domingo, 26 de noviembre de 2017

Toros a contraestilo en el día grande de Colombo

En su alternativa en la Plaza de Acho en Lima
Momentos y destellos los dejados por Colombo en tarde de emotivo contexto el día de su doctorado. Foto: EFE
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz

Pocas opciones al lucimiento y ganas de triunfo las que pecharon en suerte en el día más esperado para el joven matador de toros venezolano Jesús Enrique Colombo este domingo en el marco de la cuarta corrida de la Feria del Señor de los Milagros en Lima, donde tomaba alternativa. El triunfador de la función anodina por culpa de los dispares toros españoles de El Puerto de San Lorenzo fue el galo Sebastián Castella, quien cortaría las únicas dos orejas del festejo, frente a una lidia variada, coronada con la espada, para al final pasear entre dispares criterios las “peludas” por el redondel de Acho.

Casi tres cuartos de plaza, en tarde de gran ambiente, por lo que representaba el primer espada venezolano en la gran plaza peruana, una de las más importantes y de solera del planeta taurino. Así lo dejo ver en el que abrió plaza «Chicharro», de 485 kg, negro mulato, el cual saludó con facilidad en capa y luego clavó con soberbia cuatro pares de rehiletes, ante la acusada tendencia a querencias, como fue la constante del astado en la muleta. Con la pañosa, previo brindis a su padre, al que invito al ruedo, Colombo hizo el esfuerzo en exprimir e imprimir emoción a la deslavazada embestida de la res en la que destacó sobre la mano diestra, dejándole el engaño en la cara para no permitirle ventana a la huida. Los tres cuartos de espada valieron para una cerrada ovación de los asistentes.

El que cerró plaza, más armónico y en tipo lució en trapío. Sabrosas fueron las verónicas de recibo para luego nuevamente lucirse con los garapullos, tras medido castigo en varas. De rodillas inició trasteo, para luego ceñirse sobre la diestra labor más de mérito que lucimiento, ante el corto recorrido del burel. Las luquesinas de remate dieron colofón tras varios intentos con el acero de cruceta, para recibir tibias palmas.

Castella cortó par de orejas del cuarto de la tarde, donde hizo gala de su impávido valor y sobre todo emotividad para lucir al noble ejemplar, el más destacado del envío salmantino. Su primero, de escurrido trapío fue protestado desde su salida de toriles por los exigentes aficionados limeños, que bien pudiera ser ejemplo para otras en este tipo de circunstancias, no ofreciéndole importancia a lo escasamente expuesto por el mencionado coleta de Beziers.

No tuvo muchas opciones tampoco el jerezano Ginés Marín, ante par de ejemplares que no le dejaron estar a gusto, por lo que sin mucho eco pasó por Lima. En ambos astados fue silenciado.

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