Generoso botín de cuatro orejas para la fiesta redonda del torero extremeño, teatral y sincero, entregado y a favor de ambiente y toros. Dos zalduendos de carril.
BARQUERITO
Foto: EFE
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EL GANCHO DE Antonio Ferrera con su público paisano. Su repertorio, sus recursos, sus seis pares de banderillas no de todas las marcas pero casi y su colocación de torero veterano: cumple justamente ahora quince años de alternativa. De manera que esta corrida de Zalduendo fue para Ferrera como una tarta de quince velas. Dos de los seis zalduendos fueron de dulce: un sexto de los de más pastueño imposible y, luego, un segundo que tuvo el gesto de engancharse por los pechos del caballo de pica y derribarlo. Ese segundo tuvo su son de toro mecánico, que atendía cuando se pulsaba el botón y se dejaba con manifiesta docilidad.
De ese toro se llevó Ferrera las orejas –generoso regalo de cumpleaños la segunda- y se las llevó también de un quinto mansito y rajado que Ferrera toreó en tablas con desparpajo y autoridad. Algo monocorde la primera de sus dos faenas, pero la firma de algún muletazo de rico dibujo, rosca y calma, y un final de trabajo muy suelto, desenfadado. Por todas partes y por las dos manos encontró toro Ferrera. El toro rodó de estocada sin puntilla.
Crecido, alentado por su gente –mañana lo distingue el Club Taurino de Badajoz como miembro de honor- y en homenaje a su madre –que por primera vez acudía a verlo torear de luces en una plaza, y por ella fue un brindis casi secreto-, Ferrera lo dio todo con el quinto, le buscó las vueltas en larga trapisonda, lo había recibido con larga de rodillas en el tercio, le había prendido pares de rehiletes a volatín con cruces por delante y salidas al paso tras la reunión. No se cansó Ferrera. No se ha cansado nunca. Por eso ha llegado a la cota de los quince años de carrera. Y no matando toros de almíbar sino todo lo contrario. Otra estocada tiró al quinto.
Bramó mucho su gente con el triunfo. No es que fuera la tarde más feliz de su vida –Ferrera ha toreado más y mejor muchas otras veces- pero la cifra redonda, la fiesta y el balance fueron casi insuperables. De manos de Ferrera llegó hace un año aquí mismo, en Olivenza, el indulto de un toro Mosquetero, de Garcigrande, cuya calidad ha ponderado todo el mundo.
La fiesta, por tanto, de Ferrera. Y sólo de él. Pues Ponce, gas licuado, escolástico y previsible, aire de tentadero, compuso música sencilla o facilita con dos toros de tantos: se desinfló uno en cuanto el trasteo se pasó de repetitivo o pecó de pausas, y se cansaba enseguida el otro al cabo –largo y ancho- de una faena sin tensión pero maratoniana. De diez minutos las dos. En muletazos sueltos con la diestra, apareció a veces el Ponce del desmayo clásico de torero mayor. En los de pecho, otro Ponce más espontáneo.
Cayetano se atragantó con el tercero, único cinqueño del envío, y no sacó en limpio ni un viaje. Dos puyazos fueron excesivo castigo. No se defendió el toro pero se quedó corto. Sin toro que se le venga, a Cayetano le asoma el perfil menos lucido. Pero el sexto sí se venía, y volvía a venir, y aquí salió el Cayetano de sangre dinástica. De hinojos o en la vertical y compuesta la figura, hubo esbozos de muletazos de compás. Encaje en los de pecho, un par de recortes agitanados, una faena sinuosa y una estocada de ley.
POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Dentro de dos horas y pico, el regreso de Padilla. Ambiente poderoso.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Zalduendo (Fernando Domecq Solís), honditos, lustrosos, recogidos de cuerna, nobles, bondadosos. Segundo y sexto sacaron particular buen son.
Ponce, de tabaco y oro, saludos tras un aviso y oreja tras un aviso. Antonio Ferrera, de grana y oro, dos orejas en cada toro. Paseado a hombros. Cayetano, de verde aceituna y oro, división y una oreja.
Domingo, 4 de marzo de 2012. Olivenza (Badajoz). 3ª de feria. Matinal. Tres cuartos de plaza. Primaveral .
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