JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Nuestra vieja fiesta ya estaba enferma desde antes
que el coronavirus hiciera presa en ella. Mal pronóstico. Al contrario de
Herodes “El Grande”, que mataba niños sanos, el pequeño Covid-19 prefiere
ancianos con males preexistentes.
Sin embargo, mientras al idumeo la magnificencia
de su reinado le maquilla los crímenes, al chinito se le niega cualquier
atenuante. Le acusan de toda desgracia, pasada, presente, futura, y se le usa
como pretexto para cualquier cosa.
Desinformación, charlatanería, catastrofismo,
pantalleo, discriminación, chamboneo, gamberrismo político, justificación de
abusos, omisión de culpas, postergación de obligaciones, disfraz de
autoritarismos, anuncios de recesión, amenazas de guerra... Y para que todos
espantados, pasivos y confinados nos aplaudiéramos durante meses de balcón a
balcón, sin haber siquiera intentado lo que realmente ameritaba el ataque
global. Que la humanidad por primera vez se uniera en una causa común.
Si mañana por milagro desapareciera la pandemia,
sanaran los pacientes y nos quitáramos la mascarilla, seguiríamos tan o más
pugnaces que antes, muriendo por las otras causas, y los problemas que nos
aquejaban en febrero, aun estarían allí. Como el dinosaurio de Monterroso.
Mirémonos, no busquemos virus expiatorios.
Hablando solo de toros, la temporada previa,
terminó sin peste, pero con cifras de quiebra. La cabeza del escalafón, “El
Juli”, lidió únicamente 35 corridas. Cien menos de las 135 que despachó en su
primer año completo de alternativa (1999). Exiguas, comparadas con los 109 de
Juan Belmonte un siglo exacto atrás. En Colombia, desde donde escribo, toda la
temporada nacional se redujo a 14 corridas de toros.
La mayoría de los matadores no toreó más de una o
dos. Empequeñecían y desaparecían ganaderías de solera. Se extinguían las
novilladas. Las ferias iban a menos. Las cuadrillas al desempleo y el
subempleo. Los empresarios al desespero... Veníamos así, en caída libre desde
2012. Apenas ganaban en la fiesta unos pocos, muy, muy pocos.
Y en esas condiciones descargamos la suerte,
cedimos el terreno, negándonos a defenderlo con la parte de trabajo,
inteligencia y riesgo que nos tocaba. ¿Entonces?
Volvamos a 1918, cuando pese a la “Gran guerra” y
la pavorosa “Gripa española” nadie paró, la temporada se completó, y luego, en
vez de la hambruna que nos prometen hoy, se abrieron la opulenta década del
“Gran Gatsby” y aquella espléndida del toreo, con el surgimiento de: Chicuelo,
Granero, Lalanda, Márquez, Villalta, Gitanillo, Cagancho, Cayetano, Armillita…
“Edad de plata”.
Bonanzas que duraron hasta cuando el desenfreno
financiero a la una y, más tarde, la guerra civil a la otra les puso fin. Como
ahora, el hombre mismo, ningún virus.
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