Versión espléndida
de Julián con dos toros que no regalaron nada. Lidias precisas, estocadas
buenas y, sobre todo, la emoción de una gran faena de riesgo y todo verdad.
BARQUERITO
Fotos: EFE
FUE
PROTAGONISTA El Juli. La corrida de Cuvillo dio dos toros propicios. De
remate y condición diferentes: un primero zumbante, pronto y combativo, y un
sexto, que rendido a última hora, tuvo en la muleta claro son. Ninguno de ellos
entró en el lote de El Juli. No es que los dos toros de El Juli fueran imposibles
prendas, pero no salieron propicios precisamente. Por la manera de manejarlos,
templarlos y someterlos, por el alarde de recursos y por la manera de arriesgar,
por todo eso fue protagonista El Juli en versión felina, templada
y sabia.
Pues ni Morante,
torería derramada, alentado y jaleado, llegó a redondear ni a terminar de
acoplarse con el primer cuvillo, ni
tampoco Talavante, firme, ambicioso
y decidido, acertó con el punto, el modo o el sitio que el sexto, el mayor de
la corrida, pareció reclamarle desde la primera baza. Como El Juli estuvo la tarde
entera con la bombilla encendida, las comparaciones se hicieron obligadas. Se
podía imaginar sin esfuerzo el sexto toro en manos de Julián. Y el primero también. Y habría salido la cosa de otra
manera.
La corrida de Cuvillo no se prestó a
ejercicios de estilo, sino a toreo de poder y riesgo. La pinturería de Morante,
cinco o diez muletazos de embriagadora cachaza, y hasta su afán; las
improvisaciones precipitadas de Talavante
en esos cambios de manos y viajes con que suele prodigarse. Pero la altura del
listón la dejó marcada la autoridad de El Juli.
El segundo de corrida, tratado con suave
diligencia, se empezó a venir andando a partir de los quince viajes y, cuando El
Juli lo provocó, punteó regañado el engaño, y se quedó corto o debajo.
Pareció encogerse como los toros que se defienden, pero, encogido y todo, pegó
algún gañafón. De ese toro hizo carrera El Juli, sin embargo. No una faena
épica, pero si precisa y resuelta. Lo difícil fue torear con tanta resolución y
tan sin tregua. Reunirse tanto con un toro que tanto se resistía y que llegó
hasta a pisarle la muleta por el mismo palillo, y a pegar testarazos cuando
sintió encima la mano que lo obligaba.
El arranque de faena, en tablas y en tanteo de
gobierno, fue lindo. Dos tandas en redondo con cites de largo, ya todo en el
tercio y casi los medios, y en perpendicular con las rayas, tuvieron ese ritmo
continuo tan del toreo de El Juli: pulso vivo, toques seguros,
encaje, ligazón. Muletazos que les duelen a los toros. Te tomo, te crujo, te coso, te
espero, te aguanto, te puedo… Esa es la letra. Y la música a veces
sorda pero tensa de El Juli.
Los siete lances de asiento y cata con que El
Juli recibió al toro fueron de buen dibujo; la media de remate, barroca; estupenda la larga con que dejó al toro en suerte para el primer puyazo tras
solo dos lances de brega sencillos; gracioso un quite ajustado por chicuelinas en los medios; y, en fin, un
quite por gaoneras de Talavante tan atrevido como enganchado.
El
Juli cobró por derecho una estocada trasera y, sin hacerse de rogar ni
espera, pidió el verduguillo y acertó a la primera con el descabello. Se pidió
la oreja.
El Juli del quinto toro fue
más intenso y más poderoso que el del segundo. Porque ese quinto de Cuvillo
tuvo sus gatitos dentro y su punto incierto, escarbó mucho y sólo a Julián le entró por la cabeza. O por el
corazón, porque esta segunda faena fue de un aguante nada común. Primero, una
tanda de banderas en tablas; luego, de rayas afuera, tres tandas de serio
dominio –dos, por la izquierda; una por la diestra-, ligadas en el sitio, sin
trampa ni cartón; y al fin, a toro renegado, los largos momentos dramáticos de
un desafío mayor.
Encajado entre pitones, El Juli se batió firme en
péndulos tremendos, resueltos todos con viajes del toro sacados a tenaza pero
con pulso imponente. Ni un respiro al toro, que se le paró a Julián dos o tres veces, y lo tuvo a
tiro otras tantas. Se puso de pie la gente cuando desde los medios, donde pasó
todo eso, se fue Julián a cambiar de
espada. Gran estocada. Al toro le había pegado en el saludo siete lances de
gobierno, le había hecho un primoroso quite por delantales y, ya cambiado el tercio, El Juli se adornó con el
quite del Zapopán en el mismo platillo. Trabajo, por tanto, completo. Se quedó
corto el palco al negar una segunda oreja.
La emoción de esa segunda faena tan redonda
sin parecerlo de El Juli se dejó sentir después y hasta con efecto retroactivo.
El trabajo de Morante con el cuarto pareció por contraste de tirar líneas o
de caligrafía; justa de recursos la faena de Talavante con el tercero, que fue un zapato. Una golosa fantasía el
rosario de hermosas cosas sueltas de Morante con el primero. Un fogonazo
el intento incompleto de Talavante
con el sexto.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- Las Siete Calles no parecen tantas cuando las conoces y reconoces un
año y otro. "En una de las llamadas Siete Calles..." Así arranca -creo recordar. El Paz en la
Guerra, de Unamuno, una novela de pensamiento y acción. La primera vez que
escribí una reseña de toros -para el cajón de casa- firmé con el seudónimo de
Zabalbide, que es el héroe romántico pero no el protagonista de Paz en la Guerra.
Bilbao sitiada por los carlistas. La paz de los montes. El idealismo.
En el
bar de la Peña Athlétic de la calle Pelota, un riojita antes de comer. Es
tradición que cumplo religiosamente. El Egiluz de la calle del Perro, lleno
hasta la bandera. Y el Río Oja. Todo hasta los topes. De vuelta al ensanche, en
el Lepanto ya no daban de cocina. Los pinchos buenos se habían acabado. En La
Viña hay que tener dientes. Huelga de hambre.
Ese Juli
está con hambre. Como yo ahora. Insaciable. Qué fuerza. Por las buenas, por las
malas, por las regulares. Con este toro y con el otro. Y todo seguido y
enseguida. Sin vacilar.
El cielo
encapotado todo el día.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Núñez
del Cuvillo. Corrida astifina, terciada con la excepción de un sexto grandón,
más agresiva que brava en general. Primero y sexto dieron buen juego. Se vino
abajo el tercero. Pelearon segundo y quinto sin entregarse. Manejable un cuarto
bondadoso.
Morante de la
Puebla, de
canela y oro, saludos tras dos avisos y pitos. El Juli, de púrpura y oro, saludos y una oreja con petición de una
segunda. Alejandro Talavante, de
carmín y oro, silencio y ovación tras un aviso.
Buenos pares de Rafael
Cuesta y Luis García. Notable
varas de Diego Ortiz.
Martes, 21 de agosto de 2012. Bilbao. 4ª de las Corridas
Generales. Tres cuartos largos de plaza. Encapotado, templado. Después del
paseo, sacaron a Morante a saludar
desde el tercio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario