"...cada
uno se ha tenido que rascar con sus propias uñas..."
JUAN
ANTONIO DE LABRA
La gran incertidumbre que rodea la celebración de
festejos, más que nada en España, porque en Portugal y Francia ya están
haciendo planes a corto plazo, sigue siendo una vaga referencia que no arroja
demasiadas luces, y lo mismo ocurre en México, aunque aquí apenas estamos
atravesando por la parte más compleja del problema sanitario.
Y mientras en España las agrupaciones taurinas y
la afición de distintas ciudades se moviliza en aras de mostrarse visible ante
la sociedad y trata de presionar al gobierno para abrir las plazas en
condiciones dignas, aquí parece que no existe argumento legal alguno que
permita exigir ayuda a la autoridad.
¿De qué sirve entonces que la Fiesta haya sido
declarada Patrimonio Cultural Inmaterial en varios estados de la República
Mexicana?
Quizá por ahí se podría abrir una posibilidad para
recibir algún tipo de ayuda, considerando que dicho nombramiento exige la
obligatoriedad de ser defendido, y también de fomentar su preservación al
tratarse de un asunto que entronca con la tradición y la cultura de aquellas
regiones donde ha sido reconocido de dicha manera.
Pero eso nunca ha sido una prioridad para aquellos
que con tanto esfuerzo se esmeraron en conseguirlo. En determinados casos, como
en Aguascalientes, por medio de un decreto firmado por el gobernador; y en
otros, como en Tlaxcala, por mediación del congreso local, lo que le da un
sustento legal todavía más sólido a su declaratoria.
Sin embargo, y al margen de la importancia que
supone el hecho de que la Fiesta haya sido nombrada PCI en algunos estados del
país, tendría que haber alguna forma de exigir ayuda económica para entregarla
a los más necesitados del sector, que no son pocos, empezando por los ganaderos
y hasta el más humilde de los monosabios.
Aquí, cada uno se ha tenido que rascarse con sus
propias uñas, ha hecho los ajustes pertinentes en sus respectivos asuntos, y
pelea de forma aislada para no sucumbir ante un panorama cargado de
incertidumbre, con un semáforo en rojo o naranja que todavía está muy lejos de
cambiar al color verde en el que se supone que ya se podrán celebrar festejos
taurinos con normalidad.
¿Normalidad? ¿Cuál será realmente esa supuesta
"nueva normalidad" para la tauromaquia? Nadie sabe. Y entretanto, las
semanas pasan en medio de una calma chicha que da la impresión de seguir los
pasos de la España taurina, donde todo apunta a que 2020 será recordado como…
el año que no hubo toros.
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