Las Ventas: arranca el verano
taurino. *** Los dos novilleros mejores del curso en Madrid: el colombiano Ritter,
herido, y el extremeño Rafael Cerro, competente y valeroso pero sin suerte.
Tarde muy ventosa.
BARQUERITO
SOLO EN LA TERCERA
tanda de una faena de valeroso encaje, el segundo novillo de Lozano
Hermanos, aventado, brusco e incierto, se vino encima de Sebastián Ritter en un arreón de
sorpresa y lo prendió o arrolló. Lo tuvo encunado, lo volteó antes de dejarlo
caer al suelo y en el aire debió de pegarle la cornada en el muslo que iba a
dejar sentenciado antes de hora el mano a mano que Ritter libraba con Rafael
Cerro. Los dos novilleros de más ambiente en la temporada 2013 de Madrid.
La caída a plomo dejó grogui a Ritter, que se negó a retirarse. Un gesto de entereza. Se sostuvo
como fuera, cuadró al toro, que se puso por delante, y cobró media estocada
trasera de muerte lenta. Antes de la estocada y la cogida, Ritter tuvo el detalle de citar en la distancia para abrir faena,
sujetarse sin rectificar pese a que, rebotado y violento, el toro solo pegaba
taponazos, y hasta atreverse a pegarle con la zurda una tanda meritoria de
cinco ligados sin ceder ni un palmo. El detalle no tuvo eco. Estaba fría la
gente.
No tanto en el toro anterior. Un novillo de imponente trapío
que, distraído y ajeno al asomar, ni siquiera llegó a fijarse en Cerro, que lo esperaba a porta gayola –de rodillas en la
segunda raya- y ahí se estuvo sin retirarse ni atrincherarse. Y, al fin, la
reunión de toro y torero. Llevó la peor parte Cerro, prendido por la entrepierna porque el toro se quiso sacudir
cuerpo y capa a la vez. Una paliza. Después de la paliza, un amago de
competencia. Ritter salió, capote a
la espalda, a quitar desafiante en su turno. Ya empezaba a hacer estragos el
viento y ninguna de las cuatro gaoneras,
ceñidísimas, tuvo vuelo por eso. Una brionesa
de broche. Cerro salió a replicar:
por valencianas o saltilleras, tres, cosidas a un farol y revolera. Cerro también
salió en el toro que hirió a Ritter
a quitar por chicuelinas costaleras
solamente bien intencionadas.
Dentro de ese prólogo accidentado y prometedor cupo, además,
la única faena armada y sustanciosa de toda la tarde. Distraído y sin apenas
celo, pero noble, el primero tomó engaño con son despacioso y, sin rematar
viaje, fue toro manejable. Cerro
anduvo firme con él, se templó en algunos muletazos lentísimos, ligó sin perder
pasos ni perderle la cara al toro y resolvió con una suficiencia que ya ha
dejado probada en Madrid varias veces. La última, el pasado abril, con un
violentísimo novillo toro de Guadaira que le hirió en la
estocada.
Esa cornada de estocada se le estuvo apareciendo como un
fantasma a Cerro en esta tarde tan
rara del mano a mano arruinado en el primer asalto. A ninguno de los otros
cuatro toros que tuvo Rafael que
matar les vio la muerte. Le costó pasar con la espada y no llegó a hacerlo en
rigor, entró a paso de banderillas,
fueron unos cuantos los intentos, en
varios de ellos soltó engaño. Dos avisos en el primero y en el último de
los toros que mató. Un aviso cargante en los otros tres.
Tanto aviso fue cruel balance, porque Rafael estuvo muy entero. No se afligió ni un instante. Le plantó
cara a un tercero dificilísimo, agresivo, incierto, a la defensiva en su
querencia de tablas y lo pasó por las dos manos sin temblarle el pulso. Esa fue
su faena de más corazón, pero una de las más largas. No medir los trasteos fue
pecado mayor cuando la corrida se había quedado para él solo. Y no salirse del
patrón obligado de lo que Cañabate
llamó “los dos pases”.
No le importó a Cerro
que el cuarto toro no embistiera en serio y por abajo ni una vez, ni que el
quinto se le metiera por debajo cada vez que el viento lo descubría. Ni
siquiera que un vendaval temible durante la lidia del sexto fuera enemigo
todavía mayor que un toro que ni se entregaba ni daba tregua. Oficio, valor, recursos.
En un tendido de sol estaban, cuando el vendaval, unos amigos de su tierra
–Navalmoral de la Mata o Saucedilla- y solo ellos lo animaron cuando la fiesta
estaba del todo chafada. Ni un olé en toda la tarde. Una tarde muy ingrata.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Manga por hombro.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo, 23 de junio de 2013. Madrid. Casi media plaza. Veraniego pero
revuelto y muy ventoso. Un vendaval durante la lidia del sexto. Dos horas y
media de festejo.
Seis novillos de la familia Lozano.
Con el hierro de Lozano Hermanos,
1º, 2º y 6º. Con el de El Cortijillo
los restantes. Con la excepción del cuarto, cuajadito y cornicorto, novillada
muy armada, aparatosa, Un primero noble pero distraído y un sexto de buen aire
dentro de un conjunto muy complicado por su falta de celo y fijeza, y por una
violencia intemperante, una dureza de manos y una reservonería impropias de la
ganadería.
Mano a mano. Rafael Cerro, de
blanco y oro, mató cinco novillos por percance de Ritter. Fue silenciado en los cinco y avisado en los cinco también.
Sebastián Ritter, de celeste y oro,
aplausos al retirarse a la enfermería por su propio pie.
De pronóstico menos grave la cornada de Ritter, en el muslo izquierdo, de dos trayectorias de 15 y 12 cms.
con destrozos de isquiotibiales.
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