viernes, 19 de junio de 2020

OBISPO Y ORO - Por inacción e inanición

FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman

Según la RAE, el bicho que en este malhadado tiempo atormenta a la Humanidad es de género ambiguo; por tanto se le puede aplicar el artículo masculino o el femenino, indistintamente, para preceder (y proceder) a su determinación. Se dice esto, naturalmente, sin consultar a esa eminente filóloga llamada Irene  Montero, de quien –según ella—“la RAE tiene mucho que aprender” (sic). Así, pues, diré que, en lo concerniente al asunto taurino, los efectos colaterales del o de la COVID-19  están causando un verdadero cataclismo en la prensa especializada, tal cual deja un tsunami las edificaciones de la costa: devastada, asolada, embarrada e impracticable. No hay toros, no hay noticias, ni más tema que tratar que el ya sobradamente conocido: el farragoso contencioso que mantienen el Gobierno de la nación y los sectores más representativos del mundo de los toros. Las revistas de toros y los portales taurinos se han agarrado al filón de Joselito el Gallo, en el centenario de su muerte, para echar algo de comer a la andorga flácida del lector aficionado. Pan para hoy y hambre para mañana. Y la hambruna, se ha cobrado ya la primera víctima significativa: cierra la revista taurina 6 Toros 6.

Se veía venir. En la última conversación que mantuve con quien era su director, José Luís Ramón, ya me anunciaba la situación en que se encontraba la publicación: si la publicidad no ayuda, con la venta en kiosco o las aportaciones de los suscriptores, no puede mantenerse su confección en papel. No se cubren siquiera gastos. Es la pura verdad. Así, pues, el esfuerzo que han realizado el grupo de redactores que la mantenían a flote no ha podido resistir este último maremoto y han sido engullidos por los coletazos de una pandemia que no se cansa de arrasar lo que encuentra a su paso. Mala noticia para la Tauromaquia. Mala, también, para el periodismo taurino en general.

Cosas como estas inducen a poner en marcha la maquinaria de la imaginación para estudiar la posibilidad de recuperar un medio de comunicación de tan alta calidad como 6 Toros 6  y evitar, en lo posible, que se produzca un rebrote de aniquilamiento en otras publicaciones de similar formato y contenido o en los portales específicos que aún se mantienen de la Red. Todos, absolutamente todos –y más que hubiera--, son imprescindibles, porque sin atenerse a una muestra o un mensaje, periódico y permanente, no hay producto que pueda consumirse ni actividad ejercida de cara al público que pueda sobrevivir en un mundo donde la comunicación es el hilo conductor de nuestro quehacer diario.

Las revistas taurinas han tenido notable influencia en la historia de la Tauromaquia, desde las pioneras de nombres tan ingeniosos como El Enano, El Mengue, El Tábano o The Kon Leche, a las muy afamadas La Lidia o Sol y Sombra. Todas ellas informaron de forma fehaciente de los hechos más importantes acaecidos en los festejos taurinos del siglo XIX y XX, incorporando ingenio y humor a las reseñas de los revisteros o piezas de notable contenido literario en las crónicas elaboradas por  plumas de reconocido prestigio. Las revistas vivían de lo que vendían, reforzando los ingresos con las aportaciones publicitarias de los toreros que decidían anunciar su arte y su valía  en páginas de a tanto la pieza.

De todas las revistas taurinas, la que mayor impacto causó fue El Ruedo, fundado por Manuel Fernández Cuesta en el año 1944 y concebido como suplemento del diario deportivo Marca. Obsérvese este dato: el futbol ya comenzó a comerle terreno a los toros en los primeros años de posguerra. El Ruedo, pues, era un mero complemento semanal de un periódico diario. Y junto a él, otro magazine delicioso, nada pretencioso y casi virginal en su concepto de la crítica,  que abarcaba toros, cine y teatro, llamado Dígame, dirigido por Ricardo García K’Hito.

De estos dos últimos fui un ávido consumidor en mis primeros años de adolescencia, y todavía tengo fresco aquél tacto en las yemas de los dedos que humedecía en el pasapágina habitual, áspero el color sepia de El Ruedo, suave el verdoso del Dígame. Ambos –sobre todo, aquél--, los devoraba literalmente, y llegué a identificar las plazas de toros de España por su barrera de tanto escudriñar sus fotografías, de tal suerte, que cuando muchos años después las recorría por motivos profesionales en TVE, ya sabía antes de entrar por primera vez en ellas que, por ejemplo, la de Cáceres tiene bajo el escribo de la barrera unos pequeños arcos que lo sustentan. El Ruedo que mi padre compraba semanalmente me lo había mostrado tantas veces… ¿Qué hubiera sido de mí, impenitente soñador de hazañas taurinas, sin aquellas lecciones gráficas a una edad tan tempranera? Esta es, pues, la primera y esencial función de la revista taurina: crear aficionados.

Escribí durante varios años en la revista Aplausos, ya muy cuarentona, pero acicalada e instalada en la moderna técnica de impresión, y en la veinteañera 6 Toros 6. Me aparté de ambas por propia voluntad, a pesar de los ruegos de sus respectivos directores; pero de ellas guardo un gratísimo recuerdo. Por eso me apena que esta última haya sucumbido al enloquecido vendaval que azota al mundo… y al desafecto e informalidad de algunos sectores de la fiesta de los toros.

Son los llamados estamentos taurinos los que parecen no haberse enterado de que la comunicación de los buenos comunicadores es esencial, no solo para el fortalecimiento de la Tauromaquia, sino para su pervivencia misma. Cierto es que vivimos tiempos de penuria, en los que cada cual se preocupa de guardar su ropa, mientras nada en un mar de incertidumbres. Veremos que porvenir le espera a la fiesta de los toros de aquí a la llegada de esa entelequia que el Gobierno llama  “nueva normalidad”. Entre tanto, a la prensa especializada en tema taurino le tiemblan las canillas. Y es pena que se le deje caer por inacción de los agentes externos que la sustentan y la inanición que tal efecto provoca.

Mi amigo José María Moreno –con quien me doy los buenos días a diario-- me envía una fotografía del ruedo de la plaza de Las Ventas que puede ser bien ilustrativa. En él, al igual que en algunos recovecos de los tendidos de piedra, van creciendo hierbas silvestres, como han crecido a sentimiento de cada cual las opiniones de toros en Internet, mientras desaparecen revistas taurinas. Vayan tomando nota.

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