RAFAEL
COMINO DELGADO
Redacción APLAUSOS
El buen taurino, sea o no profesional, pues los
aficionados también somos taurinos, debe serlo siempre en su vida, vivir en
taurino, igual que el torero debe vivir en torero, y practicar los valores que
enaltecen y rigen en el toreo, y para ello debe conocer la tauromaquia,
entenderla, sentirla, amarla y vivirla.
Nos vamos a referir exclusivamente al taurino no
profesional que, a nuestro entender, debe cumplir el siguiente decálogo:
1) Debe amar la tauromaquia, igual o más que a
cualquiera de las demás artes, y hablar de ella con el máximo respeto.
2) Siempre deberá mostrar un gran amor y respeto
al toro. Nunca debe olvidar que es pilar fundamental e imprescindible en la
Fiesta.
3) Debe saber de toros (saber cosas de toros,
historia de la tauromaquia, conocer los principales encastes, fechas, carteles,
aniversarios, etc.) y entender de toros (comprender lo que está pasando entre
toro y torero en el ruedo). Si solo sabe de toros no es buen taurino.
4) En cualquier lugar donde se encuentre, si llega
la ocasión y el momento lo requiere, debe defender y difundir la tauromaquia
todo lo que pueda, de acuerdo a sus posibilidades, siempre con argumentos
sólidos, resaltando sus valores (Verdad, Ética, Dignidad, Respeto).
El buen taurino, sea o no profesional, debe serlo
siempre en su vida, vivir en taurino, igual que el torero debe vivir en torero,
y practicar los valores que enaltecen y rigen en el toreo, y para ello debe
conocer la tauromaquia, entenderla, sentirla, amarla y vivirla
5) Debe comportarse siempre, tanto dentro de la
plaza (viendo un festejo) como fuera de la misma, con distinción, con
elegancia, con templanza, nunca exaltado. Debe vivir a compás -siempre de
acuerdo al momento- y jamás perder la compostura, ni resultar chabacano.
6) Debe hablar de toros lo justo, solo con quien
valga la pena, solo cuando sea necesario y solo de aquello que conoce tanto o
más que sus interlocutores. Nunca afirmar o negar algo si no está seguro.
Cuando hable de oídas o de haber leído, debe citar la fuente. De lo contrario
debe permanecer callado, escuchar y aprender de los que más saben.
7) Debe ser respetuoso con los demás, y con sus
opiniones, pero jamás debe permitir que la tauromaquia o sus profesionales sean
ofendidos en su presencia, llegando hasta donde haga falta para impedirlo.
8) Si en su presencia algún taurino no se comporta
debidamente, debe corregirle de forma sutil, a ser posible en un aparte. Si no
tiene autoridad para ello debe abandonar la reunión.
9) Nunca hablará en público mal de nadie y menos
de un taurino. Si no puede hablar bien se callará.
10) Todos los aficionados y profesionales, aunque
no lo digan, tienen un torero preferido -lo que no impide que también sigan a
los demás- y eso debe ser rigurosamente respetado. Jamás se debe hablar, a
nadie, mal de su torero preferido, despreciando o minusvalorando sus
cualidades. En todo caso, si te pide insistentemente tu opinión se le contesta
destacando sus virtudes, y añadiendo, de manera sutil, que en otros aspectos no
es tan bueno. Es decir, se le contestará con la verdad, pero sin molestar.
Creemos que el que cumpla con todas estas normas
de conducta y recomendaciones será un buen taurino, reconocido y respetado por
los demás.
Antes de publicar este decálogo lo mostré a mi
buen amigo don Luis Cochicho, abogado y ganadero portugués, hombre de gran
cultura y trato exquisito, quien tras leerlo me dijo literalmente: “El buen
taurino, al respetar y absorber toda la ética del toreo, asume la tauromaquia
como una expresión artística, cuyo mensaje se traduce en una escuela de valores
aplicables a la vida cotidiana, como una enseñanza de vicisitudes aplicables a
la realidad”. Estas palabras me recordaron las de don Álvaro Pombo en 2003: “Me
parecería interesante que se utilizase, pedagógicamente, el toreo en las
escuelas”. A mí también, pero algunos zotes quieren prohibirlo.
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