Con un bravo toro
de Moisés Fraile, una faena de antología por su variedad, exuberancia, calidad
y poder. Tarde brillante, casi completa. Papel estelar.
BARQUERITO
Fotos: EFE
El toro turbulento de la corrida de El
Pilar fue el segundo, se llamaba «Dulce»
sin serlo y se fue al otro mundo muy bien toreado. Por turbulento –embestidas
de muy vivo brío, pero de apoyos desordenados- no fue toro fácil. Sí
agradecido. Todo lo hizo El Juli a favor del toro. Y todo fue
mucho porque de capa y muleta se prodigó Julián.
Por abundante fue faena exuberante, de las de
tocar casi todas las teclas, pero de hacerlo sin amontonarse. Ordenada,
fluidamente. Faena de constantes variaciones, como de caja de sorpresas. El
Juli llevaba en la manga todos los ases y hasta dos o tres comodines.
La apertura de trabajo fue -en tablas primero y fuera de las rayas enseguida-
una madeja de siete muletazos de rara urdimbre pero cosidos todos entre sí:
tres banderas sin rectificar, dos molinetes con giro al paso y dos pases
ligeros pero mandones por alto. Del último salió el toro libre pero fijado.
El segundo tramo o peldaño –iba a ser faena
rampante- fue, cite en distancia y ya en los medios, una tanda ligada en
redondo de muy despacioso dibujo. Se rebotó un poco el toro, que estuvo por
claudicar. En cuanto tomó aire el toro volvió Julián a la carga. Por la misma mano, en el mismo sitio y de la
misma manera, solo que abriendo al toro lo justo para acompasarlo. Un cambio de
mano rápido tras el cuarto viaje y el de pecho, que fue árnica para el toro.
Una tercera tanda de parecido color, pero más breve.
Como la codicia del toro ponía caliente a
cualquiera –El Juli quiso al toro vivo y no domado, y eso fue fundamental-,
se desató en el ambiente la euforia propia de los acontecimientos rodados y
redondos. Vino entonces y sin pausa apenas lo que un anónimo espontáneo había
reclamado: el toreo con la izquierda. No se hizo de rogar El Juli. Parecía tenerlo
pensado. Y entonces fue. Una tanda de tres, otra de otros tantos y una tercera
de siete, uno detrás de otro, tan baja la mano que se veía el palillo por
debajo de las rodillas. Y se sentía al toro gobernado casi al látigo.
Al volver El Juli a la diestra, el toro
parecía mirarlo y hasta medirlo, como si lo estuviera esperando. Siguió la
pelea porque El Juli no se cansaba de estar ni de jugar. ¿Jugar? Un bucle de los muletazos
aquellos de Robles –redondos
rematados por alto, roblesinas-
cosido a un circular invertido al modo de Manolo
dos Santos, la dosantina. No es
una mezcla común. El toro se resistió, pero no hubo más remedio.
Como la embestida tuvo un punto protestón -la casta-, no fue faena caligráfica sino de
chispa antigua. Una breve tregua precedió a un final de fuegos artificiales con
muchas improvisaciones sacadas del repertorio mexicano. El toreo ornamental,
por alto, pendular, cambiado por la espalda en el momento menos pensado, de
perfil y a pies juntos al modo de Procuna,
en ligero ángulo de pies a la manera de Mondeño.
Fue un festival en toda regla. El
Juli gasta muleta de pequeña dimensión pero suficiente vuelo, y ese
detalle, que encareció el toreo llamado fundamental, sirvió para darle gracia
al toreo del chisporroteo, que vino como en alud. Tanta fantasía se celebró con
un runrún de reconocimiento. El toreo
clásico, de panza de muleta por delante y flecos arrastrados, también. Y una
estocada al salto trasera y letal. Dos orejas. El Juli había venido a
Bilbao a ajustarle las cuentas a quién sabe quién o quiénes ni cuántos.
Ajustadas quedaron.
De forma que, igual que el martes, la figura
de El
Juli pareció la figura de relieve dentro del paisaje todo de la
corrida, que tuvo la personalidad, la seriedad y ese carácter mutante e
intranquilo propio de los toros de El Pilar, que persiguen en banderillas
y no se dan por batidos ni siquiera toreados a pulso. La bravura antigua.
El lote de Talavante fue muy completo: un tercero de son casi pastueño –el más
sencillo de la corrida- y un sexto de inmensa caja y muy serio estilo que no
paró de embestir. El segundo de El Juli se apalancó y se vendió caro
en la corta distancia como defendiendo territorio.
No sonrió a Padilla la fortuna. Convulso tras dos picotazos, el primero rodó
reventado. El toro del correturno –primero bis- sacó un punto distraído que lo hizo
incierto y descubrió a Padilla en
falso; el cuarto, muy grandón, sobrero, tuvo nobleza pero no voluntad.
El Juli hizo el gasto con el
quinto, le pudo y lo sometió porque ahora no se pudo jugar tanto pero sí
caminar sobre el alambre en un cara a cara reñido: ovillos al modo de Ojeda. ¡Tantas tauromaquias en una sola tarde y solo dos toros! Los
muletazos de cierre y previos a la igualada, cambiados y a pies juntos, por
abajo, fueron preciosos. Un pinchazo, un espadazo defectuoso. Pero, antes, una
abundante exhibición de toreo de capa: medias
verónicas caprichosas, lances de brega en circular, brega sucinta, un quite
de chicuelinas y cordobinas –verónicas invertidas con las vueltas del capote- y la verónica vieja, despegada y en línea,
aunque no de manos altas, para dar aire al quinto precisamente. Lo necesitaba.
Las dos faenas de Talavante –excesivamente montada la muleta cuando toreó en redondo,
bien encajado al natural- pecaron por discontinuas. Un desarme de repente,
suelto el toro cuando más había que meterlo en vereda; demasiada plaza
recorrida. Una soberbia estocada al sexto.
Padilla anduvo nervioso e inseguro, pero no renunció a banderillear y se
jalearon cumplidamente seis pares. Uno de ellos al violín o al rejón.
POSTDATA
PARA LOS ÍNTIMOS.- La memorable tarde de San Bartolomé.
El tigre
de la Metro Goldwyn Mayer.
Un
rugido. (y yo me quedo con esos tres últimos muletazos de este año en Bilbao.
El compás de Morante, la gravedad de José Tomás, la verdad de El Juli. Y la
sonrisa engañosa de Pepín Martín Vázquez. Y el color del toreo de México cuando
se pinta a tiempo y pincel)
¿Por
quién doblan las campanas, señor Hemingway?
...
Señor
Hemingway, una última pregunta...
...
En
español, por favor
...
¿Le
hubiera dado la vuelta al ruedo al segundo?
....
En
Salamanca, sí
---
¿Y en
Chicago?
....
Are you kidding me, man, or trying to pull my
leg...? (¿Pretende reírse de mí o está intentado tomarme
el pelo, miserable periodista...?)
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El
Pilar (Moisés Fraile). El
cuarto, sobrero. Corrida muy bien presentada, variada de hechuras y condición.
Bravos de nota segundo, tercero y sexto. Guerrero un quinto encastado. Noble
pero aplomado el cuarto. Un punto distraído el primero.
Juan José Padilla, de siena y oro, ovación tras
un aviso y silencio. El Juli, de
violeta y azabache, dos orejas y ovación. Alejandro
Talavante, de blanco y plata, silencio tras un aviso y una oreja.
Jueves, 24 de agosto de 2012. Bilbao. 6ª de las Corridas
Generales. Casi lleno. Encapotado, fresco.
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