JAVIER LÓPEZ
El triunfo de José María Manzanares fue lo más
destacado de la Corrida de Primavera celebrada hoy en Brihuega (Guadalajara),
en una tarde marcada por la lluvia que condicionó sobremanera un espectáculo de
poco contenido también en lo artístico.
No fue el aniversario que se merecía el coso de La
Muralla de Brihuega, que hoy conmemoraba 50 años de su inauguración, a pesar
del corte de cuatro orejas y de la salida a hombros final de José María
Manzanares.
Un día que debería haber sido festivo por el gran
ambiente de toros que desde horas antes se podía respirar en esta localidad
alcarreña y, sobre todo, por el cartel tan rematado que había cerrado la
empresa, sin embargo, y a decir verdad, la tarde fue por momentos algo
dantesca. La falta de organización propició que la función no llegara a romper
como se esperaba, desbordada por momentos, fundamentalmente por el incomodísimo
clima lluvioso, que hizo que el acceso a la plaza fuera un calvario, tanto que
hasta el quinto toro había gente todavía entrando al recinto, quedándose
incluso muchos aficionados de pie en los accesos a los tendidos sin llegar a
sentarse.
Una pena, pues el esfuerzo tan de agradecer que
hizo la empresa Campo Bravo Alcarreño por convertir a Brihuega en el epicentro
taurino nacional por un día, quedó un tanto empañado por tanta calamidad extra
taurina.
Ponce tuvo en primer lugar un toro que, pese a su
nobleza, se sujetaba con alfileres. El valenciano llevó a cabo una labor de
enfermero, a base de mucha suavidad y haciendo todo a media altura, sin poder
fajarse con él, o lo que es lo mismo, sin emoción.
El cuarto fue un toro mortecino ya de salida, que
llegó a derrumbarse en las probaturas de muleta, pero Ponce, en un alarde de
técnica, extrajo pases muy meritorios sobre la diestra en una labor de menos a
más, en la que el de Chiva obró el milagro de afianzar a su antagonista,
exprimiendo lo poco que tenía dentro. Comunicación, sapiencia y buen hacer de
Ponce, que cerró faena con su personal "poncina" y otros alardes
también a modo para acabar despenando a su oponente en el segundo envite con la
espada, lo que le permitió cortar una oreja.
Morante dejó destellos de su magnífico toreo en su
primero, sin embargo, la poca entidad y la nula transmisión del astado restó
prestancia a todo lo que hizo. Alguna verónica aislada con el capote y algún
que otro muletazo encajado y de buen aire puso cierto argumento a una labor
emborronada a última hora con la espada. El quinto, el de mayor presencia de la
corrida, flojeó ya en el saludo de capote de un Morante que, pese al torerísimo
inicio por alto, no pudo armar faena por la manifiesta invalidez del toro. Hubo
cositas sueltas, pero el conjunto no tuvo continuidad. La gente disfrutó, que
al final es de lo que se trata, por eso tras un pinchazo y un bajonazo, cortó
una oreja.
El primero de Manzanares apuntó clase por la
manera de colocar la cara, tomando la muleta humillado y repitiendo unas
embestidas un tanto cansinas por su falta de gas. Un toro ideal para el
alicantino, que se recreó por momentos con un toreo tan cadencioso y ligado
como lineal, es decir, sin demasiado ajuste. La media estocada con la que
finiquitó al animal fue suficiente para cortar una oreja.
El sexto fue otro toro que se movió pero con
poquito celo, y Manzanares volvió a instrumentar una labor hilvanada por el
derecho, aunque con notables desigualdades como la falta de apreturas y los dos
desarmes que sufrió. La espada entró de aquella manera, pero no fue óbice para
que cortara el trofeo que le hacía falta para la puerta grande. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Zalduendo, justos de presencia, nobles pero desrazados y algunos,
como primero, cuarto y quinto, en el límite también de las fuerzas. El más
toreable, el tercero.
Enrique
Ponce: pinchazo y estocada (silencio);
y pinchazo y estocada desprendida (oreja tras aviso).
José
Antonio "Morante de la Puebla": dos pinchazos y estocada (silencio); y pinchazo y bajonazo (oreja
tras aviso).
José
María Manzanares: media (oreja);
y media caída y atravesada (oreja).
Incidencias: el rey Juan Carlos I presenció la corrida
desde una barrera del tendido 1, acompañado por la presidenta de Castilla-La
Mancha, María Dolores de Cospedal.
Don Juan Carlos recibió el brindis
de los toreros en las faenas a los tres primeros toros.
La plaza de La Muralla, que conmemoraba su
50 aniversario, tuvo tres cuartos largos de entrada en tarde lluviosa.
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