FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
Ha pasado prácticamente desapercibido el debate
que se produjo en el Senado español el pasado 12 de este mes que agoniza sobre
la moción presentada ¡en enero! por el
Partido Popular, en la cual se instaba al gobierno a reconocer “el valor
estratégico, histórico y cultural de la Tauromaquia”. Si nos atenemos a la
legislación vigente, nada nuevo. Simplemente se trata de poner de actualidad la
tantas veces citada Ley de 2013 que reconoce tácitamente el hecho cultural del
arte del toreo y obliga a las Administraciones Públicas (todas ellas) a
fomentar, cuidar y mantener al máximo nivel tan preclaro valor patrimonial.
Comoquiera que en su momento quienes arbitraron este partido --los respectivos
gobiernos del PP y del PSOE-- no dieron un palo al agua en este sentido durante
sus períodos de mandato y han traspasado --transferido-- el “marrón” a las Comunidades Autónomas, da
la impresión de que la moción de los ”populares” no deja de ser un respetuoso
toque de atención a los políticos que nos gobiernan para que cojan por los
cuernos a este toro díscolo --el “marrón” de marras--; un toro noble y sencillo
de entender, pues se trata de llamar la atención sobre el flagrante
incumplimiento de la citada Ley y la abjuración de unos derechos y valores
reconocidos en la misma. Pero ni por esas.
La brillante exposición de Mercedes
Cantalapiedra (PP) fue rechazada por representantes de Junts per Catalunya y la
Izquierda Confederal (un revoltijo de la izquierda afín a Podemos), como era de
esperar; pero también votó en contra el PSOE. En contra, digo. O sea, que no
reconoce lo que está diáfanamente legislado. ¿Motivo? Pásmense: que el PP ha
introducido enmiendas a la moción que presentó ¡hace más de diez meses!, tiempo
que, como es lógico ha generado actuaciones que afectan directamente al texto
primitivo. Esta simpleza le ha servido a un tal Vázquez Bermúdez (PSOE) para acusar
a la senadora popular de “filibusterismo parlamentario” y arrimar leña seca a
la pira de “los recortes” introducidos por Rajoy tras el triste período en que
Zapatero dejó a España bordeando la ruina inminente. Se rechazó, por tanto, el
reconocimiento al libre ejercicio de la Tauromaquia, para lo cual se pedía,
simplemente, respeto, tolerancia y libertad. ¿Es mucho pedir? Pues así está el
patio. Y también se incidió en algo más preocupante: en el ala más totalitaria
de Moncloa se sigue practicando esa esa operación de minería, que consiste en
entibar las trincheras a través del Directorio Animalista, que es el nombre con
que me place bautizar a la facción vegana, próxima PACMA, que ha introducido
Iglesias en el gobierno, con la anuencia contemplativa y falaz de Sánchez. Se
camufla el intento de prohibición de dar toros o se ningunea de forma
vergonzante al colectivo de profesionales taurinos, excluyéndolos de las ayudas
económicas que legítimamente les corresponden. Ya, ya sé que a este último
respecto han echado marcha atrás, tras las algaradas que ha tenido que soportar
el “ministro del ramo”; pero ellos no
cejan: si no pueden eliminar –de
momento— los toros intentarán eliminar a los toreros, dictando leyes y
disposiciones que prohíban colocar a la Tauromaquia al alcance de los niños o
asfixiando a las escuelas taurinas.
¿Otra vez mezclando la política y los toros? Perdónenme, aquí no se hace
política; se explica sucinta y claramente la operación de desgaste que está
sufriendo la fiesta de los toros desde los más altos poderes del Estado. El
animalismo es una amenaza bien visible, no ya para la Tauromaquia, sino para el
mundo en que vivimos. Campa a sus anchas. Y subiendo. Solo en Madrid hay, en
este momento, al pie de 64.000 mascotas. Más que niños menores de diez años.
Puede que dentro de unos pocos decenios la causa animal consiga que el
irracional disfrute de los mismos derechos –derecho al voto incluido-- que los
entes de razón con quienes conviven. ¿Nuestros nietos o bisnietos compartiendo
el voto en las urnas con un simpático perrito, al que cuidan como a un rey?
Supongo que los tenedores perrunos actuales me tacharán de exagerado. Ellos,
los humanos que gozan de la fidelidad y el cariño de un animal de compañía, me
sabrán perdonar. Pero no lo descarten. A este paso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario