jueves, 31 de diciembre de 2020

Doce campanadas taurinas para el año del covid

Apresurado resumen de un nefasto año de toros fundido a negro en el que la plaza de la Maestranza permaneció con las puertas cerradas
 
ÁLVARO R. DEL MORAL
Diario CORREO DE ANDALUCÍA
 
La cosa se enredó a costa del ganado a lidiar. Roca, o su entorno, impuso como condición innegociable lidiar una corrida de Garcigrande en la emblemática fecha del Domingo de Resurrección. Hasta ese momento se manejaba un cartel natural en todos los mentideros: el formado por Morante, el propio Roca Rey y Pablo Aguado, triunfador indiscutible de la Feria de Abril de 2019, que desde el primer momento mostró su negativa a estoquear ese hierro.
 
No hubo arreglo. La ecuación se resolvió a favor del astro peruano, apoderado entonces por Ramón Valencia, gerente de Pagés. El placet de Morante dejó aún menos margen de maniobra. Después de sondear a El Juli –que no quiso meterse en la pugna- las miradas se volvieron a Talavante, que ya tenía previsto reaparecer en la víspera en Arlés después de una temporada completa en barbecho.
 
Segunda campanada, 13 de febrero. Pagés presenta el abono que no pudo celebrarse
 
El acto no se escapó del guión habitual aunque llegaba precedido de un lance inédito: la filtración, vía ‘whatsapp’, del pantallazo de todos y cada uno de los carteles que Ramón Valencia leyó, dejando escrito el titular a los chicos de la prensa: “¿Por qué no Garcigrande?”, interrogaba el gerente de la empresa Pagés.
 
Valencia aportó su propia versión de los acontecimientos argumentando que el demorado duelo Roca-Aguado sólo había encontrado inconvenientes. Pablo había descartado las corridas de Garcigrande y Victoriano del Río y Roca no quiso saber nada de ‘jandillas’ ni ‘juampedros’. No había nada que hacer.
 
En cualquier caso, las combinaciones presentadas aquel 13 de febrero no dejaban de consagrar a Morante, Aguado y Roca Rey como columnas vertebrales de una pretendida temporada en la que brillaban por su ausencia los nombres de Paco Ureña y Diego Ventura. Aún quedaba un mes para que todo saltara por los aires...
 
Tercera campanada, 20 de febrero. El rey preside los premios taurinos y universitarios en el 350 aniversario de la Real Maestranza
 
Se trataba de una ocasión especial, reforzada por un aniversario redondo: el 350 aniversario de la Real Maestranza de Sevilla, fundada en 1670 bajo el reinado de Carlos II, el último monarca de la casa de Austria. El cuerpo nobiliario echó el resto para la ocasión, instalando una impresionante carpa transparente que daba un aire excepcional a la entrega de premios taurinos y universitarios, su mejor escaparate de cara a la ciudad y la sociedad.
 
Pero el mayor matiz diferencial lo otorgaba la presencia de Felipe VI, Hermano Mayor efectivo de este cuerpo de caballeros que se distingue por la beneficencia, el mecenazgo, el compromiso social y el apoyo al mundo de la Tauromaquia y el arte ecuestre. Fue uno de los últimos grandes actos celebrados en Sevilla antes de que la pandemia volara por los aires hasta el último resquicio de nuestra cotidianidad.
 
Cuarta campanada, 28 de febrero. Curro Romero, hijo predilecto de Andalucía
 
Compareció con el pelo casi blanco, muy a última hora y a pesar del palizón de esa quimioterapia que le ha permitido vencer un doloroso cáncer de laringe. No era el primer homenaje que recibía el camero. Seguramente tampoco será el último. Este reconocimiento, recogido el 28 de febrero en el teatro Maestranza se suma a la larga lista de honores que ha ido cosechando el Faraón antes y después de la retirada algabeña de octubre del año 2000.
 
En la lista hay que resaltar su condición de Hijo Predilecto de Sevilla desde 1995 o la concesión de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1997. Más reciente es el premio instituido por el Ayuntamiento de Sevilla. El último gran homenaje –entre muchos- fue la concesión del Premio de la Cultura de la Universidad de Sevilla que recibió en un multitudinario acto celebrado en el Paraninfo de la Hispalense en la primavera de 2018. A esos reconocimientos hay que añadir su nombramiento como académico de la Real de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla en abril de 2008.
 
Quinta campanada, 15 de marzo. La temporada sevillana se funde a negro
 
La empresa Pagés decidió cerrar las taquillas de la plaza de toros –no se podían barajar otras opciones- el día 15 de marzo. Prácticamente sin solución de continuidad se decidió cancelar la temporada sevillana mientras se aguardan acontecimientos. En esos primeros momentos de confusión se llegó a hablar de organizar una semana de toros en torno a las fechas septembrinas de San Miguel, en coincidencia con el pretendido traslado de la propia Feria de Abril que pronto quedaría en papel mojado.
 
Meses después, en la yema de agosto, se llegó a rumorear la recuperación de los carteles previstos para la feria de San Miguel pero el ciclo acabó siendo suspendido sin haber sido anunciado después del endurecimiento de las medidas sanitarias por parte de la Junta de Andalucía. Sevilla, definitivamente, se había quedado sin toros.
 
Sexta campanada, 16 de mayo. Centenario de la muerte de Joselito en Talavera
 
Un siglo exacto de su muerte. Es el que se cumplía ese desangelado 16 de mayo que concentró todos los recuerdos en la figura titánica de José Gómez Ortega, el gran Joselito El Gallo. Cayó después de ser corneado por el toro ‘Bailaor’, marcado con el hierro de la Viuda de Ortega y actuando en una corrida circunstancial organizada en Talavera de la Reina para congraciarse con el crítico Gregorio Corrochano, instrumento de una feroz campaña difamatoria contra el diestro sevillano.
 
Joselito murió acompañado de algunas amarguras pero también con la gloria de saberse rey absoluto de la torería de su tiempo. Marcó una época que no se puede entender sin el contrapunto de Juan Belmonte. Juntos firmaron aquella Edad de Oro que cambió para siempre los fines del toreo, los parámetros de la bravura y hasta el futuro del propio negocio.
 
Los efectos de la pandemia dejaron aplazado gran parte del completo programa de actos organizado por la Hermandad de la Macarena en colaboración con la cátedra Sánchez Mejías de la Hispalense. Pero aquel 16 de mayo no le faltaron flores ni en su tumba –las que depositó Morante- ni en el único resto arquitectónico de la efímera Monumental levantada bajo su impulso en 1918, en una concurrida ofrenda organizada por el Círculo Cultural Taurino ‘Puerta de Carmona’.
 
Séptima campanada, 13 de junio. ‘Paseo taurino’ hasta la plaza de España
 
Centenares de aficionados y profesionales del ámbito taurino caminaron desde la plaza de la Maestranza hasta la plaza de España para visibilizar los problemas de la familia del toro, especialmente azotada por el parón económico del coronavirus y la exclusión ideológica de las ayudas orquestadas desde el gobierno a pesar de las vanas promesas del ministerio de Cultura.
 
El paseo había sido convocado por las redes sociales en un movimiento espontáneo –nacido de las propias redes y difundido por grupos de whatssap- que no respondía a las siglas de ningún colectivo o agrupación profesional concretos. El 24 de mayo se había decidido aplazar una convocatoria similar después de la desautorización explícita de la Fundación del Toro de Lidia (FTL), erigida en coordinadora aceptada por todos los estamentos del sector. Morante, visiblemente disconforme, fue el gran ausente en la segunda cita...
 
Octava campanada, 1 de agosto. Tímida reactivación de la temporada
 
El estreno del mes de agosto tenía que haber sido también el de la “nueva normalidad taurina” de Despeñaperros para abajo. Los festejos programados el día 1 en Estepona y Osuna –que fue televisado por Canal Sur enseñando las ruinas de Javier Conde- fueron el pistoletazo de salida de una tímida reactivación del calendario de la temporada que dudaría muy poco. En cualquier caso, el capítulo más interesante de esa breve reanimación del negocio fue la miniferia de Colombinas, dominada por un pletórico Perera.
 
El empeño –pueden dar fe los respectivos gestores- no fue fácil. A las exigencias sanitarias, la reducción de los aforos y el temor generalizado de un público que vivía pendiente de la evolución de la pandemia se unió una extraña y sospechosa prevención del propio sector que ya dio al traste con la organización de una corrida coral en Málaga, suspendida a punto de presentar el cartel de siete matadores que había preparado José María Garzón. Faltaban muy pocos días para la cita de El Puerto...
 
Novena campanada, 6 de agosto. La corrida de El Puerto...
 
El empresario sevillano José María Garzón amarró los nombres de Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Pablo Aguado en la Plaza Real del Puerto, que cumplía su 140 aniversario. Tras la suspensión de las ferias del gran circuito y la larga sequía de toros, la cita había cobrado una expectación inusitada que hizo agotarse en muy poco tiempo las localidades disponibles, un 50% del aforo total del coso portuense según habían marcado las autoridades autonómicas.
 
Más allá del interés artístico del festejo, la fecha acabaría marcando un insólito antes y después. La apariencia de los tendidos y algunas versiones interesadas acabaron forzando a la Junta de Andalucía a dar marcha atrás, formulando normas mucho más restrictivas que en la práctica volvían a congelar el negocio taurino. Mucho más sorprendente fue la reacción de ANOET, la principal asociación empresarial taurina, que colocó a su socio al pie de los caballos. Eso sí: el tiempo –y la propia Junta- le acabarían dando la razón.
 
Décima campanada, 30 de agosto. La faena de Juan Ortega en Linares
 
El joven diestro ya había logrado labrarse un buen ambiente con distintas actuaciones, en especial en la plaza de Las Ventas pero seguía resistiéndose ese triunfo grande que marcara las diferencias. Lo logró el pasado 30 de agosto en Linares, en una corrida salvada por los pelos gracias al concurso de la televisión que transformó aquel pronunciamiento en un suceso que habría pasado desapercibido en una temporada normal.
 
De ahí, a ‘colarse’ en el mano a mano de Córdoba gracias a la apuesta decidida del empresario José María Garzón sólo hubo un paso. Pero conviene rebobinar ligeramente: Ortega había estrenado el 2020 colocado –por fin- en los carteles de la Feria de Abril. Pero la pandemia dejó todo en papel mojado. Sólo unos días antes de la presentación de esas combinaciones abrileñas había pasado sin demasiado relieve por el ciclo invernal de Valdemorillo. En ese momento quedaban pocas semanas para que la temporada volara por los aires... El contador había vuelto a ponerse a cero para el prometedor diestro sevillano pero, mientras pasaban los meses, el empresario Juan Reverte tuvo el acierto de salvar una de las corridas de la feria de San Agustín en Linares, defenestrada inicialmente por las nuevas restricciones de la Junta de Andalucía. Su feliz encuentro con un toro de Parladé acabaría cambiando su vida...
 
Penúltima campanada, 12 de octubre. La corrida de Córdoba
 
José María Garzón volvió a concitar toda la atención del mundo del toro en la plaza de toros de Los Califas, en la que no había podido estrenarse como empresario en la suspendida Feria de la Salud. En los cabildeos previos a la presentación oficial del cartel se habló de una hipotética combinación formada por Morante, Aguado y Juan Ortega. Aguado, que arrastraba una molesta lesión en el hombro, acabó declinando la oferta.
 
Garzón optó por montar un inédito mano a mano entre Morante de la Puebla y Juan Ortega que volvió a agotar las localidades disponibles, unas 3.500 entradas resultantes de separar un metro y medio a todos los espectadores. La corrida, que fue televisada y rodeada de un gran despliegue mediático, no tuvo un resultado triunfal pero sí un denso argumento taurino. Morante anduvo en maestro y Ortega enseñó sus grandes posibilidades, confirmadas unos días después en la feria de San Lucas de Jaén donde fue capaz de firmar la mejor faena del año con un gran toro de Victoriano del Río.
 
Última campanada, 12 de octubre. ¿Habrá toros en Sevilla en 2021?
 
Es la gran duda, la incógnita más hermosa... Ramón Valencia ya ha reconocido que la empresa Pagés se encuentra trabajando en la preparación de una atípica temporada de transición en la plaza de la Maestranza. Todo dependerá, en cualquier caso, de la evolución de la pandemia y las normas que vaya dictando la autoridad. Eso sí: la frontera del 50% del aforo se ha marcado como única línea roja para reabrir la plaza.
 
A partir de ahí, los números podrían salvarse. Pagés también tiene asumido que la celebración de esos hipotéticos festejos no estará sujeta a salvación de la propia Feria de Abril, que ya ha sido suspendida oficialmente por el Ayuntamiento. Esa circunstancia también liberará las fechas tradicionales aunque es intención de la empresa salvar la emblemática jornada del Domingo de Resurrección. La situación sanitaria tendrá la última palabra aunque una cosa es segura: en ningún caso será una temporada al uso.

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