La corrida de Torrestrella
revienta la sexta tarde de la Feria de Abril con su paupérrimo fondo y sus
tristes fuerzas; Ferrera y Fandiño se fueron de vacío.
ZABALA DE LA SERNA
Diario El Mundo de Madrid
Caminaba por el Puente de Triana hacia la plaza acompañado
de una extraña soledad, como si no hubiera toros: la visión desértica del paseo
de Colón, la Maestranza aislada, los aledaños vacíos de ambiente el lunes del
'alumbrao'... Y de hecho no los hubo. Los toros de Álvaro Domecq, tantas
glorias pasadas de Torrestrella, se ausentaron en espíritu y cuerpo, como si no
se hubiera preparado la corrida para Sevilla; ni fondo bravo ni fondo físico.
Una herrumbre de navío con histórica bandera.
Al menos, en el ecuador de la tarde, Pepe Moral sonrió a su
(relativa) suerte, que venía en forma de un torrestrella como un zapato de niño
chico. 'Cortado' respondía a su nombre con sus recortadas hechuras. No es que
fuera nada del otro mundo, pero Moral lo entendió siempre muy bien en el trato
y en el tacto. Hipercuidado en el caballo, supermedido en la muleta. Ni un solo
tirón. Sus contadas fuerzas se lo agradecieron. Desde las dos coreadas medias
verónicas del saludo -si una fue buena, ¿por qué dar otra?-, el torero
sevillano jugó a favor del toro. Incluso los cambiados por la espalda del
inicio de faena carecieron de violencia, rematados con dos pases de pecho de
sumo temple, uno por cada mano. Pepe Moral hace las cosas de dos en dos. Las
dos zapatillas se las quitó también a la vez cuando se sintió a gusto. Las
zapatillas de Moral a la deriva del albero se antojan dos traineras. Yo le
calculo un 44/45 de peana. Y es una pena fijarse en estas cosas en vez de
ensalzar lo bien que acompañó al toro de exiguas fuerzas, pues de acompañar se
trataba. Porque el toro quería, aunque a su contado poder había que ayudarle
con la distancia holgada, el pulso calculado y la altura exacta. No la siguió
igual ni hasta el final al natural. Una trincherilla lo adornó. La estocada
trasera necesitó del descabello y se quedó la historia en una vuelta al ruedo,
a veces preferible por su equidad a desproporcionadas orejas.
Pepe Moral jugó a favor de un toro que hizo mejor con su
trato y su tacto. Dio la única vuelta al ruedo.
Moral se encontró de postre un toro no sólo feo, sino con un
aire. La cara torcida y las fuerzas perdidas. Fue devuelto con criterio. Al
sobrero, también de Álvaro Domecq Romero, todo lo que pudo hacerle José Moral
es dibujarle tres medias verónicas consecutivas para despedir la salutación
antes de que el toro empezase a soltar la cara. Pero el tipo le da tan buen
trato a los toros que lo mejoró y le quitó el vicio de puntear. Por momentos
incluso parecía que... Los milagros no existen.
El lustre y el brillo del torrestrella inicial se quedaba en
su negra piel y en sus rematadas, que no musculadas, hechuras. Colocada y
bonita la cara; pajuno el comportamiento sin humillar. Antonio Ferrera lo paró
con lances de diversa factura hasta la boca de riego, allí donde una verónica
por el pitón izquierdo y media por el derecho hicieron brotar los oles. Como un
eco quedarían para el resto de la lidia. Apenas sangrado el toro en el caballo,
Ferrera siempre lo toreó con mimo y la mano de fuera altita o a su altura.
Varios remates con su aquél pimentonaron la sosa embestida. Las banderillas
apenas la avivaron: dos pares al cuarteo y otro por los adentros sí encendieron
las palmas. Por el palillo de la muleta, más o menos, transcurrió la faena. AF
entendió su escaso gas sobre la diestra hasta que se apagó pronto. La mano se
le fue a los bajos con la espada.
Repetiría el mal tino del acero con el cuarto, jabonero
sucio de sueltas carnes que hacía por humillar más que ninguno de sus hermanos,
pero ni su potencia ni su motor se lo permitían. Algún muletazo aislado quedó
como muestra de lo que pudo haber sido y no fue. La alegría de las banderillas
de Ferrera, con sus quiebros y piruetas, no pasó la frontera del cambio de
tercio.
Nada logró Iván Fandiño de un tercero resplandeciente de
piel melocotón, astracanado morrillo y la expresión inocua, cual becerro de
oro. Hizo sonar el estribo en el caballo con el feo estilo, y corto viaje, que
mantuvo en la muleta. Andando la tomaba por las nubes.
Valió poco más un quinto que la ficha tildaba extrañamente
como sardo de pinta. Chorreado en verdugo quizá. En la jurisdicción de Fandiño
parecía encontrar un muro invisible... Su freno (de manos) cada vez ancló más
su parca movilidad.Como la tarde, varada en tierra baldía.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Maestranza. Lunes, 20 de abril de 2015. Sexta de
feria. Media entrada.
Toros de Torrestrella, de
diferentes hechuras, remates y seriedades, incluido el sobrero (un 6º bis que
no sirvió); de muy pobre fondo y pocas fuerzas; el 2º embistió con más alegría
en su contado poder; el lustroso 1º no humilló en su nobleza; tampoco el 3º de
feo estilo y corto recorrido; frenado y apoyado en las manos el mortecino 5º;
descolgó sin tracción el 4º; devuelto el feo 6º.
Antonio Ferrera, de azul pavo y oro. Bajonazo (silencio).
En el cuarto, estocada caída (silencio).
Iván Fandiño, de canela y oro. Estocada (silencio). En
el quinto, pinchazo hondo tendido y descabello (silencio).
Pepe Moral, de verde botella y oro. Estocada trasera y
dos descabellos (vuelta al ruedo). En el sexto, estocada trasera y caÍda
(ovación de despedida).
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