El 20 de abril de 1940, con triunfo de
"Manolete"
Desde
1940 a nuestros días la ganadería de Miura nunca ha faltado. Es como si se
hubiera abonado a perpetuidad. En la Maestranza habían estado desde mucho años
antes, prácticamente desde sus orígenes. Y hasta no hace tanto, además, con la
figuras pidiendo estar en ese cartel. En aquel 20 de abril de 1940, donde se
inicio una historia que ahora llega a su capitulo 75, se enchiqueraron sus seis
toros, que por la tarde los lidiaran Pascual Márquez, Juanito Belmonte y Manuel
Rodríguez "Manolete", que a la postre resultó el triunfador,
cortándole una oreja a su primer enemigo. Un año después, cuando Pepe Luis ya
era matador de toros, el de San Bernardo se unió a "Manolete" en el
cartel Y formó todo un lío, cortándole las dos orejas al que cerraba plaza.
Redacción TAUROLOGIA.COM
“En la todavía corta, pero brillantísima, carrera
artística de Manolete y Pepe Luís Vázquez, no puede faltar, como en la historia
de todas las grandes figuras de la tauromaquia, jornadas de gloria con toros de
la divisa verde y encarnada. En uno y otro torero, estas jornadas pertenecen a
los anales de la plaza de la Maestranza de Sevilla. Y una y otra representan la
iniciación de una hegemonía admitida casi unánimemente. Con todos de Miura
resolvieron el torero de Córdoba y el Sevilla la incógnita de su porvenir,
porque con ellos convencieron a todos los que hasta entonces dudaron de su
capacidad”.
El párrafo, tan explícito, pertenece al cronista
Enrique Vila en su libro “Miuras. Cien años de gloria y de tragedia”, que vio
la luz en 1941 editado por la Librería
Sanz, de Sevilla. Y esas jornadas a las que se refiere se dieron por primera
vez en los años 1940 y 1941, respectivamente. Esto es: desde que la casa Miura
comenzó ininterrumpidamente a lidiar sus toros en la feria de abril, de lo que
ahora se cumple 75 años. Precisamente
entre esas dos temporadas, y con 98 años ya de historia y tradición taurina, se
produce el traspaso de su titularidad a la sexta generación de esta saga de
grandes ganaderos: pasa a don Eduardo Miura Fernández, padre de los actuales
titulares.
Los 75 compromisos ininterrumpidos con la afición
sevillana se iniciaron el 20 de abril de 1940, dentro de una feria que se
compuso de tres corridas de toros y una novillada; “Manolete” actuó las tres
tardes y Pepe Luís mató, y con éxito, la novillada. Al año siguiente, ya ambos
matadores de toros, coinciden en las tres corridas de la feria: en la de Miura,
Pepe Luis obtuvo un gran éxito con el 6º, al que le cortó las dos orejas;
“Manolete” formó un lío gordo con la del marqués de Villamarta, a uno de los cuales le cortó las
dos orejas y el rabo. Y ambos triunfaron con la de doña Carmen de Federico.
El inicio de los 75 años
Para la feria de 1940, la primera de estos 75
años, don Eduardo Pagés se había ajustado para la corrida de Miura con Pascual
Márquez, Juanito Belmonte y Manolete. Se anunciaba para el 20 de abril, sábado
por más señas. “Otro lleno de repique gordo”, anotó Juan Mª Vázquez en su
crónica abcedaria, en la que fue la última de las ferias que cubrió para este
periódico; a partir de 1941 la crónica taurina pasó a ejercerla “D. Fabricio”,
como firmaba Antonio Olmedo, a la sazón director del diario de la familia Luca
de Tena.
Según el saber del cronista, en la corrida de
Miura “predominó lo bueno en el ganado, y el sentido de defensa no se asomó
sino, venialmente, en el segundo, que buscó al final el amparo de las tablas, y
el sexto, tardo en varas --aunque acabó por asimilarlas bien-- y reservón al
final. El primero, blando al castigo, se produjo con gran docilidad. El tercero
y el cuarto --tan hermoso éste como deslucido de presencia aquel-- fueron dos
toros superiores. El quinto cumplió sencillamente”.
Pero antes
Juan María Vázquez había advertido: “Sabíase que los bichos no eran
grandes, ni venían provistos de aquellas pavorosas encornaduras que en los
tiempos clásicos de su “leyenda negra” caracterizaban a los toros de Miura. Sin
embargo, el poder del nombre pervive y a ver a los miuras acudió el público,
que agotó el papel en las taquillas”.
Pascual Márquez, el valiente torero de
Villamanrique de la Condesa, “estuvo poco afortunado” en su primera faena. Pero
“apenas asomó el cuarto, advertimos en
Pascualillo, aguijoneado por la gran ovación que a Manolete le hacían, un
corojudo impulso de amor propio que parecía anunciar su total resurrección para
el arte”. Y más adelante precisa el cronista: “levantó en verónicas una
tempestad de aplausos, y en los quites tornó a poner en riesgo, muy
toreramente, la integridad del traje y de lo que el traje tenía dentro".
Sin embargo, en el tercio final las cosas no rodaron tan bien: “Buenos los
primeros pases; pero por no corres el brazo con debía vinieron el engancharse
la muleta en los cuernos, los desarmes y la falta de limpio hilván en la faena,
que muy luego diluyóse bien deslucidamente”.
“El hijo de Juan --escribió en otro párrafo el
cronista-- toreó a la verónica con aseo y quietud. Unos granitos de sal y
pimienta, y la cosa habría resultado completa”. Pero, en cambio, se refirió en
términos elogiosos al quite rodilla en tierra que Juanito Belmonte había
realizado en el primer toro de Márquez. “Como muletero, cerquísima, fresco y
exponiendo con el segundo de la tarde, al que extrajo de los tableros a fuerza
de arrimarse, En el quinto, cerca también, pero deslucido y sin coraje. Al herir
mediano. En total muy por bajo de lo que puede y sabe hacer”.
En aquella feria de 1940, Manolete triunfó en su
primer compromiso, con toros de Tassara, pero no alcanzó lucimiento al día
siguiente con la corrida del marqués de Villamarta. Es la razón por la que el
cronista de ABC escribe: “Pasada su tregua de flaqueza de la corrida anterior
--“cualquiera duda un momento”, que dijo don Juan--, Manolete volvía con grandes ánimo por sus
fueros de torero serio y valiente. Y suyo fue el triunfo”, principiaba el
enjuiciamiento a la labor del torero de Córdoba, para luego añadir: “durante la
lidia de los dos toros primeros pertenecieron a él los únicos lances reposados
y prietos que por entonces aplaudimos, como en otros quites al tercero y aquel
precioso, con el capote a la espalda, que llevó a cabo en el siguiente”.
“Brindada su primera faena a la plaza toda, el
cordobés la desenvolvió --sobre la sombra casi siempre-- en magníficos pases
redondos, molinetes, altos y ayudados, muy apretado y con sosiego notable, entre
una sostenida ovación. En el centro del ruedo, muy por derecho, dejándose ver
y doblando la cintura sobre el asta,
coronó la admirable labor, introduciendo por lo alto todo el acero y en seguida
descabelló a la segunda. Concediéronle en el acto la oreja y entre grandes
admiraciones recorrió el anillo y saludó desde el tercio”.
La labor de “Manolete” con el que cerraba plaza
quedó así reflejada por Vázquez: “El último, que, además de receloso, se
mantenía muy entero, trasteó con inteligencia y eficacia, y apenas lo puso en
suerte dejó, bien administrada, media estocada que mató sin puntilla. Entre una
ovación de despedida retiróse --sólidamente afirmado su cartel-- el pundonoroso
y buen artista de Córdoba la Sultana”.
Esta ganadería se formó ésta en 1842 por don Juan
Miura, con reses de Antonio Gil y, posteriormente, otro lote grande de vacas de
don José Luis Alvareda, todas ellas procedentes de don Francisco Gallardo. En
1850 y 1852 se agregaron reses de la de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda de
Cabrera, agregándole en 1854 sementales de don José Arias de Saavedra
(Vistahermosa). A esta cruza hay que
añadir la aportación de la sangre navarra a través de un semental regalado por
el torero Lagartijo y otro (castaño ojinegro) que regaló el propio duque de
Veragua. Además, han añadido aportación genética del semental “Banderillero” de
la marquesa de Tamarón (Parladé), y otro del Conde de la Corte.
Al fallecimiento de don Juan Miura, en 1855, se
anunció a nombre de su viuda, y de ésta pasó a su hijo mayor, don Antonio
Miura, y a la muerte de éste, en 1893, se hizo cargo su hermano don Eduardo,
heredándola en 1917 sus hijos don Antonio y don José, anunciándolo: “Hijos de
don Eduardo Miura”.
A finales de 1940, don Antonio y don José se la
cedieron a su hijo y sobrino don Eduardo Miura Fernández, a cuya muerte en 1996
la heredan sus hijos Eduardo y Antonio Miura, quienes inicialmente lidiaban a
nombre de “Hijos de don Eduardo Miura” pero a partir de 2002 pasaron a
anunciarse como “Miura”.
Adquirió antigüedad en Madrid, en la plaza de la
carretera de Aragón, el 30 de abril de 1849, un festejo en el que se lidiaron
sólo dos reses de este hierro, junto a otros toros del marqués de Casa Gaviria
y dos de Luis María Durán. En el cartel de esta tarde figuraban Manuel Díaz “El
Lavi”, Julián Casas “El Salamanquino” y Cayetano Sanz. A raíz de esta corrida,
en Madrid se lidia con divisa negra y verde, debido a que para aquella fecha ya
existía otra divisa de mayor antigüedad –la de Plácido Comesaña, procedente del
Conde de Vista Hermosa--, por lo que se decidió cambiarla. Su divisa
tradicional es verde y grana.
La ganadería pasta en la dehesa “Zahariche”, en el
término municipal de Lora del Río (Sevilla).
En la plaza de la Real Maestranza lidió por
primera vez el 15 de agosto de 1846, esto es: cuatro años después su creación.
Se da la circunstancias que ese año de 1846 fue también cuando Narciso
Bonaplata y José María de Ybarra redactaron una propuesta, que llevaron al
Cabildo Municipal, pidiendo que les
autorizaran para celebrar una feria anual, que tendría lugar durante el mes de
abril.
Desde entonces y hasta el época actual, las
figuras siempre pidieron torear las reses de este hierro en su feria de abril.
Desde 1940 ha lidiado de forma ininterrumpida en esta feria.
Las cruzas originales han dado como resultado un
toro singular: alto de agujas, "agalgado, largo, de gran caja, huesudo,
manos y patas altas, fino de piel y algo lavado de cara. Su pelaje aporta otra
gran singularidad dentro de su variedad: cárdenos, colorados, castaños, sardos,
salineros, girones, salpicados, berrendos, luceros, negros zaínos y mulatos. No
es un toro astifino, sino de mazorca ancha, gruesa y generosa. En la lidia es
un toro cambiante, que aprende mucho y rápidamente. También saltan toros de
nobleza y fijeza, quizá por la aportación de la sangre parladeña. Toro
espectacular desde su salida a la plaza y en el primer tercio.
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