Diego Urdiales |
JAVIER LÓPEZ
Seis silencios sepulcrales fue el escaso
balance del festejo celebrado hoy en Las Ventas, en el que los toros de Baltasar
Ibán, deslucidos por falta de entrega, apenas aportaron nada para el
lucimiento.
Antes de contar lo que dio de sí el
último festejo de los toreros de a pie de la Feria de Arte y Cultura es
necesario matizar algo primordial: que un toro se mueva no es sinónimo de buen
comportamiento, ni mucho menos, pues hay que ver otras cualidades como la
entrega, la clase y la bravura. Parece algo lógico, pero hoy, en Las Ventas,
muchos no supieron valorar convenientemente lo que dieron de si los toros de Baltasar
Ibán, que, esta vez, no dieron la talla, precisamente, por la falta de
las tres virtudes antes mencionadas. Ni siquiera el tercero, de nombre "Bastonito", como aquel toro
ilustre, de esta misma ganadería, con el que el colombiano César Rincón se encumbró en 1994 en Las Ventas, fue nada del otro
mundo, a pesar de la ovación que recibió en el arrastre. Un toro que, pese a
emplearse en el caballo, apenas desarrolló en la muleta, más bravucón que
bravo, sin continuidad y punteando los engaños fruto también de su poca raza.
Es verdad que David Mora no estuvo como se esperaba, y eso que consiguió calentar
la plaza con un quite por gaoneras
que a punto estuvo de costarle un disgusto, pero, muleta en mano, la cosa fue
decayendo hasta quedarse en nada, a pesar del tesón que imprimió Mora a su quehacer.
A decir verdad faltó algo más de mando,
algo más de ajuste y algo más de decisión por parte del torero, pero el toro,
que quede claro, fue un animal "mentirosillo",
que a la mínima que se le obligaba buscaba la huida, y que según transcurría la
faena empezó además a quedarse corto y a defenderse con la cara por las nubes.
El sexto fue otro toro poco propicio por
su aparente sosería, a pesar del picante oculto que tuvo. Mora anduvo nuevamente tesonero, aunque ya era imposible remontar
la tarde, abogada ya a la desesperación.
A Urdiales
no le tuvieron en cuenta lo firme que estuvo con el lote más complicado de la
corrida, pues tanto el manso que abrió plaza, de descompuestas y bruscas
embestidas, como con "la
prenda" que hizo el cuarto, que "se
vencía" por los dos pitones y que acabó "desarrollando sentido", hizo del riojano una apuesta
valiente y sincera, jugándose el tipo a cambio de nada.
Bautista, que pasó desapercibido con el sobrero de El Montencillo que le
correspondió en primer lugar, un animal descastado y que no aportó nada, anduvo
un tanto insulso con el quinto, el más toreable del envío, aunque, todo sea
dicho, tampoco fue un toro de triunfo, ni mucho menos. Por eso, al final de la
tarde, había una sensación un tanto extraña, pues la corrida no fue lo que se
esperaba a pesar de la aprobación de cierta parte de la afición, ni los toreros
estuvieron tan mal como también dejaron entrever. Lo que hace la engañosa
movilidad. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Baltasar
Ibán, bien presentados, con movilidad pero sin entrega, que apenas dieron
juego, ni siquiera el bravucón tercero, ovacionado en el arrastre, que no se
prestó lo suficiente por falta de continuidad. El noble quinto, el más toreable
dentro también de sus limitaciones por falta de raza. El segundo fue sobrero de
El Montecillo, descastado.
Diego Urdiales: media atravesada y tres
descabellos (silencio); y dos pinchazos hondos y descabello (silencio tras
aviso).
Juan Bautista: pinchazo, estocada
trasera y dos descabellos (silencio); y dos pinchazos y estocada caída
(silencio).
David Mora: estocada desprendida
(silencio); y estocada caída (silencio).
Sábado 8 de junio. La plaza tuvo casi media entrada
en tarde entoldada y fresca.
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