El viejo y los toros colmarán de arte la catedral de la Tauromaquia
ROSARIO PÉREZ
MADRID.- Fiesta en Las Ventas. Ernest Hemingway estará «entre barreras», en el callejón del gato, con su habano inabarcable, su barba henchida de triunfos sobre la arena literaria, su gloria estampada en una gorrilla victoriana, su mirada infinita. El viejo y los toros vuelven a reencontrarse en la Catedral del Toreo, en el océano de sangre y arena, en el mar de la Tauromaquia. El más grande para la plaza más grandiosa. El homenaje de Madrid será mortal y rosa, en corto y por derecho.
En 1927, Ernest Hemingway publicó «Fiesta», que principió una lidia memorable de su fascinación por los toros. Luego le salió el toro del espejo, «Muerte en la tarde» (1932), una magistral obra sobre la descripción técnica y detallada de una corrida, una faena literaria cumbre, repleta de pasión y sabiduría, y de libertad; don Ernesto era un devoto de la libertad de elegir y de ir a los toros. Hemingway estaría hoy contra la prohibición. Prohibido prohibir a don Ernesto.
Justo en el mes de junio, aquel -junto a mayo- en el que esculpió que los toros «estaban en plena forma», Hemingway y la cultura de la Fiesta se pondrán de moda de la mano de un escritor inolvidable y de letra perenne. Frases imborrables como éstas: «La corrida de toros normal es una tragedia y no un deporte; el toro tiene que morir. En la corrida está la tragedia, a mi modo de ver, tan ordenada y tan disciplinada por un ritual preciso, que un espectador capaz de sentir la totalidad de ese ritual no puede separar los episodios…»
La Feria del Aniversario está de Fiesta. De enhorabuena. Torea don Ernesto. Silencio, se rueda. Venteños y chisperos, manolas y manoletinas, todos están deseando que Hemingway bañe de arte y talento la catedral de la tauromagia. Hemingway, maravilla. Los clarines de Las Ventas «doblarán» por Hemingway. Por un viejo más joven y vital que nunca en los ruedos.
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