CARLOS RUIZ
VILLASUSO
Preguntan para qué han servido los ‘paseos‘.
Siendo la pregunta una emboscada a la libertad más simple, la de manifestarse,
incluso puedo responder en medio de la balacera de esas preguntas. Han servido,
en sus mínimos, para gritar, para alzar la voz y decir que existimos. Pero,
como la pregunta de ‘para qué han servido los paseos‘ se carga con munición de
fragmentación, respondo lo que respondió Albert Camus: ‘Grito que no creo en
nada, pero jamás he de dudar de mi grito, y necesito, al menos, creer en mi
protesta‘. Añadiré que los paseos de estos días han marcado la diferencia entre
ser un súbdito (el silencio) y ser un ciudadano (la protesta).
Otras emboscadas también preguntan, ¿de qué te ha
servido escribir el Diario del Estado de Alarma, tantos días de teclear? La
respuesta es tan sencilla y obvia que no merece la pena ni la pregunta. Porque
personalmente, creo que escribir es una forma de protesta. Por tanto, tantos
días del ‘Diario‘ han sido una forma de declararme ciudadano y no ser un
súbdito. Es cierto que la protesta escrita depende la lectura de un país sin
lectores. Mal asunto. Porque se lee mucho más que poco. Pero no es nuevo. La
prensa que generó las libertades en el siglo XVIII apenas editaba mil
ejemplares. También le preguntaban para qué servía.
‘¿De qué te ha servido escribir el Diario del Estado de
Alarma, tantos días de teclear? (…) Porque personalmente, creo que escribir es
una forma de protesta. Por tanto, tantos días del ‘Diario‘ han sido una forma
de declararme ciudadano y no ser un súbdito‘
Como responsable de lo que escribo y desde dónde
se escribe, puedo afirmar que la utilidad de lo que escribo es incuantificable.
No entra dentro de una línea de negocio sino que forma parte de lo
innegociable: los derechos legítimos. Incluso si lo que se escribe es una voz
en el desierto más extenso, el más árido, el más inmenso, hay que escribir. De
la misma manera, aunque los paseos fueran en el contexto del desierto más
lejano y árido, hay que pasear. Un paseo no es nada, varios comienzan a ser
algo, muchos son algo más y, sostenidos en el tiempo, forman algo llamado
estructura. Es decir, lo que hizo el enemigo hace más de diez años.
Regreso la pregunta a los nuestros que se mofaban
de esos pocos, tan pocos que parecía que no existían, enfrente de cada plaza,
insistentes, feria tras feria, año tras año sólo un puñado. ¿para qué sería eso
tan chico, eso tan risible, eso tan esperpéntico? Preguntaban. Ahora no lo
preguntan, claro: servía para ganar. Esa estupidez de unos pocos, esa nadería
tan constante en el tiempo, tan tozuda, ese no servir para nada, era una
estrategia de constancia, una estrategia de visibilidad.
La misma que han seguido en las redes sociales, el
mundo no real, donde parecen un ejército. Nos llevan años de ventaja, en la
calle y en la calle no real, en las redes. Y sabemos para qué sirven. Pero, al
margen de esta comparativa de preguntas emboscadas en cada lado de lo taurino y
lo antitaurino, hay algo que no entiendo. Puedo entender muchas cosas. Tengo
amigos afines a las libertades que jamás irían a un paseo. Y, sin embargo,
jamás me preguntarán porqué lo hago yo.
‘Sacar a la calle a 50, 60 o 70.000 personas en medio de una
pandemia, con el miedo al contacto, con la ayuda de un presupuesto de medio
euro, no es algo menor. Sin un solo atestado policial. Y con una presencia en
los informativos de televisión generalista que nunca había tenido el toreo ni
la Tauromaquia‘
Si me lo preguntaran deduciría varias cosas. Una,
que no siente apego a la libertad. Dos, que es utilitarista a corto plazo: o da
rédito o ya no sirve. Y tres, que ni es de los míos ni es mi amigo. Y sobre
estas tres cosas, diré lo siguiente. Yo siento apego a la libertad por encima
de otra cosa. Nada es de repente sino es constante: la mujer pudo votar por
primera vez en España en 1933. Cuando lo lograron llevaban paseando más de
quince años por todo el mundo. Respecto a lo último… Los amigos no preguntan
eso.
De otra parte, lograr sacar a la calle a 50, 60 o
70.000 personas en medio de una pandemia, con el miedo al contacto, con la
ayuda de un presupuesto de medio euro, no es algo menor. Sin un solo atestado
policial. Y con una presencia en los informativos de televisión generalista que
nunca había tenido el toreo ni la Tauromaquia. Una inteligencia no demasiado
inteligente, trataría de acercarse a este movimiento que ha hecho visible en
protesta social a la Tauromaquia. Pero las inteligencias inteligentes suelen
usar preguntas tipo: ¿de qué han servido los paseos? Quizá es una forma educada
de decir: no creo en ellos. Nadie está obligado a creer en ellos. O puede que
quieran decir: mejor no se hagan paseos. Y eso es tanto como decir: mejor, no
escribas. Y eso, va a ser que no.
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