miércoles, 22 de abril de 2015

FERIA DE ABRIL EN SEVILLA – OCTAVA CORRIDA: Alternativa de José Garrido, torero de emoción

Festejo de tres horas, corrida frustrante de Juan Pedro y a última hora, con un eléctrico cinqueño de  Veragua, el nuevo matador se entrega en una faena de muy alto riesgo.

BARQUERITO
Fotos: EFE

EMPEZÓ TORCIDA la función. El toro de la alternativa del extremeño José Garrido –“Lengualarga”, de  Parladé- tardó en salir. Lo hizo al fin al trote muladar. Ajeno y frenado luego. Garrido le pegó siete lances  tomados muy en corto y de corto vuelo, de mucho ajuste los siete, y aplaudidos por el mérito. Y por el  dibujo, tan seco. No hizo el toro otra cosa que tardear sin darse. Como si le hubieran dado un calmante.  Un puyazo renegando. La segunda vara fue de anzuelo: la puya lanzada como una caña de pescar.  Estaba tan apalancado el toro que ni en banderillas. Espera que te espera. La gente tenía formada una  bronca muy caliente. No procedía devolver el toro por manso, pero eso se pretendía. La presidencia  aguantó hasta el segundo par de banderillas. Cedió de pronto. Pañuelo verde. Aviso primero de que la  corrida iba a durar más de dos horas. Fueron exactamente tres.

El sobrero, juampedro del hierro de Veragua, salió con pies. Muy valeroso en el recibo Garrido: lances  genuflexos firmes y armados, terreno ganado hasta la boca de riego y la sorpresa de media de rodillas  en el remate. Un quite por chicuelinas ajustadísimas y una voltereta al rematar con larga ese quite, que  tuvo acento del toreo ceñido de, por ejemplo, Diego Puerta. Nada menos, nada más.

El toro de la alternativa –Ponce, cariñoso padrino- fue, en fin, un sobrero: “Fariseo”, 505 kilos. Malos  apoyos y embestida rebotada. Por flojo tendía a acostarse. “Meterse”, se dice ahora. Ni un paso atrás  de Garrido. Muleta pequeña, algo agarrotado el torero extremeño. Una tanda con la izquierda sacada  con tenazas y toreando a la voz. Una estocada soltando el engaño. Prueba resuelta y superada.

No la única, sino tan solo la primera o la segunda de tres, pues fue con el toro que, dos horas y tres  cuartos después del primer tararí, cerró corrida con el que Garrido dio la talla: la medida de su valor y su  ambición. Gran corazón. Lo propio del toreo de emoción, que es por norma irresistible. No se movió de  su asiento en la Maestranza nadie. Peligraba la vida del artista. Fue muy en serio la cosa.

Otro juampedro del hierro de Veragua, de hechuras y signo por completo distintos a los de los demás.  Cinqueño bien cumplido, hondo, corto de manos y cuello, tronco bien relleno y musculado, mulato pero  lustroso, dos puntas finísimas, armado por delante. Llevaba la divisa en el pescuezo, como tantos otros.  Dos o tres patinazos en las primeras carreras o ataques. Garrido lo llevó galleando al caballo, estuvo a  punto de salir prendido dos veces.
El toro derribó en la primera vara con estilo fiero, se empleó fijo en la segunda. La fiereza iba a ser su  sello. Embestidas como calambrazos, violentas a veces, pegajosas en cuanto empezó a enterarse. Por  abajo protestaba revoltoso, pero sin dejar de pelear. Fue muy difícil estarse delante sin temblar, sino con  la entereza con que anduvo Garrido. En la tercera tanda, vibrante, casi en los medios, se arrancó la  banda. “Cielo andaluz”. No se oyó completa ni la primera de sus dos melodías. Un desarme en un  tornillazo.

Garrido aguantó impertérrito todas las revoluciones del toro, que fueron muchas y sin tregua. El ajuste,  insuperable. En cada viaje, enganchados casi todos los muletazos, el ay de la emoción verdadera. Se  sentía que el toro, el genio muy vivo, podía coger, y que, si lo hacía, sería certero. Pero se tenía también  el convencimiento de que no iba a perder la batalla el torero. Así fue. Un espléndido desplante de  recurso –frontal, genuflexo- sorprendió al toro y a la gente. Una tanda de manoletinas –por alto, el toro  era hasta tratable- y cierta autoridad inesperada. Una estocada de las de verdad. Casi una oreja. Torero  en circulación. Una novedad. ¡Albricias!

Lo que no tuvo el resto de corrida –toros y toreros- fue apenas emoción. La templada y delicada faena  de Castella al tercero de corrida –un anovillado y bondadoso parladé coloradito- fue como un  cadencioso minué. Tandas cosidas en lazos, remates de pecho o cambiados bien enhebrados, cierta  monotonía rota por un par de molinetes clásicos, un circular templadísimo, un lindo encaje entre pitones  y el torero de Beziers acariciándole la cresta al toro. Una desdicha con la espada. La madeja con que  abrió Castella faena en el otro turno fue de su firma y patente: dos cambiados por la espalda en el platillo y aguantando sin enmienda ni pestañeo, y la trenza continua de gran resolución. Se vino abajo el  toro y adiós. Ahora entró la espada. El toro se había rajado al galope: una rareza.

El primer toro de Ponce, de Parladé, solo vino al paso y aun así amenazó ruina. Ponce lo pasó por fuera  y sin obligar. Una estocada sin puntilla. Devolvieron por inválido al cuarto. Turno para un sobrero de El  Pilar, negro y grandón, de embestida extraordinariamente sumisa y apagada, letárgica. El toro menos  fiero de cuanto va de feria. Ponce se entretuvo en un trasteo equilibrista. De hacer vainicas y no bolillos.  Le pidieron brevedad. Ni caso. Un aviso antes de entrar a matar. A las nueve menos cuarto se echó en  tablas el toro. Quedaban tres cuartos de hora por delante. El toro más fiero de la feria esperaba turno. Y  José Garrido también.

Postdata para los íntimos.- El itinerario. De casa al trabajo todas las tardes a las 6. Callejeo por Sevilla. Línea más o menos recta desde la Candelaria hasta la Maestranza. Ramón Ybarra, el cruce de Federico Rubio, Mármoles, Aire, Abades, Bamberg, el cruce de Argote de  Molina, Estrella, Pajaritos, Francos, Chapineros, Álvarez Quintero, Chicarreros, San Francisco, el arco  de Vespasiano, Plaza Nueva, Joaquín Guichot (¡qué bonita la reja del balcón del número 4, la  Hermandad de San Onofre, como las de las casas burguesas de Narbona) y sus cruces con Barcelona,  Zaragoza y Jimios, Gamazo y sus cruces con Abate Marchena y Mariano de Cavia. Castelar, la Puerta  del Arenal, Arfe, el cruce de Adriano, Antonio Díaz y sus cruces con Toneleros, Gracia Fernández  Palacios, Techada, Donoso Cortés, Iris y Velarde, la estatua de Curro Romero, el paseo Colón, la  cancela de taquillas, Tinico el de Murchante te espera con el programa, puerta 4, grada 6, segunda fila,  número 16.

Viaje de ida y vuelta. Diez y diez (minutos) a pasito bueno.

¡Las calles de Sevilla!

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Juan Pedro Domecq -1º bis y 6º, con el hierro de Veragua, y los otros tres, con el de Parladé. Y un segundo sobrero, 4º bis, de El Pilar. El tercer parladé fue muy bondadoso. El último  veragua, cinqueño, encastado y correoso, desarrolló sentido y genio.
Enrique Ponce, silencio y palmas  tras un aviso. Sebastián Castella, saludos tras un aviso y silencio. José Garrido, que tomó la alternativa, saludos y vuelta al ruedo.
Muy fino en la brega y banderillas José Chacón. Ovacionado Pepe Doblado, que picó al quinto.
Miércoles, 22 de abril de 2015. Sevilla. 8ª de feria. Primaveral. Casi lleno. Tres horas de festejo.
José Garrido
Sebastián Castella

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