En la octava de la
feria de Málaga se cortó una oreja por Perera, mientras que Ponce y Vega
andaban poco afortunados con los mansos de Alcurrucén.
Enrique Ponce |
CARLOS
CRIVELL
Fotos:
EFE
MÁLAGA.-
Entre mansos, lidias premiosas y avisos, la corrida
fue de una lentitud desesperante. Todo muy cansino sin que pasaran grandes
cosas en el ruedo. Los de Alcurrucén fueron mansos, de esos
que huyen de las cabalgaduras, que buscan las tablas como refugio y necesitan
mil capotazos para fijarlos. Además, salvo el segundo, la corrida no estuvo
sobrada de casta. De esta forma, este festejo se prolongó en el tiempo y la
corrida sobrepasó las dos horas y tres cuartos. Tiempo excesivo, sobre todo
cuando no hay grandes sucesos sobre el ruedo.
Sí hubo noticias. Perera se fajó con el tercero en una faena inteligente y logró
torear con ese valor seco que atesora el extremeño. También fue noticia que
reapareció Enrique Ponce. No se sabe
bien si lo hizo para probarse o estaba plenamente convencido de su buen estado
físico. Lo cierto es que no anduvo muy afortunado. Sólo el cariño que le profesa
este público le permitió salvar la tarde sin mayores estridencias. En otras
plazas la película hubiera sido diferente. Y de nuevo nos quedamos con la miel
en los labios de un torero tan fino como Salvador
Vega que no cruza su "rubicón"
para instalarse en carteles de mayor rango. Esta vez sufrió un duro correctivo.
Le echaron un toro al corral, lo que supone una grave lacra para un matador de
toros.
La mansedumbre de los de Alcurrucén fue notoria en
los primeros tercios. A la muleta llegaron con embestidas sosas a media altura.
Perera entendió muy bien al tercero
desde que se dobló en el tercio. Lo sacó al centro y le puso la muleta en su
horizonte para fijarlo siempre. Bien colocado, con temple, fue alargando sus
arrancadas. El animal llevó siempre la cara alta, su embestida era un prodigio
de sosería, de ahí el mérito de esta faena en la que sacó un partido
insospechado de un toro mediocre. El colofón fueron los naturales, ya sin posible ligazón, y los circulares templados. Perera demostró cómo lidiar un manso
vulgar. La plaza reconoció el mérito de la faena.
Cuando salió el sexto de El Cortijillo, curioso
porque había un sobrero de Alcurrucén en los corrales, la plaza
estaba fastidiada. A Salvador Vega
le habían echado el quinto al corral. Se acumulaban más de dos horas y media en
el tendido. Y fue otro manso al que costó picarlo y ponerle las banderillas.
Fue otra vulgaridad de toro, cara alta y oleadas. Perera se la puso por la derecha y el animal se arrinconó en su
terreno escarbando. Se la puso por la izquierda para sufrir oleadas del manso.
Ahí acabó esta corrida.
La vuelta de Ponce a los ruedos no fue muy brillante. El que abrió plaza, tan
manso como sus hermanos, pero noblón y sosito, le permitió dar muchos
derechazos en los que tocó con violencia y desplazó al animal muy por afuera.
Cuando le puso la izquierda el de Alcurrucén estaba más apagado.
El quinto fue otro manso con un añadido: un
pitón izquierdo peligroso. Entró hasta cinco veces al caballo y recibió un duro
castigo, se supone que con el beneplácito del maestro. Las cuadrillas sufrieron
coladas y derrotes por el citado pitón. Ponce
lo citó a zapatillazos y toques fuertes para darle algunos muletazos con la
diestra. La faena fue breve. Lo mató mal y todo quedó pendiente de la corrida
de esta tarde. No se sabe si está plenamente recuperado, la corrida apenas le
exigió mayores esfuerzos. Ponce
torea en Málaga en el patio de su casa.
Salvador
Vega estuvo muy poco afortunado. Y es lamentable
contar que un torero tan fino y elegante no ha ofrecido la imagen debida en un
compromiso de esta trascendencia. El segundo de la tarde, tan manso como el
resto, llegó presto y con recorrido a la muleta. Lo recibió con la derecha en
el centro en una tanda que no ayudó nada al toro. Cinco tandas con la diestra
algo ligeras, para ver como el toro se rajaba definitivamente cuando lo intentó
con la izquierda. Entonces llegó el suplicio. Después de media defectuosa
comenzó a descabellar sin freno. La benevolencia del palco fue decisiva para
que el toro no se fuera vivo al corral.
Pero la tarde era maldita para Vega. El quinto fue un animal vulgar,
corto de recorrido, con el que ensayó derechazos en corto de factura irregular.
Ni el toro ni el torero pusieron un gramo de calidad. Y de nuevo llegó el
trance del descabello, aunque ahora no hubo perdón y escuchó los tres avisos.
Cinco avisos en una corrida son muchos avisos. Para su desgracia, será una
tarde que puede marcar su trayectoria como torero. Y es que al margen de sus
fallos con el verduguillo, la imagen no fue buena. Un quite por chicuelinas al que abrió plaza es lo
mejor que se puede contar de Salvador
Vega.
Mucho tiempo para ver una faena inteligente de
Perera. Y, sobre todo, el sabor
agrio de ver a un maestro en la reserva y a un fino torero desarbolado en sus
dos reses.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Málaga, 8ª de Feria. Algo más de media
plaza. Cinco toros de Alcurrucén y
uno, sexto de El Cortijillo,
correctos de presentación, mansos y descastados. Minuto de silencio en memoria
de Cayetano Utrera, ex-alcalde de
Málaga.
Enrique Ponce, grana y oro, pinchazo y
media baja (saludos tras aviso). En el cuarto, pinchazo, media atravesada y dos
descabellos (silencio).
Salvador Vega, caña y oro, media tendida y
baja y diecisiete descabellos (silencio tras dos avisos). En el quinto, media
tendida y diez descabellos (pitos tras tres avisos). Fue apuntillado en el
ruedo.
Miguel Ángel Perera, azul marino y oro, estocada
trasera (una oreja tras aviso). En el sexto, pinchazo, media estocada y
descabello (silencio).
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