.
No vale que el torero
ensaye muletazos sin fin con bonitas posturas cuando delante tiene un toro a
punto de morirse. No es lo que necesita este espectáculo en estos tiempos, que
sólo puede revitalizarse a costa de la emoción que generan un toro encastado,
bravo o manso, pero con movilidad, así como un torero valiente o artista. Todo
lo demás se convierte en un simulacro. La corrida de El Pilar, apenas tres
toros, fue un desecho. Con una presentación al límite, el comportamiento
deslució de principio a fin la lidia. Y si hubo instantes de mayor emoción fue
por el empeño de los toreros.
En la corrida hubo
momentos de inspiración artística, todos con la firma de Morante con el capote y algún muletazo suelto al primero de su
lote. Apareció Enrique Ponce más
entregado en el toro con el que ponía el remate a su paso por la feria. Y
volvió a justificarse Jiménez Fortes.
A pesar de ello, muy poca cosa.
Jiménez Fortes cortó una oreja. El tercero, con el hierro de El
Pilar, fue muy flojo, se cayó en la faena varias veces, aunque también
tuvo mérito el joven espada que logró que no se derrumbara de forma definitiva.
Aprovechó su nobleza para realizar una labor con fases de toreo templado, sobre
todo al final con la izquierda. Estuvo firme, asentado y templado. Lo mató de
forma contundente y sus paisanos consiguieron que a sus manos llegara una
oreja. En realidad, con tan poco toro no se deben cortar orejas.
Ponce no pudo torear al que abrió plaza. El toro cumplió como bravo en el
caballo de Manolo Quinta y recibió
un duro castigo. No se sabrá nunca si su forma de echarse al final de la faena
de Ponce fue por la dureza del
tercio de varas o porque carecía de casta. Ponce
dio pases sueltos a un animal que ya anunciaba su catástrofe final. Se tumbó
antes de que Ponce se perfilara para
matarlo.
El torero de Chiva
hizo un esfuerzo con el cuarto, toro noble y muy flojo de Juan Pedro. Se afanó en
una labor a media altura intermitente. Junto a derechazos de mejor trazo
contempló como su oponente claudicaba. Ese detalle no le importó a nadie. Ni al
público ni a la banda, que ha dado todas las tardes un buen concierto venga o
no venga a cuento. Ponce apenas
ensayó el toreo al natural. Se le
quedó muy corto el astado y volvió a la mano diestra. Todo esto y una estocada
caída provocó una petición sin mayoría. No había lugar para orejas ni nada
parecido. Al menos, en esta segunda tarde, y en el citado toro cuarto, Ponce apretó un poquito el acelerador.
Morante dibujó algunas verónicas
sueltas, quitó por chicuelinas en
réplica a un quite de Fortes y
dibujó algún pase de regusto aislado en su primero. Morante con cuentagotas. Muy poca cosa. Es cierto que una verónica por el pitón izquierdo al
quinto ha sido la mejor de toda la feria; también es verdad que cuando toreó de
muleta adelantó la pierna para cargar la suerte; fueron detalles que,
lógicamente, pasaron desapercibidos para la masa. Pero a este torero hay que
exigirle mucho más. Otra cosa es la fijación que provoca en los tendidos.
El quinto no le gustó.
Se puso por delante con la muleta y, como quiera que el toro tardara en
embestir y se quedara corto, macheteó por bajo entre la protesta general.
Recibió los pitos que siempre escucharon los artistas. Lo de la fijación es
otra cosa. En la lidia del sexto, desde el tendido seguían diciendo aquello de ¡aprende Morante!
Ese sexto fue un
sobrero de Parladé, sustituto de uno totalmente derrengado de El
Pilar. Toro muy flojito y deslucido en al muleta. La plaza quería el
triunfo de su nuevo ídolo. El comienzo por alto no fue buena medicina. Fortes lo intentó con ganas, la banda
atacó con el toro rajado en tablas, y los naturales del malagueño, sin toro, no
pudieron elevar el tono emotivo para que la Feria acabara en por lo alto.
Sobraron los intentos de circulares, algo que debe cuidar este diestro. El
final fue desabrido. Sin toros esto se hunde. No hacen falta ni los
antitaurinos que gritaron a la entrada ni la crisis.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Málaga, 8ª de
Feria. Casi tres cuartos de plaza. Tres toros de El Pilar, dos, cuarto y quinto, de Juan Pedro Domecq, y uno de Parladé,
lidiado en sexto lugar como sobrero. Los de El Pilar, mal rematados, muy flojos
y descastados. Mejor presentados los de Juan Pedro, también inválidos. Saludó
en banderillas Juan José Trujillo.
Enrique Ponce, plomo y oro, pinchazo y se echa el toro
(silencio). En el cuarto, estocada caída (saludos con petición insuficiente).
Morante de la Puebla, verde y oro, pinchazo y atravesada (saludos).
En el quinto, pinchazo hondo y dos descabellos (pitos).
Jiménez Fortes, nazareno y oro, estocada (una oreja). En el
sexto, estocada atravesada (palmas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario