El invierno ha dejado huella en el novillero de Barajas, que, con su aplomo de siempre, ha ganado en autoridad y sentido del toreo. Cuatro novillos buenos de Javier Molina.
BARQUERITO
CUATRO DE LOS SEIS novillos de Javier Molina salieron nobles y buenos. Los cuatro primeros. Sangre de Jandilla. El cuarto, además de nobleza, tuvo calidad y seria conducta. A los dos primeros los dejaron planchados en varas, quebrados por lanzazos muy traseros. Estaban muy astifinos los seis del envío. Los dos últimos salieron todavía más astifinos que los cuatro primeros, pero salieron rana: el quinto, de lustrosa pinta castaña y muy bellas hechuras, protestó en el caballo, sacó el genio incierto propio de los toros faltos de fijeza y se afligió poco antes de doblar; el sexto arreó con correa pero sin entrega, hizo hilo en banderillas y se defendió de brusco.
A pesar del lesivo castigo en puyazos traseros, el primero se dio con dulce alegría. Un toro como un caramelo. Al segundo le pasó factura la sangría de varas –salió derrotado de la segunda- pero tuvo ganitas y duró más de lo previsto. El tercero, lindo torito engatillado, cobró trasero, como todos, pero fue, luego, pronto. Dechado de virtudes fue, en fin, un cuarto negro y bien armado. Excelente estilo. Número 39, «Lacerado» de nombre. Habría valido la pena verlo jugar con los cuatro años cumplidos.
De modo que el reparto de fortuna no se atuvo a equidad. El lote bueno –los dos mejores de la corrida- cayó en manos del torero local, Pascual Javier, que no lo vio claro. Muy cortito afán, inseguridad, colocación inadecuada, la muleta como un parapeto. El toro de caramelo se le fue tal cual. Con el gran cuarto hizo un esfuerzo baldío.
El mexicano Sergio Flores y el madrileño López Simón compitieron en circunstancias parejas. Sergio le pegó al segundo algunos muletazos al ralentí pero pareció incomodarle un viento molesto que lo descubría y el trabajo no tuvo ese fluido tan de las tardes buenas de Sergio; con el difícil quinto dio la talla y, sin alardes, supo ajustarse, estarse firme sin violencias sino por convencimiento y gobernar la situación. El toro se soltaba o distraía al verse sometido.
Alberto López Simón fue el más distinguido de la terna. A un mes de la alternativa, ya anunciada para el jueves de farolillos en la Feria de Abril de Sevilla, no vino a Valencia a despedirse de rutina sino a confirmar sus muchas virtudes: valor sereno, aplomo, aguante, seguridad en sí mismo. Un capital, por tanto. Alberto ha evolucionado para bien: ha ganado naturalidad y autoridad en la cara del toro, ha aprendido a tocar y a enganchar, y a hacer las dos cosas con vertical encaje, se ha desprendido del espejo de sus toreros modelo, que fueron probablemente José Tomás, César Jiménez o Alejandro Talavante, por citar solo tres nombres.
Ha aprendido también a andar mejor a la cara del toro. Y a salir de ella. La expresión puede parecer todavía algo rígida, como conviene a sus presuntos modelos, pero se vio en esta despedida de Valencia un torero con soltura, es decir, sentido del toreo: de las distancias y los tiempos. Novillero, por tanto, listo para el salto de escalafón. Muy fácil en faena templada y de recursos con el tercero de corrida, que le habría convenido mejor con menos castigo en varas; y caliente y atrevido con el difícil sexto, que no regaló ni un solo viaje, escoció lo suyo, punteó y recortó protestando. López Simón gasta engaños pequeños, y entre el vientecito y el tamaño costó sujetarle los nervios al toro.
Hubo abundancia de toreo de capa en la primera parte. Sergio Flores quitó por chicuelinas –tres discretas- y larga en el toro que rompió plaza, Replicó Pascual Javier con una chicuelina y larga. López Simón quitó por tafalleras y un hermoso lance afarolado de remate en el segundo de la tarde y Sergio replicó con un quite mixto de lances con las vueltas del capote y cambiados, cosidos a caleserinas mal logradas pero cargadas de fuego. López Simón se templó a la verónica lindamente en el recibo del tercero y remató el saludo con media de manos bajas muy particular.
POST-DATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Este engañoso final de primavera en que el viento fresco se mete en los toros a las 6 de la tarde. De aquellos torazos de Javier Molina -los gamerocívicos de 650 kilos- ya solo queda el hierro, que es como el de la Mercedes Benz.
FICHA DEL FESTEJO
Seis novillos de Javier Molina. Muy astifinos los seis. De distintas hechuras y diversa condición. Excelente el cuarto. Con clase el primero. Nobles segundo y tercero. Con genio incierto el quinto; brusco y sin entrega el sexto.
Pascual Javier, de añil y oro, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. Sergio Flores, de celeste y oro, palmas tras un aviso y silencio. López Simón, de turquesa y oro, una oreja y palmas.
Lunes, 12 de marzo de 2012. Valencia. 3ª de Fallas. Soleado, fresco, algo de viento. Un cuarto de plaza.
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