lunes, 19 de marzo de 2012

FERIA DE LA MAGDALENA EN CASTELLÓN – OCTAVA DE FERIA: Nobles miuras, temperamentales cuadris

El segundo de los Desafíos Ganaderos de la Magdalena, menos picante pero el primero pero con parecido interés. Fácil Rafaelillo, entregado Castaño, calidad de Serafín.

BARQUERITO

CINQUEÑOS LOS TRES miuras del Desafío; cuatreños los tres de Cuadri. La diferencia en estampa entre los dos hierros se hizo patente. Los cuadris no salieron ni tan parejos ni tan bravos ni tan de darse como los tres jugados el sábado en el primer asalto de los duelos de Magdalena. Pero no podían ser sino toros de Cuadri, porque la ganadería se ha moldeado como auténtico encaste propio. El cruce está fijado hace no menos de treinta años y es único. En el contraste del sábado con la media corrida de Victorino y en el obligado con una ganadería tan aparte como la de Miura, ese detalle salía de ojo. Como un relieve.

Formidable la hondura del primero de los tres cuadris de esta baza. Cuarto de corrida. 630 kilos. Cuerna de Santa Coloma, tronco y caja de Gamero-Cívico: un todo solo las dos cosas fundidas. Negro zaino, pinta patrón de la casa. El cuajo de estos cuadris no se midió por la cara –corrida muy astifina pero nada aparatosa- sino por su apabullante remate de cuartos traseros y lo tupido de los pechos. Lustrosos los tres toros, que parecieron de familias distintas y sacaron, los tres, temperamento mutante. El carácter se añadió a la presencia formidable: cerrada ovación para saludar la aparición del cuarto, y no la de los dos restantes porque los dos salieron fríos, al paso y oliscando.

Los tres de Miuras parecieron también de reatas distintas. Un primero muy abierto de cuerna, agaitado de cuello, ni flaco ni del todo relleno, casi 600 kilos, largas cañas, alta la cruz; un segundo todavía más alto, notablemente largo, acapachado, de muy gruesas mazorcas, no tan ofensivo como el primero, con la cabeza como enroscada en el tronco; y un tercero de amplia envergadura, enmorrillado –carácteristica común en el tipo primitivo de la ganadería- y con más carnes y músculo que los otros dos.

En Miura es rica la paleta de pintas. Negro uno, cárdeno otro y negro salpicado el tercero. Se aplaudió con ganas la salida de éste. Los tres se retrataron en Miura pero no por el mismo registro. Los dos primeros sacaron en el primer tercio ese trote seguido tan inquietante que no es ni paso ni galope pero parece la cinta infinita. Tuvieron mucha fijeza los dos. Y el primero, nobleza sin límites. Los clásicos decían: “una ursulina”. Pastueño, dócil y pronto en los engaños, repetidor, se dejó pegar en un solo terreno hasta tres docenas de muletazos sin avisarse. Dos borroncitos echó ese toro tan bueno: escupirse del primer puyazo –pero entregarse en los dos siguientes, que fueron de mucho sangrar y encelarse con el peto- y, al fin, irse al paso a morir a las tablas de la puerta de arrastre. A doblar allí a solas.

Lo más de Miura del segundo no fue su gusto por ir al caballo desde donde fuera y como fuera, ni sangrar a caño por el boquete de un primer puyazo implacable; ni tampoco el arrancarse siempre pese al tute monumental del primer tercio. El retrato se lo hizo en un gemido gruñón para, sin cabecear, dolerse de una banderilla. Ese grito lastimero está en una escala tan grave o tan en tesitura de bajo que no hay quien lo imite. También fue noble ese toro, pero se fue apagando porque cinco viajes al caballo –aunque solo cobrara de verdad en la primera visita- y tanta sangría pasaron factura. El tercero escarbó, se frenó y pegó muchos cabezazos antes de pararse. Estaba violentado al cuarto viaje. Y, sin embargo, fue el que mejor se vino al capote y Serafín Marín le pegó cinco lances preciosos –manos bajas, encaje firme, brazos sueltos, ajuste- y solo en la media de remate se revolvió el toro en queja.

Rafaelillo anduvo a placer con el primero. Pura facilidad, ni un toque en falso, ni un enganchón, algún gracioso pase a pies juntos, temple para tener al toro, que le dejó colocarse todas las veces y hasta pasar con la espada como si fuera un juego matar. Javier Castaño trató al segundo como si fuera un tentadero o una corrida concurso, solo que había dos caballos y no uno, demasiada gente en el ruedo y, sobre todo, el primer puyazo resultó tan dramático que los otro cuatro viajes al montado no fueron lo que parecieron. La apariencia de escena campera complació a la gente. Serafín trató de emular a Castaño, pero el tercer toro cantó la gallina. Los dos cumplieron valerosamente. A Serafín se le atascaron la espada o el brazo. O no lo vería claro. Castaño agarró una soberbia estocada a volapié.

El primero de los tres cuadris, el monumental cuarto, apretó tanto de salida que, después de acoplarse en cuatro lances mecidos, Rafaelillo tuvo que salir a escape porque, si no, se lo come el toro. Perdió pie al intentar saltar la barrera Rafael y se estrelló contra ella. Bravo en el caballo y pronto en banderillas –tercio perfecto de Pepe Mora y Pascual Mellinas-, el toro se puso imposible al cuarto muletazo: indispuesto, revoltoso, taimado, rebañaba por las dos manos y tiraba tarascadas por las dos. Hubo que abreviar. Tres pinchazos escupidos, un descabello. El toro más difícil de la tarde.

Tras fría salida, el quinto arreó al espabilarse y atacó entonces algo descompuesto. Ese aire desconcertante iba a ser sino del toro. Castaño delegó la lidia en el banderillero que bregaba, Marcos Galán. Demasiados capotazos –casi dos docenas- porque el toro no dejaba de arrear, ni antes ni después de varas, y en banderillas estaba pendiente del tercero al quite y no atendía el reclamo ni de Galán ni de David Adalid, que se esmeró en dos pares de gran lucimiento. Sin entrega, se apalancó el toro, que salió distraído de viajes, la cara suelta y arriba, y se puso entre parado y probón. Castaño se metió entre pitones a lo Dámaso y en un alarde. De golpe y a última hora, el toro embistió por la izquierda con lindo son. Estaba sin ver esa mano hasta entonces.

Los mejores muletazos de la corrida se los pegó Serafín al tercero de los cuadris, que se blandeó o dolió en varas y tuvo sin embargo quince viajes claros, largos y humillados. Los quince los aprovechó con categoría y temple el torero de Montcada. Y luego empezó el toro a revolverse. No quiso más nada. Tres pinchazos a ciegas de Serafín. Cinco descabellos.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- El Bálsamo del Samaritano, que lo cura todo menos los puyazos severos. Fórmula magistral del herbolario de José Carrasco, que ha abierto tienda nueva en la calle de Pascual Tirado. La tienda estaba antes en la plaza de Cardona Vives, en los bajos del palacio donde murió en 1804 el astrónomo francés Pierre Méchain, que fue el primero en medir la longitud del meridiano terrestre. El año del Código Napoleónico. En el herbolario de Carrasco conviven los aromas y olores de toda clase de perfumes, jabones y especias `pero sin estorbarse ni perturbar. Hay piezas de jabón de Aleppo a cinco euros que duran semanas enteras sin gastarse pese al uso. El bálsamo es algo más caro, pero no hay cosa que no cure. Sé de lo que hablo.

En una bocacalle cercana está la casa natal del sabio geólogo Vicente Sos y Baytán, el hombre que más cosas descubrió sobre los usos del wolframio, la calcopirita y el estaño. La Rusia de los Soviets trató de llevárselo a vivir a Moscú pero nadie se imagina a un castellonense tan lejos y con tanto frío. Después de aquella terribles Guerra de España del 36 al 39, Sos tuvo que huir de Castellón a Madrid en carros de frutas y en vagones de mercancías. Vivió escondido en casa de unos parientes lejanos una docena de años. ¡Doce años sin salir de casa! Escribiendo textos científicos para la Editorial Labor. Y cuando salió, se fue a Mérida de Extremadura. Para estudiar las minas de Logrosán pero sin hallar la veta del Bálsamo de Carrasco.

FICHA DEL FESTEJO
2º de los Desafíos Ganaderos. Tres toros de Miura, que se jugaron por delante, y tres de Hijos de Celestino Cuadri. Muy bien presentados, de variada condición
Rafaelillo, de azul pavo y oro, una oreja y silencio. Javier Castaño, de blanco y oro, saludos y una oreja. Serafín Marín, de rosa y oro, silencio tras aviso en los dos.
Brillantes en banderillas Pepe Mora y David Adalid. Premiados el sexto toro de Cuadri –“Mágico”- y el picador Fernando Sánchez-
Domingo, 18 de marzo de 2012. Castellón. 7ª de la Magdalena. Media plaza. Soleado, fresco.

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