La madrugada de este lunes en el lecho de su casa
Hacía
una semana que había sido dado de alta tras haber superado en primeras
instancias un cuadro de coronavirus, pero las secuelas del mismo le han causado
su deceso.
RUBÉN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fue el criador de reses bravas de las plazas de la
provincia venezolana. Hubo temporadas que lidiaría más de cien reses en los
numerosos festejos que tenían lugar en la gran geografía nacional, ya sea
corridas o festivales. Se hizo un nombre como ganadero de reses bravas
apostando por la variedad de sangres en sus extensos potreros de sus fincas en
el estado Yaracuy, donde se encuentran las fincas Las Peñas y El Paraíso, pie
de cría y vacada de su hierro de lidia. Y también, en plazas puntuales de la
temporada como Tovar o Mérida en más de una ocasión se le vieron toros y
utreros de destacado juego. Ese fue don Juan Campolargo, ganadero de reses
bravas lusitano, quien arribaría al país a mediados de la década de los ’50 e
hizo de Venezuela su patria donde cimentó un legado como ganadero de reses de
engorde y principalmente, de reses bravas.
Este lunes nos despertábamos con la infausta
noticia que Jesús “El Tato” Ramírez nos colocaba en el whatsapp, inesperada
pues de antemano se sabía que don Juan había lidiado escasas semanas un agudo
cuadro de COVID-19, saliendo avante del mismo, y estando en recuperación en su
domicilio. Pero la parca no le esquivo, y esta madrugada nos dejaba del plano
terrenal, un hombre trabajador, de campo, recio y con el norte de hacer del
espectáculo taurino una opción válida para matadores, novilleros y aficionados prácticos,
a través de una ganadería en la que siempre dio cabida a todos ellos, con sus
defectos y virtudes.
Sería a finales de la década de los ’70 cuando
Juan Campolargo entra en el difícil negocio de reses bravas, pues frecuente era
su contacto en el matadero industrial con el para momento propietario del
hierro prócer nacional de Guayabita, don Luis Morales Ballestrasi. Fue precisamente
Luis Morales quien le vende de su divisa 40 vacas y dos sementales, uno
procedencia «pintobarreiro» del hierro de Tarapío, y otro «santacoloma» de la ganadería colombiana
de Ernesto González Caicedo del hierro de Las Mercedes, de las que finalmente
se queda con la mitad de las vacas y el semental santacolomeño, iniciando así
su andadura. Posteriormente agrega vacas de Tarapío, así como sementales
portugueses de Mario Vihnas y par de sementales españoles de Torrestrella
indultados en San Cristóbal, todos adquiridos a Hugo Domingo Molina, presentando
su debut en mayo de 1980 en la ciudad de San Felipe (Yaracuy) en cartel junto a
los espadas nacionales Bernardo Valencia y Celestino Correa, al lado de español
Antonio José Galán.
Con los años a esta divisa han llegado a partir de
la mitad de la década de los ’90 sementales sangre Domecq colombianos de
Guachicono (Luis Fernando Castro), Juan Bernardo Caicedo, Juan Pedro Domecq (a
través de dos toros que vinieron a Colombia en vientres) y Paispamba (Enrique Álvarez),
lo que le han dado con el paso de estos últimos lustros la personalidad y sello
propio en los distintos ruedos venezolanos donde ha lidiado con éxito.
Desde estas líneas nos permitimos unirnos al dolor
que significa la partida de un hombre de campo que vivió por y para el ganado
(bravo y de engorde) llenando de éxitos los triunfos de numerosos toreros que se
hicieron con la gloria del éxito con las embestidas de sus reses.
NOTA DE REDACCIÓN: Esta
nota debió haber sido publicada en el curso del día de ayer, pero las múltiples
visicitudes que nos aquejan en cuanto a cobertura de energía eléctrica y de
internet no hicieron imposible su colocación en pauta. Disculpa a todos quienes
les habían extrañado dicha situación.
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