sábado, 4 de noviembre de 2017

Crianza de toros de lidia se afianza en Ecuador pese a dificultades

FRANCISCO RACINES

La crianza del toro bravo se ha desarrollado con firmeza en Ecuador pese a que la fiesta taurina se ha visto despojada en muchas ciudades del tercio de espadas y a que cada vez cuesta más llenar los ruedos por un alejamiento de los ecuatorianos más jóvenes de esta tradición.

Mejorar la crianza y la calidad del "rey de la fiesta" es el reto que afrontan ganaderos como Sebastián Roldán o José Luis Cobo, que luchan por alcanzar los estándares más altos en las siempre difíciles condiciones de la región andina. "En Ecuador los toros son criados en el páramo, donde la altura y el frío dan condiciones especiales", dijo a Efe Roldán, hijo del actual embajador ecuatoriano en Madrid, al ser preguntado por las diferencias entre la crianza en su país y en España.

Destacó que en Ecuador las estaciones son también distintas y el animal no se enfrenta a "climas extremos", pero que en "el manejo de la res no hay diferencias" ya que "el único país que tiene un estilo de crianza diferente es México".

La crianza de ganado de lidia en Ecuador, un hecho que fue decisivo para la supervivencia de los espectáculos taurinos después del final de la colonización española, se remonta según los historiadores a la presencia jesuita en los Andes, porque fueron ellos quienes desarrollaron las haciendas hace ya más de 300 años.

A principios del siglo XX los ganaderos ecuatorianos establecieron una organizada selección del ganado, si bien los resultados del toro local no eran del todo satisfactorios. La inauguración de la plaza Monumental de Quito, en 1960, a la que llegaban toreros de renombre internacional, despertó la necesidad de importar ganado de lidia de gran calidad, y acabó impulsando la importación de numerosos sementales españoles para regenerar el campo bravo ecuatoriano.

Representante de las ganaderías Peñas Blancas y Santa Coloma, Roldán cría su ganado en las proximidades de Mulauco, a 35 kilómetros de Quito, una capital de gran tradición taurina pero en la que la fiesta ha perdido su fuerza desde que en un referendo en 2011 aprobó la eliminación del tercio de espadas.

Sin la matanza, son pocos los toreros de renombre que se prestan a torear en la capital, lo que condujo a la cancelación de su gran fiesta del "Jesús del Gran Poder" y consecuentemente al cierre de la Monumental de Iñaquito, inaugurada por Dominguín en 1960 y símbolo de la tradición taurina en toda Suramérica. "El cierre de la Monumental es un golpe duro, pero criamos toros no sólo para Quito sino para cualquier ciudad y plaza del país", señaló el ganadero, que el próximo 18 también debutará como empresario en la feria de Riobamba.

Roldán, así como Cobo, son propietarios de ganaderías de primera categoría, animales de gran pureza que se lidian en las principales plazas del país, como la Monumental de Ambato, la Raúl Dávalos de Riobamba, la Belmonte de Quito (sin matanza, a la portuguesa) y la San Isidro Labrador de Latacunga.

Según el último censo de la organización de ganaderos, en Ecuador existían hasta 2009 un total de 25 ganaderías de primera y son incontables las de segunda y tercera categorías, destinadas a ruedos menores.

Sus toros Peñas Blancas, encaste de la ganadería de Juan Pedro Domecq a través de la línea Garcigrande, es la más toreada que tiene a su cargo. Con menos popularidad su hierro Santa Coloma, de la línea de los Buendía, menos aceptable por los toreros porque es un encaste difícil, con una embestida muy fuerte y que no humilla tanto. Si bien, Roldán asegura que sus reses son de "muy buenas condiciones" y podrían ser toreadas en cualquier plaza.

Con más trayectoria tanto a nivel nacional como internacional está la ganadería de José Luis Cobo, dueño de las ganaderías de Huagrahuasi y Triana, ambas encastes también de Domecq. Creada originalmente por su padre y del encaste de la familia Jandilla, la Huagrahuasi cuenta ya con 40 años de experiencia en Ecuador y ha salido a otros destinos, entre ellos Lima.

Contrario a las ganaderías de Roldán, para Cobo sus toros no tienen diferencia. "Son los mismos sementales y vacas, ocupan el mismo predio, lo único que varia es el hierro", explicó en entrevista con EFE.

Curtido también como empresario, subraya que asumir ambas funciones es "una gran responsabilidad", pues "todo el peso de la corrida está sobre uno".Y considera "lamentable", con base a su pasado como matador, esa situación en la que "un toro sale al ruedo con muy buenas condiciones pero no es entendido por el torero". / EFE

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