martes, 8 de diciembre de 2020

Se nos va don Juan Campolargo, víctima de COVID-19

La madrugada de este lunes en el lecho de su casa
Hacía una semana que había sido dado de alta tras haber superado en primeras instancias un cuadro de coronavirus, pero las secuelas del mismo le han causado su deceso.
 
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
 
Fue el criador de reses bravas de las plazas de la provincia venezolana. Hubo temporadas que lidiaría más de cien reses en los numerosos festejos que tenían lugar en la gran geografía nacional, ya sea corridas o festivales. Se hizo un nombre como ganadero de reses bravas apostando por la variedad de sangres en sus extensos potreros de sus fincas en el estado Yaracuy, donde se encuentran las fincas Las Peñas y El Paraíso, pie de cría y vacada de su hierro de lidia. Y también, en plazas puntuales de la temporada como Tovar o Mérida en más de una ocasión se le vieron toros y utreros de destacado juego. Ese fue don Juan Campolargo, ganadero de reses bravas lusitano, quien arribaría al país a mediados de la década de los ’50 e hizo de Venezuela su patria donde cimentó un legado como ganadero de reses de engorde y principalmente, de reses bravas.
 
Este lunes nos despertábamos con la infausta noticia que Jesús “El Tato” Ramírez nos colocaba en el whatsapp, inesperada pues de antemano se sabía que don Juan había lidiado escasas semanas un agudo cuadro de COVID-19, saliendo avante del mismo, y estando en recuperación en su domicilio. Pero la parca no le esquivo, y esta madrugada nos dejaba del plano terrenal, un hombre trabajador, de campo, recio y con el norte de hacer del espectáculo taurino una opción válida para matadores, novilleros y aficionados prácticos, a través de una ganadería en la que siempre dio cabida a todos ellos, con sus defectos y virtudes.
 
Sería a finales de la década de los ’70 cuando Juan Campolargo entra en el difícil negocio de reses bravas, pues frecuente era su contacto en el matadero industrial con el para momento propietario del hierro prócer nacional de Guayabita, don Luis Morales Ballestrasi. Fue precisamente Luis Morales quien le vende de su divisa 40 vacas y dos sementales, uno procedencia «pintobarreiro»  del hierro de Tarapío, y otro «santacoloma» de la ganadería colombiana de Ernesto González Caicedo del hierro de Las Mercedes, de las que finalmente se queda con la mitad de las vacas y el semental santacolomeño, iniciando así su andadura. Posteriormente agrega vacas de Tarapío, así como sementales portugueses de Mario Vihnas y par de sementales españoles de Torrestrella indultados en San Cristóbal, todos adquiridos a Hugo Domingo Molina, presentando su debut en mayo de 1980 en la ciudad de San Felipe (Yaracuy) en cartel junto a los espadas nacionales Bernardo Valencia y Celestino Correa, al lado de español Antonio José Galán.
 
Con los años a esta divisa han llegado a partir de la mitad de la década de los ’90 sementales sangre Domecq colombianos de Guachicono (Luis Fernando Castro), Juan Bernardo Caicedo, Juan Pedro Domecq (a través de dos toros que vinieron a Colombia en vientres) y Paispamba (Enrique Álvarez), lo que le han dado con el paso de estos últimos lustros la personalidad y sello propio en los distintos ruedos venezolanos donde ha lidiado con éxito.
 
Desde estas líneas nos permitimos unirnos al dolor que significa la partida de un hombre de campo que vivió por y para el ganado (bravo y de engorde) llenando de éxitos los triunfos de numerosos toreros que se hicieron con la gloria del éxito con las embestidas de sus reses.
 
NOTA DE REDACCIÓN: Esta nota debió haber sido publicada en el curso del día de ayer, pero las múltiples visicitudes que nos aquejan en cuanto a cobertura de energía eléctrica y de internet no hicieron imposible su colocación en pauta. Disculpa a todos quienes les habían extrañado dicha situación.

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