Pérez Mota |
PACO AGUADO
El
fuerte viento que sopló toda la tarde se alió con una aparatosa y muy mansa
corrida de la ganadería de Samuel Flores para abortar toda posibilidad de
espectáculo en la penúltima corrida del abono de San Isidro.
Cuando
en un ruedo se juntan dos factores tan adversos como un fuerte viento, que
impide un manejo de los trastos, y la mansedumbre declarada y violenta de una
corrida tan basta y cornalona como la que soltó ayer en Madrid Samuel Flores,
el buen toreo se convierte en una misión imposible.
Cada
uno de los cinco "samuelones" que finalmente se estoquearon tuvo unas
hechuras ya de por sí poco prometedoras, por bastos y amoruchados, acompañadas
de unos pitones tan exagerados que más bien podrían considerarse en algún caso
como una deformación.
Y
si, como dice un viejo dicho taurino, las hechuras son el espejo del alma del
toro de lidia, nada más verles asomar a la arena ya se podía sospechar que los
toracos no iban a ofrecer más que arreones y cabezazos para evitar entregarse
en la pelea.
El
problema de esas violentas oleadas no era tanto que hubiera que evitarlas, que
para eso deben estar adiestrados los toreros, sino que el fuerte viento añadía
aún más peligro a la cuestión al descontrolar las telas con que había que
defenderse de ellas.
Los
primeros tercios, con los "samueles" pegando cabezazos a los
estribos, saliendo huidos de los petos y pegando bandazos descompuestos en
banderillas, resultaron una azarosa aventura entre el vendaval.
Y
cuando tocaron a matar, cada uno de los tres espadas intentó resolver la
papeleta como buenamente pudo. Por ejemplo, Rubén Pinar puso mucha firmeza e
insistencia en su faena a un sobrero jabonero de Aurelio Hernando que, siendo
distinto, tampoco desentonó por su falta de entrega.
Para
empezar, el toro se llevó por delante a Pinar en una tremenda colada ya en el
primer pase. Pero, aun así, el torero de Tobarra (Albacete) intentó alargar
todo lo que pudo unas embestidas que fueron menguando en recorrido y celo.
Menos
celo aún, exactamente ninguno, tuvo un sexto de Samuel de mejores hechuras pero
también más mansedumbre que el resto de sus hermanos. Declarado en retirada el
cornalón, Pinar se pasó más tiempo detrás que delante de él, sin conseguir
nunca sujetarle.
En
este escenario confirmó alternativa Pérez Mota, que también se fajó con sendos
mansos de violenta actitud defensiva. Intentó aplacar el gaditano los arreones
y los tornillazos del primero, hasta que el animal se aaburrió de no tropezarle
los engaños.
Y,
en otro trasteo estimable, le bajó la mano con mucha firmeza a un quinto de
pitones desproporcionados que respondió con una nula entrega a su constante
voluntad. Y para no dejar dudas, Pérez Mota aún se volcó con gallardía sobre
tan tremendos pitones para dejar una estocada de mejor ejecución que colocación.
A
Antón Cortés le tocó un lote también manso pero que, al menos tuvo cierta
movilidad: sin emplearse nunca, pero yendo de un lado a otro. Claro que para
ello contó que el albaceteño nunca les exigiera demasiado esfuerzo, por el
trazo lineal y sin apenas ajuste de cada uno de sus precavidos esbozos de
muletazos. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Samuel Flores, de bastas y descompensadas hechuras y de pitones
destartalados, todos mansos en distinto grado. Y un sobrero de Aurelio Hernando, lidiado en tercer
lugar tras la devolución por flojo de uno de los titulares, serio y de escasa
entrega.
Antón
Cortés: pinchazo y bajonazo (silencio);
estocada desprendida (silencio).
Pérez
Mota, que confirmaba la alternativa:
metisaca contrario que asoma y estocada (silencio tras aviso); estocada
atravesada y tres descabellos (ovación tras aviso).
Rubén
Pinar: estocada (ovación tras aviso);
estocada caída y trasera (silencio).
El oficio de Fernando Galindo destacó entre las cuadrillas.
Viernes 31 de mayo. Vigesimo tercer
festejo de la feria, en tarde de fuerte viento y con más de tres cuartos del
aforo cubiertos.
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